NOMBRAMIENTO DE SALVADOR PÉREZ PÉREZ, COMO CRONISTA DE LA GUANCHA (TENERIFE).
Está igual que siempre. Igual que cuando le vimos de cerca en una de las célebres Ferias de La Guancha, anticipo del auge de la artesanía canaria, en la segunda mitad de la década de los ochenta. Entonces, coordinaba, ejecutaba y presentaba actividades de aquella convocatoria. Parecía nervioso pero no lo estaba. Por eso, “al escenario suben quienes yo diga”, le escuchamos decir. En otro momento, “al cartel no le falta sino hablar”, en referencia a la foto del contenido anunciador, elegida por él mismo. Y cuando hubo de puntualizar a Victoriano Ríos, que recién se estrenaba en la presidencia del Parlamento de Canarias, a propósito de la paupérrima cooperación de otras instituciones: “¡Vaya dúplica!”, dijo el flamante presidente.
Igual, igual que entonces, Salvador Pérez Pérez, guanchero universal, pero también indómito, indesmayable, perspicaz, sensible… El primer cronista oficial de su localidad natal, La Guancha, que ha dado a conocer con probada voluntad de proyectar sus valores, su vocación agrícola, su búsqueda de espacio e identidad en el variopinto norte tinerfeño, principalmente desde la educación y la producción literario-periodística. Pérez, octogenario, ya era cronista antes de serlo oficialmente, desde el pasado sábado, cuando se materializó el acuerdo unánime de la corporación.
Fue en una lluviosa –¿o calimosa?- tarde de sábado, en Santo Domingo, con centenares de amigos, familiares y allegados arropándole. Y con Aurora, su esposa, por supuesto. Y sus alumnos. Y compañeros de docencia. Y el alcalde , Antonio Hernández Domínguez, y la corporación que preside. Allí estaba La Guancha en peso, capaz de acudir a cualquier convocatoria de quien lo ha sido todo, ahora también cronista oficial que podrá contar, desde la institucionalidad, la historia, los rasgos, los sucesos y los personajes del municipio, tal com0 le reserva, entres sus funciones, el reglamento que sustenta el acuerdo del consistorio.
Contó Salvador Pérez Pérez, miembro de la Asociación de Periodistas de Tenerife, con la presentación de María del Pino Fuentes, que desafió en pleno directo las dolencias de su cólico nefrítico, para leer una apología de elaboración propia, escrutada desde muy cerca por el propio Pérez, quien fruncía el ceñó y aprobaba o desaprobaba los elogios con gesticulación propia del jurguilla. Gran trabajo (también en los preparativos) de María del Pino, siempre tan escrupulosa con el protocolo.
Los testimonios de José Fernando Díaz Medina, presidente de la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias, austero hasta la exactitud; y del director general de Comunicación del Gobierno de Canarias, Juan Manuel Pardellas Socas, que leyó –con esa voz heredada- un llamativo texto de experiencia personal que sirvió para dimensionar el alcance de La Guancha en la obra educativa de algún país africano, fueron elevando las emociones que, en determinado momento, cuando aludió a sus hijos, fallecidos en un aciago accidente de tráfico, no pudo contener el nuevo Cronista Oficial, tan firme y tan rígido pero tan tierno a la vez.
Pérez leyó, en síntesis autobiográfica, su infancia, su juventud, su paso por la docencia, sus viajes, sus intercambios, su experiencia vitalista, en definitiva. Este maestro, este periodista, este animador sociocultural, este tantas cosas, este trabajador en la sombra pero dando la cara en lo que fuera menester, evidenció que los desafíos de la vida se pueden superar con entereza, con compromiso y con dedicación. ¿Quién dijo adversidades si se dispone de motivación para superarlas? Ahí quedan , entre otras, la Fundación que lleva el nombre de sus hijos, Carlos Salvador y Beatriz, que se hubieran sentido orgullosos, seguro, con el nombramiento del primer Cronista Oficial de La Guancha y las cosas que se dijeron de él.
Remató el alcalde, Antonio Hernández Domínguez, que trató de usted a “don Salvador”, (un respetito es muy bonito, decimos en los pueblos), y ya le encargaba los primeros trabajo al nuevo Cronista, entre ellos, la historia del pueblo y de sus habitantes.
Se va a lucir, seguro.
Pues seguirá igual que siempre.