POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES (CÁCERES).
Hoy, 17 de enero, vaya en primer lugar nuestra felicitación para las Antonias y Antonios que celebran su onomástica. La devoción en Malpartida a este santo asceta viene de lejos, como que su Cofradía y ermita fueron de las primeras en erigirse en la localidad. Así es que a Antón Abad, «el Viejo» o «el del guarrito», dedico este nuevo Sucedió hace (el 355) que se publica en el Hoymalpartida. Hacemos mención en él a algunas costumbres ya perdidas, a la historia de su ermita y su talla y a alguna leyenda referida a santo tan querido por un pueblo agricultor y ganadero como fue el nuestro en el pasado, pues bien es sabido que San Antón es patrón y protector de los animales. Espero que os guste.
SUCEDIÓ HACE… (355): Antón el Viejo
Celebramos en enero la festividad de San Antonio Abad, popularmente conocido aquí como ‘El Viejo’ o ‘el del guarrito’-por diferenciarlo del ‘de Padua’ o ‘el de los pajaritos’-. La devoción a este santo tuvo gran predicamento desde tiempo inmemorial entre los malpartideños pues su ermita, –cuenta la tradición-, pudo haber sido la primera parroquia con la que contó la aldea. Su cofradía, por tanto, fue de las primeras en erigirse y si hubo patrón en la localidad antes de la llegada de San Isidro a mediados del pasado siglo, fue este santo eremita y asceta. Y ello resulta ciertamente lógico si pensamos que la ganadería fue una de las principales dedicaciones de los vecinos en el pasado, y bien es conocida la relación que une a San Antón con los animales como su patrono y protector.
Bien es sabido que la fiesta de Antonio Abad es el 17 de enero, fecha en la que regularmente cesaba y tomaba posesión el mayordomo que había de atender a la cofradía. Que la misma requería bastante trabajo se explica en el hecho de que en la elección de mayordomo se nombraba también a un ayudante que colaborase con aquel en el desarrollo de las tareas. Los cultos durante la festividad se resolvían con la celebración de vísperas, vigilia, misa con sermón de predicador y procesión, todo ello muy lucido, pues no obstante el pueblo acudía a socorrer al santo con generosas dádivas y limosnas. En la captación de recursos también colaboraba una ermitaña o santera, que recorría la localidad con su tablilla donativos a cambio de oraciones. Aunque desconocemos su antigüedad, si sabemos que hacia 1718 fuere vitalizada la Cofradía, contando en estos momentos con 101 hermanos que pagaban cinco reales de cuota anual a su ingreso y cuatro las mujeres. Además, había la obligación de decir una misa por cada hermano difunto en el plazo de doce días a partir de su defunción, con pena al mayordomo de una severa multa si ello no se ejecutaba según las ordenanzas.
Todos los años, el día de su fiesta, se disponía a la entrada de la ermita un ‘Ramo’ donde los devotos colgaban ofrendas propias de la época, normalmente productos de la chacina de la reciente matanza -lomos, buches, chorizos, tocino…-, además de otras viandas como quesos y panes. Hubo años en que ganaderos pudientes o en gratitud por alguna gracia del santo, también se le donaron lechones, cabras y borregos, incluso algún añojo o fanegas de trigo como las tres que ofreció en 1688 el noble D. Alonso Pereiro y Ribera.Con estos presentes, no fue raro que la propia Cofradía hubiera de pagar a un pastor que cuidara de su propio rebaño, como así se recoge en sus cuentas. Una vez el ‘Ramo’ cargado de suculentos ‘frutos’, completado con muchas docenas de roscas que el mayordomo sumaba, se iniciaba una subasta para allegar recursos a la Cofradía, cuyo importe se destinaba a ensalzar los cultos del santo, mantener su ermita, atender a los enfermos, -pagándose una cuota al hospital de San Antonio de Salamanca- y distribuir raciones de pan entre los pobres. Esta costumbre de pujar por el Ramo se conserva hoy en poblaciones cercanas como Casar de Cáceres, aunque en Malpartida debió perderse en el siglo XIX, pues nadie ya la recuerda, aunque hemos intentado recrearla en alguna de nuestras rutas históricas.
