PARA: LAS MUJERES MEXICANAS
DE: LA DOÑA
Mujeres de México, ha llegado la revancha; somos mayoría probada, con más calzones que los machos que nos han acercado al precipicio, queriendo representar al país empezando por el huarachudo de palacio.
Las vimos marchar, sin dejarse intimidar por los que presagiaban “violencia con sopletes, picos, hachas y mazos” que usarían para dañar al que se acercara. ¡Puras Habas!
Erguidas, echadas pa’delante; de la planta de los pies a la punta del copete. Confundidas hijas, madres, esposas, abuelas, madres solteras y lesbianas; todas al fin liberadas, como lo fui yo, al enamorarme por igual de Jorge Negrete, de Pedro Armendáriz y hasta de Pedro Infante con su indio Tizoc, el más puro de mis amores.
Estamos conscientes de que, quien nos rechaza protegiéndose tras altas vallas de acero, lo hace porque sabe lo que valemos y no puede pagarlo. Le lloramos durante tres años tras lo cual cambiamos de ropa para desfilar como sólo nosotras sabemos hacerlo, portadoras de un corazón que es la bomba que sacará a México de su postración e inseguridad; porque si no son ustedes, no veo quién sea, con el permiso de los varones, y sin él también…
Cuánto deseo que el lugar de la mujer mexicana sea ocupado ya por verdaderas hembras, capaces de manotear y gritonear, cambiando puntos y comas a decretos y ocurrencias mañaneras, abriendo a las masas ante el garbo de su paso, que fue cerrado una vez más con vallas, tan grandotas como el miedo a nuestra mirada.
Hemos aprendido a cuidarnos de quien nos da flores o bien limosna en una pinche tarjetita que se puede convertir en el establecimiento de una especie de derecho de pernada con la que seríamos ultrajadas por políticos de horca y cuchillo que querrán vernos hincadas para darles las gracias de por vida.
De los señoritines de los partidos de oposición, ni ocuparme en estas líneas, consciente de que hacen la función del sparring quien, en caso de responder a un golpe o dañar al oponente, quedaría sin trabajo y con peligro de ir a prisión.
Recordemos que esas vallas nos podrán impedir el paso, mas nunca el alzar la voz; y así como dije en “La Cucaracha”, por mientras miéntenle la madre , ¡porque esas también duelen!
María