POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE).
Los carnavales de este año se han visto empañada por la participación de la comparsa «Osadía» haciendo que un sector de la Iglesia pidiera prohibir su desfila por las calles de Torrevieja por «caricaturizar» a la Virgen. Quizás se olvide que el carnaval encarna la sátira, lo grotesco, lo cínico con humor siendo parte de su lenguaje escénico. Su ausencia reduciría mucho el espacio de cuestionamiento al orden social, personajes e instituciones, que ha de cumplir esta festividad.
En 1789, el obispo de Orihuela, Josef Tormo erigió una ayuda de parroquia dedicada a la Inmaculada Concepción, dependiente de la matera de Nuestra Señora del Rosario, dictando el prelado las normas a cumplir los días festivos en todo el obispado, refiriéndose, ya por aquel entonces a los “bailes con disfraz”:
“Y como nada es tan opuesto à lo sagrado è importante fin, como por lo que por una ignorancia, error, equivocación o corruptela digna de llorarse amargamente, se está practicando en dichos días con no poco oprobio del verdadero religioso culto, declaramos à su conseqüencia, que los actos justamente prohibidos en ellos son: todo genero de espectáculos publicos y profanos, es à saber, comedias, operas, corridas de toros, bacas ò novillos, especialmente en calles ò plazas, que perturban el comercio publico, y libre concurrencia à los Sagrados Templos, bayles con disfraz ò sin el, Juegos publicos de suertes, naypes, azár ò envite, vedados por Reales Pragmaticas, y aun de pelota […]; y cualesquiera otros, que atraigan la concurrencia de gentes de ambos sexos […].”
Los carnavales y mascaradas eran justificados ante la Iglesia con la excusa de celebrarse para pedir y recaudar dinero y fondos bien para arreglos en el templo o para dedicarlos a fines benéficos. El obispo Josef Tormo reprueba esta justificación diciendo:
“[…] las fiestas y celebridades sean yá ocho, quince ò mas dias de bayles publicos, ocupando mañanas, tardes y gran parte de las noches en plazas, calles y otros sitios, nombrando una muger, que llaman Reyna ò Condesa, con el encargo de mandar à todas, y otras veces Doncellas, con el de recoger limosnas por las casas, calles y heredades del campo, con la publicidad, falta de decoro correspondiente à este sexo, y con los demas notorios riesgos que se dexan ver, ya rifando algunas cosas que llaman joyas, ya formando juegos publicos de naypes, y de otras clases, […] por carnestolendas con el pretexto de[…] diversión, para mayor lucro y festejo profano, resultando de todo un considerable daño al estado y familias, por los muchos jornales que se pierden, indispensables tal vez para las labores del publico y preciso alimento de la gente pobre; à que se juntan los excesos que van consiguientes al bullicio, tropel y mezcla de toda clase de personas[…].
Consiguientemente à todo lo dicho declaramos, que la referida prohibicion de las diversiones profanas comprehende, y se extiende à los dias de Quaresma, aunque no sean de Fiesta entera ò de dimidiada, por ser de tiempo santo, que tiene destinado nuestra Madre Iglesia, para que sus hijos imploren la misericordia de Dios, y perdon de sus culpas por medio del ayuno y mortificaciones, absteniendose como corresponde, no solo de lo tolerado, sino aun licito en otros tiempos; y muy particularmente en el dia de Ceniza […].
[…] que a lo menos en dicho primer dia de Quaresma, que él mismo [Dios]consagró con el ayuno y retiro en el Desierto, para nuestro exemplo y observancia, os abstengais de semejantes perniciosos excesos, y extremados desordenes en comidas ó bebidas, y cualesquiera otros desahogos profanos, desde las doce de la noche del ultimo dia de carnestolendas, en que empieza la Santa Quaresma, y se celebra el dia misterioso y sacratisimo de Ceniza […].”
Y describe el ilustrado obispo Josef Tormo y Julia algunos detalles sobre la celebración del Carnaval en el obispado de Orihuela, describiendo aquellas fiestas:
“En algunos de los Pueblos se contraviene publicamente à las Reales Ordenes de su Magestad, […] no solo se bayla por ocho, doce, trece y aun catorce dias consecutivamente, sino que se hacen Mascaras, vistiendose los hombres con trages de muger ò de Botargas, usando ambos de Mascarilla, mudando la voz, y metiendose de tropel en los Bayles para mover la griteria y alboroto de las Gentes, y divagando todo el dia con Dulzayna y Tamboril con grande algazara por las calles y plazas, entrandose en todas las casas, y obligando ‘a todas las mugeres à que baylen aunque sea poco, y ‘a dar una gratificacion al Dulzaynero […].