Son numerosas las noticias de las que disponemos de los continuos arreglos que sufrió la ermita a lo largo de los siglos XVII y XVIII, algunos de ellos realizados por maestros portugueses, los mejores en el arte de construir. Más adelante, como en otras ocasiones hemos contado, la ermita de San Antonio se convirtió en cementerio de párvulos, habiendo quedado inutilizada para la sepultura y el culto al ser ocupada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia al arrancarle las puertas y convertirla en establo.
Anterior a la que actualmente conocemos debió existir otra imagen de San Antón, muy estropeada ya en 1725 cuando se pagó a un pintor de Cáceres cierta suma de maravedíes por renovar su pintura. Poco debió durar el arreglo ya que en la visita de 1738 el obispo mandó hacer una nueva efigie o un cuadro en sustitución de la muy vieja que existía, debiéndose ejecutar entonces la talla que ahora tenemos. A este respecto cuentan los mayores que con motivo de alguna guerra -seguramente la mencionada de la Independencia en la que tanto sufrió nuestro patrimonio artístico y documental-, los malpartideños de entonces movidos de su fe, escondieron en lo profundo de la sierra toda la imaginería de la ermita para salvarla de las tropelías de la soldadesca. Pasó el tiempo y allí permaneció oculta muchos años la imagen de San Antón, encontrándola por fin un vecino que la trajo envuelta en una manta a lomos de su burra. La gente al verlo le preguntaba que traía y el inocente paisano, sin saber qué era aquello, contestaba: «Un pobre ‘hombrino’ arrecío que me he encontrao en la sierra». Una curiosidad que debe añadirse al corpus de leyendas malpartideñas.
Existe una relación -con algunas lagunas- de los mayordomos que fueron de la ‘Cofradía del Glorioso San Antonio Abad’ desde 1678, habiendo sido los últimos Dña. Asunción Rebollo Gómez -abuela de Dña. Asunción Rebollo ‘la Jolatera’- que la recibió de sus padres y antecesores después de más de 50 años. Fue ella quien en 1948 la traspasó -según documento inventario que obra en nuestro poder- a la Familia Tapia Criado, la cual ha estado en su posesión setenta años. Y desde 2018 se ocupa de la mayordomía la Familia Lancho García, que la ejerce en la actualidad con exquisito gusto y que, curiosamente, es una de las pocas familias malpartideñas que quedan en la localidad dedicadas al cuidado del ganado. Destacamos también las brillantes fiestas que en honor de San Antón se realizaron en 1951, celebraciones que se hicieron coincidir con la bendición y entrega de una bandera al puesto de la Guardia Civil. Fue en esta solemnidad cuando por vez primera se vio en Malpartida de Cáceres torcer el cordón -o vestir el palo, como también se le llamó- por bellas jóvenes de la localidad, adiestradas por el cura ecónomo D. Olegario Martín Notario quien, habiendo estado de sacerdote en Brozas, importó dicha costumbre a nuestro pueblo. Como se ve entonces, el hoy tradicional baile del cordón antes de serlo de San Isidro lo fue de San Antonio Abad.
Finalmente añadir que la festividad del santo «del guarrito» ponía fin en el pasado al tiempo de la Navidad y daba inicio al Carnaval que se alargaba hasta el Miércoles de Ceniza. Eran días en los que la juventud lucía sus mejores galas, las mozas se acudía al paseo de la carretera y se animaban los bailes. Recuerdo, además, que acostumbraban a decir los mayores, dado que estos días parecen coincidir con los de mayor rigor del invierno, que «De San Antonio a los Mártires (el día 20), no salgas de casa aunque de pan no te hartes», previniéndonos que en casa es donde mejor se pasa el temporal. Un año más, con esto de la pandemia, el dicho toma especial significación.