PEDIMOS LA PAZ PARA UCRANIA

POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CADIZ).

El pasado sábado en la loma de la Cabeza del Puerco, en lo que fue un inesperado campo de batalla durante las guerras napoleónicas en nuestro suelo patrio, los miembros de la Asociación Pro-Batalla de La Barrosa acompañados de nuestras autoridades y, un grupo de amigos interesados en conocer nuestra historia, nos reunimos un año más para homenajear a los caídos en la batalla –sin distinción de banderas y nacionalidades– el 5 de marzo de 1811. Un acto incardinado con los conmemorativos del 211 aniversario de batalla de Chiclana o batalla de La Barrosa organizados por el Ayuntamiento.

Nos reunimos para dar nuestro manifiesto a favor de la paz, como el primer día de nuestra fundación: “Nos guía la necesidad de no olvidar. Somos un grupo de ciudadanos, amantes de nuestra historia, que aspiramos a crear desde la sociedad civil una Fundación que promueva y difunda el legado vinculado a esta batalla (…) para que esta se perpetúe por muchos años, mientras disfrutamos de la confraternidad y entendimiento de todas las naciones que componen una Europa en paz”.

Este año con más emoción, más tristeza, con un profundo silencio –solo roto por el lamento de las cuerdas de una guitarra española– mientras leíamos libremente el manifiesto contra la invasión de las tropas rusas en Ucrania. Y de igual manera que otros años reafirmamos nuestra voluntad de paz y concordia mundial conmemorando –nunca celebrando– una batalla. Y todo ello para dar conocimiento a las generaciones presentes de la inutilidad de las guerras; conocimiento frente a la ignorancia para evitar que otras batallas se repitan ¡Aunque se hayan repetido!

Se repitieron a lo largo del siglo XIX, en España y en Europa. En el siglo XX estallaron: una guerra incivil (1936-39) en España y dos guerras mundiales en Europa (1914-1918) y (1939-1945). Sin olvidar lo que Winston S. Churchill (1874-1965) predijo al finalizar la última: “vendrán otras guerras, las guerras de pigmeos entre naciones más pequeñas”: La guerra de Vietman (1955-1975), la del Golfo (1990-1991) o la guerra de los Balcanes (1991-1995). No sin razón al siglo se le catalogó como el siglo más violento de la historia. En el nuevo milenio: la invasión de Irak, las guerras yugoslavas, guerras en África, en Afganistán, Yemen, Siria…

Aún así, y a pesar de ello, el sábado, desde lo alto de la loma, en el mirador donde diáfanamente se divisa los horizontes de los cuatro puntos cardinales, junto al monolito dedicado a los caídos en aquella jornada del 5 de marzo de 1811, pedimos la paz y la palabra, como escribió el poeta Blas de Otero (1916-1979): “Pido la paz y la palabra. / Escribo / en defensa del reino / del hombre y su justicia. Pido / la paz / y la palabra”.

Pedimos la paz con nuestras palabras, de frente, mirando al viento que movía las ramas de los tiernos olivos sembrados en aquel lugar –en señal de paz–; en aquella tierra que un día recibió la sangre joven de media Europa. Desde allí, desde la loma, y mirando al verde mar infinito del océano Atlántico, nuestro mar civilizatorio, al mar de Alcides –Hércules– nuestro mito más legendario, reivindicamos la verdad sobre la mentira. “La verdadera madre de la violencia” había dicho Mahatma Gandhi (1869-1948), apóstol de la paz. Y reafirmaba: “El camino de la paz es el camino verdadero”. “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. No faltaron tampoco los versos de la poetisa Gloria Fuertes (1917-1998) con su poema, “El día que se implante la Paz”: “…Caerá una nevada tenaz / y duradera. / Todo será blanco / de miradas en fiestas, / los copos serán grandes / como sábanas cameras. / En aquella nevada, Dios soltará sus banderas / y Cristo, / será feliz, por vez primera”.

Pedimos la paz en este tiempo de guerra lleno de incertidumbres e inquietudes, sin saber a ciencia cierta qué es lo que puede ocurrir de un día para otro en Ucrania. Sabemos que hemos estado al borde de un desastre nuclear de grandes dimensiones con el bombardeo de las tropas rusas a la mayor central nuclear de Europa, la central de Zaporiyia. Nos dicen que no ha habido escape radioactivo. Sabemos del éxodo de miles y miles de ucranianos hacia las fronteras de países vecinos, sobre todo a Polonia, que ha abierto su corazón a los refugiados en un gesto sin precedentes. Sabemos de matanzas de civiles… Lo que no sabemos es todo lo demás que está ocurriendo, que no será poco. Ahora, desde la lejanía del tiempo, nos parece que otras guerras fueron distintas, pero solo con mirar algunas páginas de la hemeroteca de cualquier periódico o la videoteca de algunas televisiones observamos grandes similitudes, paralelismos ¡No hemos aprendido nada! Quizá porque todo tiene un mismo denominador común: la condición humana.

Bibliografía:

-Fuertes, G. (1996): “Mujer de verso en pecho.” En “Dios sabe hasta Geometría”. Selección y edición, Juan Carlos rodríguez. PPC, Distribución y Editora, Madrid, 2017.

-Gandhi M. ( 1982): “Las palabras de Gandhi”. Selección Richard Attenborough. Editorial Bruguera.

-Otero, Blas (1974): “País. Antología 1955-1970”. Colección Rotativa. Plaza y Janés.

FUENTE: https://www.facebook.com/joseluis.aragonpanes

Sin Comentarios.

Responder

Mensaje