POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Este es un lugar de calma y recogimiento. ¿Puede darse un recinto que albergue más paz, más serenidad y sosiego que un convento? Grandes y gruesos paredones, rejas donde las oraciones y las letanías desafían al mundo. La espadaña en lo alto de sus tejados. La puerta de la iglesia. El locutorio. Otras puertas siempre cerradas que no sabemos a qué estancias comunican. El olor de las flores en sus claustros y el dulce sonido de una campana que nos despierta de las torpezas de este mundo. Paz y Bien.
En su obrador, las hijas de Santa Clara, se afanan en estos días cercanos a Semana Santa, por sacar la repostería mejor guardada, endulzándonos el tiempo y la vida. Productos de primera calidad, que tras su venta sirven para que la comunidad pueda vivir en estos tiempos complicados. Tradición, intimidad, antiguas recetas transmitidas durante siglos, junto al toque de unas mujeres dadas a Dios que ponen paciencia, sabiduría y sobre todo amor, bajo el saludo en su acogida desde el torno: “Ave María Purísima”.