FRANCISCO JAVIER GARCÍA, CRONISTA DE ARROYO DE LA LUZ, HOMENAJEA CON UN NUEVO ARTÍCULO A LA PEÑA EL PIMPORRO
Feb 08 2022

ARTÍCULO SOBRE FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES).

Una de las fiestas de la peña en la sede. / BLOG APYF

El artículo ha sido publicado en el blog Arroyo de la Luz Paisajes y Fiestas, donde se pueden encontrar diferentes fotografías que ilustran la época tratada.

Nuevamente, Francisco Javier García Carrero, cronista de Arroyo de la Luz, continúa con su colaboración mensual con el blog de la Asociación Cultural Arroyo de la Luz Paisajes y Fiestas, que se puede encontrar en el siguiente enlace https://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/

En esta ocasión ha sido un artículo que ha titulado ‘Pioneros: La Peña El Pimporro’, con el que el cronista ha querido homenajear a la pela El Pimporro, acompañado además de varias fotografías «que ilustran a la perfección lo que fueron aquellos años de juventud», como señala el autor.

El homenaje, como apunta, no es solo para estos peñistas, «ellos fueron los que abrieron la puerta a otros grupos de amigos que quisieron con este modelo tomar partido activo con su pueblo, por eso La Teja, El Pandero, La Botella, La Bellota y el Acordeón, entre otras, forman parte de nuestra historia en común».

Como comienza el artículo, llegaron a ser hasta 51 integrantes, aunque sus fundadores fueron 19, teniendo hoy día entre 60 y 70 años cumplidos y algunos han fallecido, pero cuando comenzaron con la peña rondaban los 20 años.

La peña El Pimporro llevaban una camiseta blanca con un pimporro rojo en el pecho y el nombre del integrante e iniciaron un modelo de asociacionismo juvenil que poco después fue imitado por otros amigos en la localidad.

Eran los años de la Transición democrática. El país comenzaba a respirar un aire nuevo. Todo comenzó a gestarse el año de la muerte del dictador, 1975. Comenzaron con un modelo de asociacionismo de peñas que ha vuelto a resurgir en la localidad en las últimas fiestas de septiembre antes de la llegada de la pandemia.

Como señala el cronista, ya en 2018, Máximo Salomón difundió contenidos sobre esta peña. «Mi intención con este texto mensual, además de homenajear a los que pasaron por El Pimporro, es una puesta al día de aquel suceso tan curioso y de alguna cosa más que provocará en los lectores una nostalgia de un pasado ya lejano en el tiempo».

El nombre lo buscaron en uno de los «cacharros» de barro que ancestralmente más han identificado a nuestro pueblo. Típico en todas las casas arroyanas antes de la llegada de los frigoríficos, y básico para hombres y mujeres cuando iban a trabajar al campo durante esos tórridos veranos. Ellos, en cambio, como reconocen muchos años después, lo utilizaban para algo más lúdico, el transporte del típico ponche durante las ferias y fiestas que les elaboraba el señor Faustino. Recuerdan perfectamente que fueron los pioneros en el lanzamiento de los cohetes que anunciaban la llegada del Día de la Luz, y horas antes que el señor Pepe, el Pregonero, los lanzara al cielo de manera oficial. También se atribuyen el honor de haber sido los primeros que hicieron ondear la bandera de Extremadura antes de estar permitida y oficializada.

Tenían su «sede» oficial en el piso superior del bar Moyano, en plena plaza de la Constitución, su auténtico santuario. Allí organizaron un sinfín de fiestas por los motivos más variados, cumpleaños, Nochebuena o Nochevieja, guateques, reuniones para organizar algún evento popular, etc. De aquellas reuniones, por ejemplo, salieron las ideas para participar de manera ininterrumpida entre 1975 y 1981 con diversas carrozas «artísticas» que ofrecían un vistoso colorido al desfile y con el que tuvieron una suerte dispar. El pistoletazo de salida como peña lo hicieron en el año 1975 que representaron unos atrayentes «Sanfermines» con el que obtuvieron un segundo premio. También participaron con una segunda carroza, un «Tablao flamenco» bastante menos logrado ya que se tuvieron que conformar con un discreto sexto puesto.

En 1976 se tomaron muy en serio su participación en el día más grande. Un par de semanas antes difundieron por toda la población, y con el patrocinio de la flamante discoteca Venus, unos pasquines que anunciaban una gran «Vuelta ciclista a Arroyo de la Luz» y en la que se decía que participarían varios equipos. Hicieron juegos de palabras con los verdaderos equipos ciclistas (Bic-Baporú, Kas-tañas), con lo que el personal agradeció la ocurrencia, pero a la hora de los premios se tuvieron que conformar con un tercer puesto. En el año 1977, y quizás disgustados por no lograr el primer puesto del Día de la Luz anterior, participaron con unas «Olimpiadas» que dejaron mucho que desear. No obtuvieron premio alguno, y según sus propias palabras, «¡y con razón!».

En 1978 se volvieron a currar su participación, en este caso con un estruendo de voces con una «Mancha Verde» para la que compusieron una canción propia con letra y música creada para la ocasión, completamente irónica, burlesca y de especial crítica política hacia un suceso que había tenido en vilo a toda España en los últimos días del año 1975, la «Marcha Verde», aquella «legión» de civiles marroquíes que provocaron la entrega de una de las últimas colonias españolas, aunque se decía provincia, en África. A pesar del intento, y quizás por esa crítica descarnada a lo que verdaderamente había ocurrido, se tuvieron que conformar con el segundo premio. El año siguiente de 1978, y viendo que las «algarabías» bullangueras parecían darle suerte, volvieron a repetir con un asunto histórico, aunque más lejano en el tiempo, «La revolución de Pancho Villa»; de nuevo y como en el caso anterior, se tuvieron que conformar con el segundo premio.

