POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTINÉZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
(Padre y creador del Descenso del Sella – Fiesta de las Piraguas de Asturias)
-(Este artículo lo publiqué en el diario “La Nueva España” el día 6 de agosto de 2014)-
Dionisio nació en Barcelona el 19 de diciembre de 1899. Estudió en el Colegio de las Monjas Francesas de “La Presentación” y -con seis años- ingresó en el Colegio de los Jesuitas, ya con gran dominio del francés.
Allí estudió hasta los 15 años y los veranos los pasaba entre Gijón y la casa familiar de Coya.
Su madre falleció cuando sólo tenía 30 años, pero ya padecía “mal de Alzheimer”. Dionisio tenía diez años y su hermana, Antonia Benita, nueve.
Ambos hermanos permanecieron muy unidos durante su larga vida.
Primero de su clase en actividades artísticas, culturales y deportivas, Dionisio concluyó a los 18 años la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona y, a los 19, se doctoró en Derecho en Madrid, tras permanecer un año en la famosísima Residencia de Estudiantes de la capital española.
Con la graduación de sargento fue reclutado con su batallón durante los enfrentamientos con Marruecos y estuvo destinado en Melilla.
Fue testigo de los sangrientos combates del Monte Gurugú y ascendió a suboficial-brigada en 1921, al finalizar la Guerra de África.
Quiso ser diplomático -cosa que su padre no aprobó- y entró a trabajar en el bufete del prestigioso abogado catalán Francisco Girons. Allí estuvo siete años hasta que obtuvo la plaza de fiscal en Arenys de Mar, hasta 1936.
Su afición al tenis le llevó a recorrer medio mundo -dos de sus pasiones, el tenis y el viajar- llegando a ganar el campeonato nacional de Paquistán.
Se olvidó de la abogacía y se dedicó al deporte. Fue campeón absoluto de Cataluña en el año 1933, así como Secretario de la Federación Española de Tenis desde 1933 hasta 1958.
Entre 1935 y 1950 se convirtió en un promotor turístico, organizando hasta diecisiete viajes en lujosos yates desde Barcelona a Las Palmas.
Su inquietud viajera le llevó a conocer numerosos países y llegó incluso a organizar viajes -tanto desde otras comunidades españolas como desde otros países- hacia el Principado de Asturias, donde hizo de guía turístico, gastronómico y de costumbres, así como mostrando deportes típicos asturianos.
No se le daba mal la interpretación teatral e incluso -allá por 1943- llegó a adaptar por su cuenta el Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, trocándolo en El Burlador de Turó, para lo cual tuvo que escribir y readaptar más de 3.500 versos.
Con su piragua plegable traída desde Barcelona hizo una pequeña excursión fluvial entre Coya e Infiesto, en compañía del ahijado de su padre, el médico gijonés Benigno Morán.
Aquellos cinco kilómetros fueron el origen de lo que acabó siendo la fiesta que conocemos, aunque su intención después fue llegar hasta Arriondas, la noche les pilló en Soto de Dueñas; catorce kilómetros y siete horas de excursión.
Y, así, en 1930 quiso recorrer el río Ebro desde Zaragoza hasta la desembocadura en el Mediterráneo, pero la riada que coincidió con las fechas elegidas le llevó a venirse para Asturias con dos piraguas y sus amigos del Club de Tenis de Turó.
En 1930 -desde Infiesto hasta Arriondas- emplearon dos días, pasando noche en Soto de Dueñas. Y sería 1931 el primer año en hacer la excursión entre Arriondas y Ribadesella, esa fue la versión dada por Dionisio al gran Janel Cuesta en la biografía que éste escribió sobre el mismo, titulada “Un hombre de tres siglos”, libro que nos ha servido para extrapolar muchos de los datos aquí recogidos.
Nunca pudo olvidar Dionisio el año 1935 por el grave suceso que vivió el día del Descenso. Él no pudo participar, debido a una lesión de rodilla jugando al tenis, y siguió a sus amigos desde el coche; a la altura del «Picu la Vieya» vio que José Antonio Iglesias -en piragua con Vicente Cuesta- se encontraba mal y bajó al río a ayudarle, pero había sufrido un paro cardíaco y -a pesar de que Dionisio le llevó en su coche hasta Ribadesella- nada se pudo hacer por salvar su vida.
Llegó la Guerra Civil y las piraguas quedaron olvidadas durante ocho años.
Fiel al Sella, Dionisio puso en marcha de nuevo el Descenso en 1944, que fue creciendo tanto en la prueba deportiva como en la festiva.
La esencia era la misma, sólo en cada edición se añadía alguna idea u ocurrencia de aquellas que salían de su cabeza y quedaban plasmadas en papel por medio de la misma máquina de escribir portátil que siempre le acompañó.
Antes del cañón del siglo XVIII que preside la plaza principal parraguesa, para la salida de las piraguas ya se utilizaba -desde finales de la década de los años 40- otro bastante más pequeño que se traía desde el Real Club de Regatas de Gijón, para que la salida fuese más original; alguna vez fallaba, por lo que tenían preparada una escopeta de caza para que la pólvora fuese el santo y seña de la salida.
Las ideas del tren fluvial y de los collares de flores las importó Dionisio de India, donde se puso a disposición del equipo español de tenis un lujoso vagón de tren para desplazarse a jugar a varias ciudades y -muy típico de India- aún sigue siendo que te reciban en las estaciones con bandas de música y -sobre todo- con collares de flores naturales.
El primer tren fluvial fue una realidad en 1945 desde Infiesto y -al año siguiente- desde Oviedo.
Muchos de los gigantes y cabezudos fueron encargados expresamente en Barcelona por el fundador de la fiesta. Inconfundible el dios Cronos con su reloj y su premonitoria guadaña, al igual que el oso o el rey Favila.
En 1973 el creador del Descenso y de su fiesta popular abandonó su organización y no volvió a hacer acto de presencia en los mismos, sobre todo por sus discrepancias con la Federación Española de Piragüismo. Ocho años más tarde Dionisio regresó, ya con 80 años cumplidos, después de habérselo pedido los selleros en la salida de la prueba del año anterior.
Era el año 1980 y el Descenso celebraba el cincuenta aniversario de su nacimiento. Habían pasado siete agostos sin la tradicional salida en verso.
Durante más de cincuenta años Dionisio compartió hogar en Barcelona con su hermanastro Alberto y su cuñada Mercedes -dado que su padre se casó con una prima de su fallecida esposa que, casualmente, llevaba el mismo nombre y apellido que la primera-.
Los riosellanos Campos de Oba cerraban la fiesta más típica bajo los árboles que a Dionisio le hubiese gustado más que fuesen castaños asturianos, tras haber sido talados todos los que había cuando la guerra y con la amenaza de que -si no se reponían- suspendería la prueba…pero el alcalde riosellano del momento no le hizo mucho caso, pues plantó álamos en vez de castaños.
Bien merecida tuvo Dionisio la I Medalla del Principado de Asturias que se le concedió en 1986, amén de otras medallas al mérito deportivo, condecoraciones y reconocimientos.
El 4 de abril de 1995 -con 95 años de edad- Dionisio de la Huerta Casagrán falleció en Barcelona.
La esencia del Descenso que creó -con la Fiesta de las Piraguas- se mantiene y se va adaptando a los nuevos tiempos.