POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
La limpieza es una actividad poco valorada, invisibilizada y precaria. Parece que solo somos capaces de ver esta tarea cuando la realiza alguien que no esperamos. En el resto de los casos simplemente damos por hecho que sucede.
Nos dice Salvia García que, «nunca he entendido por qué en nuestra sociedad la limpieza es una actividad tan poco reconocida. Pero el otro día vi algo en la tele que me sacudió más de lo habitual. Resulta que el personal de limpieza de algunos hospitales intentaba visibilizar su labor usando el lema yo no limpio, yo salvo vidas. En realidad tal colectivo quería decir justo lo contrario: salva vidas precisamente porque limpia, pero escogió esa fórmula porque, por desgracia, a mucha gente le debe parecer que dentro del verbo ‘limpiar’ no caben cosas tan grandes como salvar vidas».
Y yo particularmente creo que mantener limpia tu ciudad, tu entorno, tu trabajo, tu casa, tu habitación, tu despacho, es hago tan necesario como el vivir porque en ello anda la salud y sin salud, la vida tiene poco camino.
Pero ahora, en tiempos de COVID todavía ha sido más necesario para evitar los contagios. Recuerdo en mi niñez la exigencia de mi madre para que antes de comer nos laváramos las manos; y no recuerdo ahora, en mi adultez, hacerlo todos los días, más bien menos que más, por olvido, dejadez o mal hábito. Está claro que uno se mueve por condicionamientos, exigencias, deseos o hábitos, por eso, la sociedad actual -sobre todo la española- no tiene el hábito de que pasees por tus calles sin que un papel, colilla de tabaco o plástico esté ausente. Y eso no sucede en la mayor parte de los países de Europa. ¿Y en el monte?, es increíble que nuestros maravillosos parajes naturales estén llenos de bolsas de plástico, de latas de bebida, de envoltorios diferentes, cuando en la Naturaleza está el pulmón de este mundo -invadido por la mano del hombre, distorsionado en intereses y lleno de materialismo provocador-.
Y no hablemos del mar, del océano, del río, donde constantes animalillos están sufriendo la asfixia o el atragantamiento por el plástico que invade su superficie o su interior, provocado por la mala congestión, el mal uso o esa malísima costumbre de no defender el medio ambiente. Todo está inmerso en un caos.
Igual que dice Salvia, a mí también me gustaría que el mundo fuese de otra forma. Me gustaría que la limpieza fuese una actividad prestigiosa y especializada que todas las personas practicásemos de forma aficionada y algunas, además, de forma profesional. Me gustaría que aprendiéramos algunas nociones básicas sobre limpieza durante nuestra formación en la enseñanza obligatoria. Me gustaría que el personal que desempeña esas tareas de manera profesional tuviera formación especializada, condiciones seguras de trabajo y reconocimiento social acorde a la importancia de la labor que realiza.
Y es que no hay conciencia ni educación suficiente para ello. Ahora, no paras de ver mascarillas tiradas por las aceras, por la calle, por los parques; no hay en todas las urbanizaciones entrada de agua potable y salida de aguas fecales como es normativa y ley; porque una limpieza de calidad es aquella que logra sus objetivos sin dañar al personal que la realiza, gastando el mínimo de energía y contaminando lo mínimo.
Para poder hacer eso y que nuestros profesionales también tengan la formación adecuada, se necesitan conocimientos de civismo, de educación social para el usuario y de física, química, microbiología, materiales, sociología, ergonomía, salud pública para los profesionales; así, entre todos, este mundo estaría más limpio, más saludable, más ético y más acorde a una vida sana y positiva. Podríamos conseguirlo entre todos, instituciones, universidades, gobiernos y sociedad.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/381763/seamos-limpios-por-miguel-romero-saiz