En 1980 de nuevo participan de la jornada festiva con un tema entonces de rabiosa actualidad, «El paro», no llegaron a obtener premio alguno porque olvidaron inscribir previamente su carroza por lo que se quedaron nuevamente sin el ansiado galardón que parecía resistirse una y otra vez. Tuvieron que esperar a 1981 cuando, ahora sí, y por fin, con una carroza donde la gracia y el colorido recorrió toda la Corredera alcanzaron el ansiado primer premio. Su puesta en escena de «El Jardín de la alegría» fue recordado durante mucho tiempo como una de las mejores coreografías de lo que entonces eran las carrozas artísticas, una explosión de color y vistosidad que se distinguía claramente de las llamadas carrozas «típicas», más pegadas a la localidad y más del gusto de otros grupos de amigos.

Futbolistas del arroyo varios de sus integrantes, también participaron de los trofeos de peñas que se llegaron a organizar y donde obtuvieron siempre unos magníficos resultados. De la misma forma, nunca abandonaron su interés por la cultura, varios de ellos estudiantes de magisterio, iniciaron distintas campañas con el objeto de recaudar fondos que ayudaran a la construcción de nuestra Casa de la Cultura y tratar de hacer más sugestivos los distintos festivales veraniegos que ya habitualmente se celebraban con motivo del regreso de los emigrantes, espectáculos a los que ya hemos dedicado un artículo en el blog Paisajes y Fiestas.

Desde el punto de vista más anecdótico, dos sucesos son siempre para ellos los más recordados, y no hay ocasión, cuando se juntan, en la que se hable de aquellos años y que no aparezca el recuerdo de alguno de los dos casos. Ambos están relacionados con la afición que entonces todos tenían por las fiestas taurinas. El primer suceso ocurrió a la vista de todo el mundo y tuvo lugar durante las ferias de septiembre de 1977. Aquel día se celebró en la plaza portátil que se montaba en la plaza nueva, un espectáculo «cómico-taurino-musical» en el que los protagonistas de la fiesta eran los enanos-toreros. Concluida una de sus lidias, y teniendo en cuenta el éxito que los artistas habían cosechado ante el respetable, iniciaron la «vuelta al ruedo», tal y como se hace en estos eventos. El público entregado a los artistas les lanzaba desde la grada sombreros, botas con vino, alguna gorra, etc. Cuando pasaron a la altura de la peña, uno de sus integrantes les lanzó el «pimporro» que estaba lleno de ponche. El mismo dio en la cabeza de uno de los integrantes de la cuadrilla que se había despistado y no vio llegar el cacharro de barro. El golpetazo, que fue un lamentable accidente, resultó monumental. El impacto acabó con el torero por los suelos y el pimporro completamente destrozado.

Una parte importante de la grada quedó indignada por el hecho, ya que pensaron que el golpe había sido intencionado y a mala fe. Una apreciación completamente falsa ya que todo fue un desgraciado y fortuito accidente. A pesar de ello, la presidencia de la plaza ofreció su particular visión del suceso ante la autoridad competente, la alcaldía que entonces regentaba Manuel Floriano, quien impuso a todos los integrantes de la peña, acusados de escándalo público, una multa de 1.000 pesetas de la época. A los peñistas la sanción siempre les pareció completamente injusta, pero no se negaron a pagarla y cumplieron como buenos ciudadanos. No obstante, para quedar constancia de la «injusticia» que con ellos habían cometido, decidieron llevar las mil pesetas en calderilla. Hasta el ayuntamiento se desplazaron un buen número de los integrantes, aunque únicamente pudieron pasar dos o tres y entregaron al funcionario de turno, Germán Solano, la bolsa con las mil monedas. El montante fue contado religiosamente por el administrativo peseta a peseta, por lo que le llevó un buen tiempo poder certificar que todo estaba correcto.

La segunda anécdota ya fue vivida de manera privada, solo estaban presentes los componentes de la peña. Todo sucedió en el año 1978, cuando compraron una vaquilla para «torearla» de manera particular. La tenían suelta en una cerca y cerrada con una cancilla. Los más «toreros» en el interior de la cerca, y el resto viendo el espectáculo desde fuera. Los más atrevidos citaron a la vaca que se arrancó sobre dos o tres que le habían provocado, estos corrieron rápido y se subieron en lo alto de la cancilla que al no tener corrido el cerrojo se fue abriendo lentamente con el peso de los que estaban subido a la misma. La vaquilla se coló por la apertura y ahora los que estaban en peligro eran los que no habían saltado hacia el interior de la cerca. La vaquilla se fijó en uno de los componentes, Paco «Muletas», que no pudo correr en desbandada como el resto y que sufrió el mayor «revolcón» de su corta pero intensa vida taurina. Desde entonces no ha vuelto a torear, se cortó la «coleta».

Para finalizar, quisiera homenajear a todos los integrantes de aquella magnífica peña de amigos y nombrar a sus 19 «fundadores». Ahí van sus nombres, Sixto «Cagueta»; Carrasco; Germán, «El del Moyano»; Marcelo, «El de la Oposición»; Julio y Diego, «Garrote»; Luis, «El Pichón»; Joaquín Galán, «El Marqués»; Idelfonso, «El Chombo»; Faustino, «Chafiroli»; Paco, «Muletas»; Maxi, Antonio y Miguel, «Galgos»; Santos, «Birolo»; Germán, «Corcherito»; Emilio, «El Patero»; Vicente, «El Clavel» y mi querido hermano, Jesús, «Jincaclavos».

FUENTE: https://arroyodelaluz.hoy.es/francisco-javier-garcia-20220206105716-nt.html

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