POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTINÉZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
– (Este artículo lo publiqué en La Nueva España el día 21 de julio de 2016. Aquí reaparece solo añadiendo cinco años a las fechas que lo requerían y actualizando algunas notas) —
El periodista Graciano García -que se estrenaba como tal para La Nueva España- escribió hace cincuenta y nueve años sobre lo que vio y oyó en Las Piraguas.
Cosas como “los cuerdos están en La Cadellada” o “pasan orquestas, bandas de música, parejas de gaiteros, grupos de baile una y otra vez tocando y bailando sin descanso”…
Graciano afirmaba que un señor rubio -belga por más señas- le había dicho en un castellano bastante perfecto: “Ser asturiano es un título que no se adquiere en ninguna universidad y para el que no hace falta tener el título de bachiller, me siento asturiano de pies a cabeza”.
El gran Graciano imaginó, proyectó e impulsó -dieciocho años después de aquel 1962- la prestigiosa Fundación Príncipe de Asturias (hoy Princesa de Asturias) con sus mundialmente famosos premios.
A veces se producían sobresaltos en la prueba deportiva, como ocurrió en 1952. Fue en ese XVI Descenso cuando por primera vez ganó un país extranjero, Italia, en este caso.
Pero el impacto en los demás participantes se debió a que la embarcación ganadora, tripulada por el periodista Luciano Albero y el médico militar Preccerutti Gambasseca, tenía timón, una novedad absoluta en el Sella. Timón manejado con cómodos pedales desde la “pedaliera”, además utilizaban palas más cortas, menos pesadas e invertidas, de modo que el giro de la mano facilitaba la tarea de remar.
Albero -que se enamoró del Sella- afirmaba: “Es pasmoso. Aquí te abrazan como si te conociesen de toda la vida”. Todos tomaron su ejemplo al año siguiente en el tema de timones y remos. A partir de 1958 fueron los Hermanos Cuesta los que perfeccionaron el tipo de piragua en sus talleres, mediante la técnica de suprimir la armadura de la embarcación y “moldear” finas chapas de madera para su elaboración y acabado.
A veces se dan casos que pasan sin pena ni gloria, pero que dan fe de la importancia que algunos le otorgan al Descenso del Sella.
Corría el año 1968 cuando el austriaco Klaus Peyrl quedó segundo en la prueba, a 24 segundos de Feliz y Gutiérrez que fueron ganadores (1h. 20m. 32s.).
Poco antes del Descenso del año siguiente, Klaus escribió a la Organización dejando constancia de que aunque el año anterior no había sido clasificado por su país para los juegos olímpicos de México, no lo había sentido en absoluto porque, a cambio, le enviaron al Sella y a otras competiciones en España donde -con su compañero Tillmann Philips- ganó veinte copas y su mayor premio había sido que se había enamorado de una española con la que se pensaba casar al concluir la Semana Internacional de Piragüismo, posterior al Descenso de 1969.
En nombre de la Organización del Sella, el dios Neptuno puso a disposición de los novios una “carroza real – silla de mano” que para ellos sería construida para desfilar en Arriondas, proclamando al austriaco “Palista de Honor” y a su pareja “Novia del Sella” y de todas las naciones participantes.
Estas cosas eran muy típicas de Dionisio, que concedía títulos honoríficos a quien creía merecedor de los mismos (como ya escribí el pasado miércoles en este “muro” de facebook).
El caso es que Klaus y su novia no pudieron cumplir este sueño, ya que el austriaco ganó todas las pruebas de su país en K1, K2, K4 y de relevos, con sus colegas, siendo seleccionado para los campeonatos del mundo de Moscú.
En su carta señalaba: “No puedo estar muy contento con ello, porque deseaba volver a España a probar suerte en el Sella de 1969”.
Perdida la pista del austriaco Klaus, cinco años después lo encontramos participando como senior en pruebas nacionales, pero bajo la bandera del Club Alberche de Madrid.
¡Cuántas personas han trabajado para la fiesta a lo largo de ya 91 años! Por ejemplo: José María Cobián Estrada, el cual estuvo durante décadas haciendo el papel de “escenógrafo” de esta celebración.
Desde quince días antes era él quien se encargaba de construir y montar las diferentes tribunas, ambientar la decoración de las calles y del puente de Arriondas (en 1966 puso 240 metros de bandera española cubriendo todo el puente de Arriondas).
La afición al piragüismo iba creciendo y decenas de descensos (y ascensos) comenzaban su singladura por los ríos de Asturias y del resto de España.
El 18 de julio de 1965, a las cinco y media de la tarde, se celebró el Primer Descenso “Pequeño Sella”, entre Cangas de Onís y Arriondas. Cuarenta embarcaciones asturianas participaron con la intención de que -al año siguiente- se convirtiese en el primer Campeonato de España de Piragua-cross. La prueba fue organizada por el Club Los Rápidos de Arriondas, el cual ganó en la mayoría de las categorías, con Feliz (K1), Llamedo-Gutiérrez (K2) o el mismo club en la clasificación por equipos.
