POR ÁNGEL DEL RÍO LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GETAFE Y MADRID CAPITAL.
Paco Gento, la “galerna del Cantábrico”, se nos ha ido sin hacer ruido, velozmente, por la banda, sin poder salvar el último escollo, el último defensor, zaguero de la muerte. Silencioso, como cuando era un velocista que se plantaba en el área contraria, sin que nadie pudiera detectar su presencia, porque era un rayo imprevisible. Se ha ido inadvertido, como correspondía a su modestia y humildad, pese a ser uno de los mejores fugadores de fútbol de todos tiempos, y sin lugar a dudas, el mejor extremo izquierdo que nunca haya pisado un terreno de juego.
Mi relación emocional con el 11 del Real Madrid, comienza en mi etapa de jugador juvenil de fútbol, que tiene a Gento como referencia, un ídolo a imitar, deportista completo, con un pie izquierdo pegado a un balón y una habilidad extraordinaria para ir dejando a rivales derrotados sobre el césped, a medida que la “galerna” soplaba imparable.
Mi admiración personal tuvo la recompensa de un sueño cumplido: conocerle personalmente, estrechar su mano y charlar con él durante media ahora, que a mí me supo a medio minuto. Y todo gracias a mi profesión, al ejercicio del periodismo, porque la primera entrevista que hice cuando empecé a trabajar en el diario YA, fue a Paco Gento. Eran tiempos en los que las grandes figuras del deporte, los jugadores de élite, eran asequibles a sus seguidores y admiradores. Cuando se trasladaban de un lugar a otro, no se desentendían de los aficionados, escudándose en unos cascos, que no sólo les tapaban los oídos, también la generosidad. Se paraban, hablaban con ellos, les firmaban autógrafos. Eran accesibles a los periodistas, facilitaban la labor de éstos; no era preciso concertar entrevistas, ni pactar las preguntas.
Aquella, mi primera entrevista en YA, se la hice dentro del terreno de juego de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, tras finalizar un entrenamiento y antes de pasar por la ducha. Fue todo cordialidad y simpatía por su parte. Sin grabadora, sólo a golpe de cuaderno y boli, al bisoño periodista le temblaba el pulso, se le cayó el bolígrafo, y él me dijo: “Tranquilo, chaval, no tenemos prisa, en casa comemos tarde”.
Era su último año en el equipo blanco, su última temporada como jugador de fútbol, y le pregunté, si su brillante carrera la había convertido en millonario. Su respuesta fue rápida y sencilla: “Si tener un millón de pesetas es ser millonario; sí, soy millonario”. Esa frase fue el titular de la entrevista, que conservo como uno de los recuerdos más entrañables de mi profesión. Para concluir le pregunté, si le gustaría quedarse a trabajar en el club de toda su vida. Su respuesta, también fue sencilla y contundente: “Yo en el Real Madrid me quedaría hasta de barrendero”. Y Paco Gento ha muerto siendo el presidente del honor del mejor club del mundo de la historia.
Este era el hombre, el jugador, el ídolo de mi infancia, mi primer entrevistado, el mejor extremo izquierdo del mundo y la persona sencilla, generosa y humilde cuya mano estreché emocionado, hace ahora 52 años. Gracias, Paco.
FUENTE: https://www.madridiario.es/opinion/angel-del-rio/en-memoria-de-paco-gento