POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Llego a Trujillo por el camino donde se santiguan los siglos. Parada obligatoria, gratificante parada cuando íbamos a Madrid. Grabando en la memoria, desde entonces, las torres de Santa María, de Chaves el viejo, de los Bejaranos, del Alfiler, San Martín y Santiago. Torres y almenas del castillo. Trujillo de conquistadores. Ciudad apasionante. Te envuelve su historia, sus monumentos, el paisaje y paisanaje. Trujillo, la de Judit victoriosa del castillo. Trujillo, ciudad de los balcones. El viajero escribe desde la amistad: “Trujillo, hermosa tierra en la que tantas grandezas y bellezas quedan”.
La Plaza Mayor es principio y fin de todas las cosas, a la que se llega por su belleza. Es medida del tiempo según Trujillo. Memoria de los sentimientos, donde acudimos para recobrar fuerzas. Almanaque de los días, donde juegan los siglos. Espacio donde las penas son menos, donde las alegrías retumban con contundencia.
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