POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA OFICIAL DE LAGOS DE MORENO (MÉXICO).
DEL GENERAL FELIPE ÁNGELES
A MIS VALIENTES COMPATRIOTAS
Amados paisanos, el pasado viernes supe de un documental en el que cierto sujeto filmó a un general mexicano, uniformado, quien se presenta con nombre y cargo acompañado por su tropa ante mi estatua ecuestre, a la que le informa que por mandato presidencial, el proyecto del aeropuerto llevará mi nombre. Si ya de por sí esto es una locura, lo es más el estar obedeciendo en esas órdenes a un extranjero para una ridícula interpretación.
Sabrán que hay un tal Nicomedes quien a diferencia de este, no es militar ni se presenta con ese atuendo y menos con mando de tropa ante su oráculo particular, sino como un simple mequetrefe que invoca a voluntad a muertos, leyendas y hasta personajes de la ficción, para una comunicación epistolar que haga reflexionar a sus pocos lectores, sin que falte algún aventado que dé el consabido “me gusta” o uno que otro que incluso llegue a compartir sus ocurrencias, todo ello como carburante para que continúe escribiendo al saberse leído.
Bonita mi estatua, eso sí, montando un buen caballo, como los que tuve, de gran alzada por los desplazamientos que acostumbraba hacer; recuerdo a “Ney” y a “Curley”, caballos bautizados así en recuerdo a dos mariscales de Napoleón Bonaparte; el último de ellos, tuvo por nombre “John Brown”, con el que recordaba yo a un líder negro que luchó en contra de la esclavitud, que supongo es en el que me montaron.
De la admiración que tiene el Presidente sobre mí, no tengo más que agradecimiento, deseando llegue a conocer algo más de mi vida y convicciones; que sepa que nunca serví para la publicidad, por lo que no me presté a aparecer en la famosa fotografía de la Silla Presidencial en la que vemos a Villa y a Zapata, quien por cierto dijo que no se sentaría en ella porque quien lo hacía, se volvía malo o loco, sin faltarle la razón, pero no vamos a empezar con provocaciones.
Entre la multitud aquella buscaba yo a Monreal, por los recuerdos que tengo de aquella Toma de Zacatecas, pero creo que no fue requerido. A quien sí divisé fue al general Cienfuegos, hombre de muchos tanates como buen militar, quien se presentó doblando al presidente en las acusaciones que le hizo por supuesto en una mañanera, sin ningún fundamento como siempre.
Respecto al camarógrafo, un tal Epigmenio, siempre convenientemente arrodillado ante el presidente, vimos que ahora el karma le llegó como búmeran haciéndole caer de nalgas ante su admirado líder, quien todavía acabó con el cuadro al darle tierna sobadita en la pronunciada calva, para después desaprobar con mirada inquisidora el chiste que «se le chispoteó» a su Doña respecto al presidente despeñado; muy raro todo, ¿pues qué le debe…?
En fin, compatriotas, espero de verdad que el aeropuerto que lleva mi nombre sirva a México por encima de las burlas mal intencionadas sobre la señora de las tlayudas que no es más que un distractor a la crítica monetaria y operativa de la obra; creo que los recuerditos que ahí se vendían, en un par de años servirán para el museo de los horrores de México, cuando ninguno de aquellos quiera recordarse vociferando, a falta de ideas, que: “era un honor -¿cuál?- estar con Obrador”.
De verdad deseo que las anunciadas fallas en las limitaciones y funcionamiento del nuevo aeropuerto queden en eso, sin costo de vidas que representarían el Waterloo de su 4T; y que mi cuaco no llegue a representar al de Caballo de Troya que acabó con las esperanzas de todo un pueblo que reiniciará de cero, como algunos ya lo anuncian en nuestro agotado suelo.