POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
Si una novela no mereciera una segunda lectura holgaría también la primera. No es el caso de “La Regenta”, de Clarín, y el ensayo de Ricardo Labra, “El caso Alas Clarín”, que invita a su vez a requeteleer esa cumbre de la literatura española y europea del siglo XIX, en su momento considerada, según Ricardo, novela de clave y también novela ideológica, a las que hoy sobrepuja la novela literaria, como obra trascendente.
A estas alturas, Ana Ozores (1884), y esto es cosecha mía, se codea y en muchos casos mira por encima del hombro, a la Madame de Tourvel (1782), de Choderlos de Laclos, en “Las amistades peligrosas”; la Madame de Rênal (1831) de Stendhal, en “Rojo y negro”; la Hester Prynne (1850), de Nathaniel Hawthorne, en “La letra escarlata”; la Emma Bovary (1857), de Flaubert; la Fleisch (1874) de José Martí, en “Adúltera”; la Ana Karenina (1875), de Tolstoi; la Luisa (1878), de Eza de Queiroz, en “El primo Basilio”; la Naná (1880) de Zola; la Melanie de Caparoux (1882) y la Effi Briest (1895), de Fontane; la Eloísa (1884) de Galdós, en “Lo prohibido”; la Santa (1903), de Federico Gamboa; la Katia (1921) de Janaceck; la doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos; la Constance (1928), de D. H. Lawrence, en “El amante de lady Chatterley”…
Dice mi sobrina Lucía Pelayo Díaz, “que nadie se acerque jamás a ti sin que al irse se sienta un poquito mejor, y más feliz”. Pues bien, quien se acerque a este ensayo de Labra, se sentirá más cerca de la luz clariniana y, en general, más iluminado.