POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA, CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (PRINCIPADO DE ASTURIAS)
Koppa nació en un pueblo de Camerún, hijo de una familia humilde. Como muchos niños de su edad, a los 12 años salió de casa para ganarse la vida jugando al fútbol. Así estuvo por varios equipos viviendo en casa de los presidentes. A los 15 años fue llamado para acudir a una preselección nacional. Llamó la atención de un falso agente de futbolistas —de los muchos que proliferan en el país— y le ofreció un futuro prometedor: viajar a Europa para fichar por un equipo profesional belga. Koppa que llevaba tres años fuera de casa y apenas se comunicaba con sus padres, accedió. Vivió durante un año en casa del agente.
Este no hacía más que pedirle dinero para el viaje a Bruselas y los trámites federativos. Koppa se puso en contacto con sus padres y estos llegaron a vender un terreno para conseguir el dinero que les pedía el traficante de niños futbolistas, pero a pesar de su edad, se dio cuenta de la estafa y decidió escapar de aquella maldita casa. En su mente había un sueño: llegar a España. Comienza una aventura en solitario que lo llevaría a cruzar media África. Salió con el pasaporte como su bien más preciado y unos billetes dispuesto a atravesar cinco países: Camerún, Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos, total: 5.600 km. Salió del país, en un autobús cruzó Nigeria y parte de Níger, hasta que el conductor paró y los dejó a 100 km de Tamanraset (Argelia). Caminó los 100 km por el desierto, pero al llegar fue detenido, junto con otros, y todos fueron devueltos hacia atrás, a un pueblo de Níger. Aquí terminó su dinero.
Estuvo seis meses trabajando para poder seguir el camino. Volvió a Tamanraset por segunda vez, evitaba los pueblos y aprovechaba las escasas zonas boscosas que encontraba. Tamanraset es un paso obligado en el corazón del Sáhara, un cruce de caminos donde abundan los desaprensivos en busca de personas indefensas, un cruce de caminos en medio de la nada donde la vida tiene poco valor. Aquí cogió un autocar, y atravesando el desierto del Sáhara, llegaría hasta Magnia, cerca de la frontera con Marruecos. En esta ciudad fronteriza argelina trabajó siete meses para conseguir dinero para pagar la patera que lo llevaría a España. Hasta Oujda —primera ciudad marroquí y punto de encuentro de inmigrantes antes de dar el salto a España— fue caminando por el monte durante tres días. Se acuerda con agrado de esta ciudad porque fue la primera vez en dos años que durmió en una cama, antes lo hacía en bancos, coches, y sobre todo en el suelo.
Contactó con la «banda», como él dice, y le dieron el precio del viaje en patera: 1.200 euros en mano y por adelantado, y el salvavidas, que era opcional, 50 euros más. El precio incluía el viaje a Nador —punto de salida de la embarcación— en el maletero de un coche compartido con otro compañero. Apenas sin tiempo ni para estirar las piernas, aquella noche la suerte ya estaba echada. A los 68 inmigrantes, incluído Koppa, les esperaba una larga travesía.
La llegada a España (II)
Partieron de Nador al anochecer. La travesía sería larga porque su destino eran las playas de Almería. Poco tiempo después de partir la zodiac empezó a tener problemas con el motor, pero al final se solucionaba. Cuando todo parecía que iba bien empezó a entrar agua y se pasaron toda la noche achicando agua. Al amanecer empezaron a notar pérdida de aire en la embarcación. Con esta zozobra consiguieron avistar la costa española. Tras más de veinte horas de navegación, a las cinco de la tarde, llegaron a una playa almeriense donde les estaba esperando la Guardia Civil. Dos años después de salir de su país, llegó, por fin, el 30 de mayo de 2007 —una fecha que nunca olvidará— a la tierra soñada.
Llegaron todos sanos y salvos. Koppa y otros compañeros fueron enviados a un centro de internamiento de Barcelona, luegó acabó recalando en Madrid. En la capital estuvo poco tiempo, había mucho control y decidió dar el salto a Asturias. Llegó con lo puesto y el pasaporte.
Pese a su juventud, ya era una persona madura. Vi cómo llegó, viví en primera persona todos los trámites durante años, fui guardián de sus papeles, visitamos dependencias policiales, administrativas, despachos de abogados, etc. Los días los pasaba asistiendo a clases de español, siempre con la carpeta de papeles bajo el brazo, algún trabajo de vez en cuando. También se levantaba todos los días a las siete de la mañana para correr. Hasta que consiguió la residencia española no lo tuvo fácil, pero mereció la pena. Jugó al fútbol en varios equipos, entre ellos el Iberia, fue el primer jugador africano que vistió la casaca amarilla de los de Bimenes.
En 2016 visitó a su madre. Este viaje de vuelta fue diferente, el avión tardó 12 horas en llegar desde Madrid a Camerún, nada comparado con los dos años del viaje de ida.
Hoy, totalmente integrado, no olvida a las personas y a las organizaciones que pusieron su granito de arena en los momentos difíciles. Hoy Koppa habla un buen español, tiene los papeles en regla, un trabajo, una familia, disfruta de su coche y respira felicidad. A veces, los sueños se hacen realidad.
Fuente: Luis Miguel Montes Arboleya. Cronista oficial de Bimenes