POR MARIA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN).
El carnaval es esa fiesta alocada en la que uno puede ser, durante un corto periodo de tiempo, lo que quiera ser. Etimológicamente hablando, el término ‘carnaval’ procede del italiano carnevale y este de la palabra latina carnem levare, interpretarlo como “despedirse de la carne”. Esta celebración es típica de países con tradición cristiana y está fuertemente relacionada con la época de Cuaresma. Actualmente se ha extendido a casi todo el mundo y destacan los casos de Río de Janeiro (Brasil) o el de Santa Cruz de Tenerife (España).
La Edad Media europea durante el tiempo de Cuaresma, la población debía guardar un ayuno y un celibato durante los 40 días correspondientes. El carnaval surgió precisamente como una forma de coger fuerzas antes de la Cuaresma. La celebración, de carácter popular, se centraba en realizar grandes banquetes centrados en el consumo de carne y dejarse llevar por otro tipo de excesos, de carácter sexual en muchos casos, que agotara sus ansias y les permitiera resistir durante la Cuaresma.
El verdadero florecimiento de esta fiesta se produjo durante la Edad Media en toda Europa, pero especialmente en Italia. El carnaval se celebraba antes del comienzo de la Cuaresma, una festividad religiosa en la que se debía respetar el ayuno propio y la abstinencia sexual, por lo que su finalidad era conceder al pueblo llano una última alegría antes de esa penitencia impuesta.
En Frailes la forma de celabrar las carnestolendas era buscar una ropa vieja, pintarse la cara y salir a la calle cantando y haciendose ver por el vecindadio, que salía a las puertas para escuchar sus tonadillas. Muchas de ellas creadas por José María Antelo, conocido como José María de Zerdas. Recogía episodios del acontecer del pueblo a lo largo del año y les ponía música y letra. Al atardecer la gente joven se refugiaba en el baile que se organizaba el Domingo de Carnaval y a la semana el Domingo de Piñata.
Recibe este nombre de Domingo de Piñata el primer domingo de Cuaresma. La palabra piñata deriva del término italiano pignatta que significa olla frágil. Su origen está en China y de allí se piensa que la trajo Marco Polo a Europa, llegando a Italia. Al llegar allí en el siglo XII a este rito pagano chino le dieron un sentido religioso. En el silgo XVI los españoles lo llevaron a América. Por entonces, la piñata era una olla de barro que se cubría con papeles y se llenaba de dulces. Las personas de vendaban los ojos y trataban de hacerse con el interior de la misma. En el sentido religioso romper la piñata significaba el deseo de acabar con el mal, para ello se le pegaba golpes con un palo que representaba la virtud. Hace esto es lo que nosotros también denominamos el juego de la gallina ciega.
Un año en los carnavales se cantaba esta letrilla en alusión a la banda de música, a su director Fermín Murcia y a su hijo Antonio Murcia, que con 5 años tocaba el violín.
Es muy verdad lo que vamos a decir
comprenderán que no es caso de reír.
Pobres y humildes somos todos en general,
solo el maestro Murcia es lo que hay que admirar.
Que por su talento se le ha merecido
y por todo el pueblo es querido.
Él y su pequeño es nuestra ilusión,
todos le tenemos grande admiración.
La siguiente letrilla critica el puente que se hizo en Soto Redondo, en el arranque de la Cuesta de la Burra. No gustó mucho la forma que se le dió al puente y en aquel carnaval se cantaba:
El Puente Sotorredondo
lo hicieron de pronto un día,
para que vean la fuerza
que tiene la monarquía.
Han hecho unas conejeras
que sirven para criar
y el que quiera echar conejos
allí los puede llevar.
En la República se planteó un conflicto sobre el lugar en el que se debía colocar la feria, como no hubo consenso dió lugar a esta cancioncilla.
Unos dicen donde siempre
otros la quieren llevar
a las Eras del Mecedero
porque hay más local.
Como tanto la movieron
la Feria enferma cayó
y se puso tan nerviosa
que hasta el tren descarriló.
Pero tal vez sean estas letrillas picantes las que se recuerden como con gran arte y gracejo aunque hemos podido observar como en la comarca se cantaban letras parecidas, lo que nos lleva a pensar que se pasaban las coplas de unos lugares a otro por ser de temática intemporal. Allá van algunas.
Luego quieren las mozuelas
que se casen los mozuelos,
eso era antiguamente
cuando no andaban en cueros.
Ahora se les ven las carnes,
los ceros de Tetuán,
y si se agachan un poco
la cañería general.
Una vieja muy revieja
se lo miraba y decía,
éste candil cuando nuevo
gastaba buena torcía.
Una niña en su rincón
medio chifle se ha quemado,
el que se case con ella,
chiflará de medio lado.
Delante del delantal
tienes un conejo vivo,
yo tengo una escopetilla
quieres que le tire un tiro.
Delante del delantal
tienes una sartencilla,
quieres freír dos huevos
y una tajá de morcilla.
Una niña fue a lavar
servilletas y manteles,
y le picó un alacrán
en el quítate y no juegues.
El carnaval es, en nuestro país, un período marcado por la exaltación de lo festivo, de lo mundano y de lo carnal. Una de sus principales características es que, mientras dura, los miembros de cada comunidad no sólo pueden, sino que deben realizar actos transgresores de las normas sociales que se hallan por lo general prohibidos en otras épocas del año: desde comer carne, alimento que quedará proscrito en el período cuaresmal que seguirá al carnaval, hasta realizar actos de violencia socialmente reglamentados, tener contactos sexuales relativamente libres, criticar abiertamente a las autoridades sociales, políticas, religiosas, etc
La inversión de valores, tanto físicos como morales y sociales, es, en efecto, una constante del
tiempo carnavalesco. Los cambios de actitud, posición y orden de personas, animales y objetos se
desarrollan de forma sistemática en esta época. Cuando un hombre se disfraza de mujer y una
mujer de hombre, se está cumpliendo de forma clara el principio de inversión que domina todo el fenómeno carnavalesco. Tal inversión ha sido interpretada como una estrategia social que sirve para aliviar los conflictos y tensiones latentes entre los miembros de cada comunidad, especialmente entre
quienes ejercen el poder y quienes lo sufren; como una especie de catarsis, que permite la expresión ordenada, reglada y temporal, durante un período concreto y limitado de tiempo, de las pasiones y tensiones reprimidas durante el resto de año, lo que, al fin y al cabo, refuerza la
continuidad de la estructura socio-política y cultural.
Durante el carnaval, la práctica de actos desenfrenados de todo tipo ( gastronómico, social etc.)
encauzados dentro de moldes específicos, la institucionalización transitoria del desenfreno y de la
locura, vienen, a constituirse en válvulas de escape que acaban reforzando el mismo orden social
que el carnaval pretende temporalmente parodiar e invertir.
El carnaval es sinónimo de desenfreno y excesos y la gastronomía no podía quedar al margen en una fiesta que honra a “Don Carnal”. Las comidas protagonizadas por la carne de cerdo comparten menú con todo tipo de postres de recetas centenarias. Y no nos podemos olvidar del relleno de carnaval con pan, huevos y carne picada que se cuece, en osasiones dentro de una olla de garbanzos y se toma frío cuando se vuelve de la fiesta carnavalesca. Cada provincia cuenta con sus recetas típicas destacando la cuajada de carnaval, un dulce característico de Granada que se elabora con los restos de los mantecados de Navidad. Desconfía si no te la presentan en la cerámica granadina típica o fajalauza ya que es una de sus señas de identidad.
Desearos un buen carnaval y que el maldito agente infeccioso covid-19 no nos agüe la fiesta.