Al año siguiente se cambió el nombre de esta prueba y ya pasó a denominarse Descenso del Alto Sella -como sigue hasta hoy- y Dionisio fue invitado de honor, donde en una comida homenaje Los Rápidos le entregaron la medalla de oro del club.
Apenas siete días después de aquel 18 de julio de 1965 tuvo lugar el II Trofeo Enol de piragüismo en el lago del mismo nombre. Consistía en una prueba de semifondo sobre 3.000 metros (ganando Feliz y Gutiérrez con 13´42´´) y una prueba de velocidad sobre 350 metros.
Sería inimaginable en nuestros días -afortunadamente- una prueba de este tipo -o cualquiera otra- en las cristalinas aguas de nuestros lagos, lo mismo que darse un baño en los mismos o practicar la pesca.
La prensa se hacía eco en 1972 de las irregularidades que -año tras año- se observaban en el Descenso del Sella.
Trucos varios para alterar el orden en la salida, escapadas, colocación de obstáculos de última hora, alguien que lanza un petardo, cambio de dorsales… la típica picaresca española de siempre.
Una intrahistoria en la que nadie quería “mojarse” (nunca mejor dicho). Pero un restringido círculo de iniciados pusieron en conocimiento de algunos periodistas estas irregularidades y el juez árbitro de la prueba Ramón Cuétara tomó medidas y -en entrevista para La Nueva España- contaba cómo había descalificado a 69 embarcaciones por adelantarse unos metros en la salida, 67 de las cuales eran españolas.
Era una infracción no demasiado grave si se compara con aquella otra que -citando referencias de total y absoluta fiabilidad- la prensa hacía pública sobre una embarcación que tomó la “salida” unos centenares de metros antes de la meta riosellana, colándose en la misma entre las diez primeras.
Los años depuraron todas estas irregularidades y la prueba alcanzó el prestigio que tiene, pues -desde hace décadas- las garantías de limpieza deportiva están seguradas.
La invención de los cepos para sujetar los remos en la salida de Arriondas fue una genial idea del riosellano Miguel Ángel Pérez Aller, tras observar los similares que se utilizan para sujetar las vacas en los establos.
El primer prototipo y confección de toda la novedosa estructura de cepos -como señala Carlos Tejo- corrió a cargo de la empresa riosellana Construcciones Metálicas del Cantábrico y fue el administrador de esa empresa -Javier Mateos- quien puso todo el celo en que estos artilugios ´selleros´ saliesen bien.
Concluyamos estas líneas haciendo mención al cañón de las piraguas, posiblemente procedente de las defensas costeras de Cartagena o Cádiz en el siglo XVIII y adquirido en un mercado de antigüedades.
El montaje o cureña es una reproducción exacta del original.
Fue donado a la villa de Arriondas por la Federación Española de Piragüismo en agosto de 1968, cuando don Juan Antonio Samaranch presidía la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, el cual acudió a Las Piraguas como invitado.
De hecho, su esposa María Teresa sería la invitada a dispararlo en 1970.
Sólo seis veces se utilizó el cañón junto al puente de Arriondas, pues el 18 de julio de 1974, a las 12 de la noche, cuando era disparado para anunciar el inicio de las fiestas del Carmen en la villa, no resistió la onda expansiva y reventó en numerosos pedazos que quedaron esparcidos por la plaza Venancio Pando, en la que está situado; uno de los cascotes produjo un orificio en la fachada de una de las casas de la plaza, penetrando hasta su interior. Tres coches que estaban en la plaza fueron seriamente dañados por la metralla.
Un susto considerable sin daños personales, pero con la pérdida -a efectos prácticos- del que ya estaba considerado como un símbolo de la Fiesta de las Piraguas de Asturias.
El cañón ha regresado a su lugar en las inmediaciones del puente, y una muy bien conseguida simulación de disparo real ha vuelto a llevarse a cabo para dar la salida.
Las palomas de bronce que se colocaron después sobre el cañón fueron diseñadas por Carlos Nachón y fundidas en “Cerámica La Guía” de Gijón, propiedad de Alberto Estrada, presidente de la asociación “Amigos de Dionisio”.
Aunque algunos piensen que pueden recrear una alegoría de la paz sobre un instrumento de guerra, la realidad es que son símbolo y memoria de los cientos de palomas que se soltaban en el mismo momento de darse la salida a las piraguas en Arriondas, una muy afortunada iniciativa que se perdió durante muchos años y que -felizmente- se ha recuperado en la últimas ediciones del Descenso.
— (Próximo capítulo: Dionisio de la Huerta Casagrán) —
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez