La historia social de las ciudades ha girado en torno a situaciones o personajes que influyeron en su modernización o cambiaron el destino de los pueblos desafiando la lógica de los tiempos, que no siempre era la correcta. Uno de los edificios que contribuyó de manera clara a la modernización de la ciudad sería nuestro añorado cine Capitol. Primero fue hospital, desde el siglo XIV, el único en el que se atendía a las mujeres, hasta su desaparición en el siglo XIX debido a las leyes desamortizadoras que abolieron las arcaicas rentas con la que la cofradía del Espíritu Santo mantenía un dispensario de escasos recursos, que fue durante siglos el único referente sanitario de la ciudad. Una vez desaparecido el hospital, su local sería utilizado a finales del siglo XIX para instalar los primeros motores que producían energía eléctrica para el alumbrado público de la ciudad, alumbrado que se inauguraría durante las ferias de 1897. La función industrial sería de corto recorrido debido a las quejas del vecindario por el ruido permanente que hacían los motores y el miedo que generaba la electricidad, en una sociedad que recelaba de un invento que habría de cambiar el futuro de gran parte de la humanidad. Una vez abandonado, al viejo edificio le llegaron tiempos difíciles hasta la Guerra Civil, cuando es utilizado como cuartel de milicias de la Falange durante unos meses. El bombardeo que sufre la ciudad el 23 de julio de 1937 acabó por destruir el edificio original.
Después de una etapa como sala de conciertos, el mítico Capitol pasó a ser sede de la obra social de una entidad bancaria, hasta el tiempo presente que se anuncia un nuevo ciclo para el local. Ahora sumara a su denominación de origen el sobrenombre de Maltravieso. Un espacio histórico para la cultura teatral que indudablemente, bajo la inteligente dirección de Amelia David e Isidro Timón, seguirá proporcionando días de satisfacción a la ciudad. Así es desde el siglo XIV.