La destrucción de obras de arte ha estado, fatalmente, presente en las sociedades a lo largo de la historia. Una veces por cuestiones bélicas, como hemos visto recientemente en Croacia, Irak o Ucrania, donde el desastre y la rapiña han caminado de la mano y otras veces por abandono, han favorecido la desaparición de monumentos o recuerdos artísticos que jamás retornarán al inventario cultural de los pueblos.
Los que tenemos la suerte de vivir en ciudades como Cáceres, donde el patrimonio artístico es una seña de identidad, sabemos lo mucho que cuesta mantenerlo en un estado que permita su transición a generaciones venideras. Aunque no siempre fue así. Sólo tenemos que hurgar un poco en las fuentes documentales para adivinar la desidia que, en otro tiempo, caracterizaba a numerosas construcciones que hoy forman parte del rico legado arquitectónico local.
El 23 de febrero de 1912, se informa al ayuntamiento cacereño que el muro de contención del jardín del Palacio de las Veletas, de propiedad privada, se halla en completo estado de ruina inminente, siendo un claro peligro para las casas inmediatas que pueden ser arrolladas en caso de derrumbe. Esta situación obliga al consistorio a dirigirse a Alfredo Villegas, apoderado de la propietaria del inmueble duquesa de Fernán Núñez, para que «sin pérdida de tiempo solucione el problema y derribe el murallón que sostiene las tierras del jardín» .
El 21 de enero de 1918 es denunciada la ilustre Torre de las Cigüeñas, por «el estado ruinoso y descomposición de las fábricas», torre que no había podido ser reconocida interiormente por carecer de escaleras para acceder a ella. Además en el lateral del palacio hay viviendas que se ordena deshabitar para evitar que el desprendimiento de piedras pueda ocasionar daños irreparables a los moradores. Sus propietarios, la Marquesa de Camarena y Conde de los Corbos, acceden a los arreglos «cuando el tiempo lo permita».
Otras veces es la misma Plaza de Toros, en estado de ruina inminente en mayo de 1912, lo cual desaconseja las corridas que deben celebrarse con motivo de las ferias locales o la popular ermita del Espíritu Santo, que en 1921 se encontraba con los tejados en estado de desplome, por lo que su párroco solicita que el Ayuntamiento asuma el arreglo valorado en 1.250 pesetas, arreglo al que el consistorio no accede por «no haber consignación en el presupuesto». Calamidades que en el tiempo presente serían incuestionables debido a la protección que las leyes ejercen sobre el patrimonio de todos. Sin embargo nunca hay que bajar la guardia.
FUENTE: https://www.elperiodicoextremadura.com/caceres-local/2022/03/23/proteger-patrimonio-64149754.html