De nada sirvieron las prohibiciones, tanto de la Iglesia como de la Corona. Numerosas Leyes Eclesiásticas y abundantes Ordenes Reales no lograron que dejaran de celebrarse año tras año las fiestas del Carnaval en todo el obispado de Orihuela, incluso en recientemente fundada población de Torrevieja.
En el siglo XIX las autoridades eclesiásticas, civiles y militares intentaron desterrar el carnaval prohibiendo los bailes de máscaras, pero las órdenes fueron burladas constantemente, y en muchas ocasiones con la complicidad pasiva de las autoridades absolutistas de Fernando VII, aunque con medidas de vigilancia y control. En una segunda etapa -la conocida como el Trienio Liberal-, se permitió un Carnaval libre que redundó en unas fiestas brillantes.
Los bailes se regirían por un estricto reglamento para evitar excesos. Como en ocasiones anteriores, se prohibieron disfraces, o desnudeces que ofendieran las “buenas costumbres” -expresamente los que imitaran a corporaciones y autoridades-, así como las agresiones verbales.
Destaca los bailes de máscaras en casas particulares, y las cuadrillas de hombres y mujeres que disfrazados recorrían las calles «entonando canciones del país y patrióticas», con acompañamiento de guitarras y castañuelas.
En Torrevieja se festejaban las Carnestolendas con confetis, danzas, cuadrillas bailando y cantando por las calles, gigantes, cabezudos, dulzaina y también, pese a las protestas y prohibiciones, con bromas pesadas a los vecinos, amparándose en el anonimato que proporcionaban el llevar el rostro cubierto. Salían «las máscaras» con ropas viejas y la cara tapada con trapos, talegas, caretas, bien en grupos o individuales, pero sin organización oficial.
De todas las formas de diversión, las que tenían mayor aceptación popular eran las máscaras, ya fueran individuales o en cuadrillas. De éstas las había de a pie o en carruaje, acompañadas de bandas de música, y estudiantinas. A estos grupos o cuadrillas que previamente preparaban sus intervenciones parodiando, cantando y bailando, se les conocía con el nombre de «comparsas».
En febrero de 1855, con motivo de obtener fondos para uniformar a la Milicia Nacional, acuerda el Ayuntamiento de Torrevieja organizar bailes de máscaras, estableciéndose entradas de distinto precio para hombres y mujeres. Fue la primera vez que un estamento oficial tomó parte en la organización de unas fiestas de Carnaval.
Las ordenanzas municipales de Torrevieja en el año 1875, dictan las normas que se debían seguir los días en la celebración de los bailes de máscaras:
“1º.- En los tres días de carnaval se permitirá andar por las calles con disfraz y con careta, pero sólo hasta el anochecer.
2º.- Tanto por las calles como en los bailes queda prohibido el uso de vestiduras de ministros de la religión o de las extinguidas órdenes religiosas y trajes de altos funcionarios y de Milicias, como también el de otra cualquier insignia o condecoración del Estado.
3º.- Ninguna persona disfrazada podrá llevar armas ni espuelas aunque lo requiera el traje que use, extendiéndose esta prohibición a todas las personas que, aunque no disfrazadas, concurran a los bailes, en los cuales ni los militares podrán entrar con espada, ni los paisanos con bastón, exceptuándose sólo la autoridad que presida.
4º.- A esta solamente corresponde mandar quitar la careta a la persona que no hubiese guardado el decoro correspondiente, cometido alguna falta o causado cualquier disgusto en el público.
5º.- Se recuerda además en dichos días la prohibición expresa de vender y quemar carretillas y petardos de mixtos fulminantes y arrojar aguas o basuras, o dar con guantes. Para el debido orden en las demás diversiones regocijos propios de aquellos días, se tomarán además por la autoridad las disposiciones convenientes.”
Muy popular fue la estudiantina de Carnaval del año de 1888 que, recorriendo las calles, pedía limosnas para los vecinos más necesitados de Torrevieja, que en aquella época eran muchos, cantando letras criticando el precio de la carne y su pésimo reparto en la población: “Aquí ya hemos enterrado la carne, porque no hay ningún pobre que pueda comprarla. Ni rico que no le dé asco por ser traída en un vehículo llamado carro”.