POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA , CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (ASTURIAS).
Cuentan por la aldea de Melendreros, del conceyu de Bimenes, que en tiempos remotos, en la explanada de un prau que hay delante de la fuente de la Ruxiella, desde bien temprano se veían ropes tendides y relucientes, que aparecían y desaparecían misteriosamente.
Nadie pudo en mucho tiempo descifrar aquel enigma hasta que cierto día, una muyer, que se llamaba Polonia, salió a buscar leña por aquellos andurriales y cuando pasó por delante de la cueva que albergaba esta fuente, de la cual brotaba un gran caudal de agua con un ruido ensordecedor, encontróse con una xana muy guapa, de cabellos rubios, sentada en una piedra caliza al borde del agua. Estaba enrollando un filu que salía por el güeyu de la fuente. Cuando se vieron la xana levantóse, recogió su mandil, como si dentro escondiese algo, y medio riéndose se lo entregó, diciéndole:
—Toma, muyer, no lu mires hasta mañana a estes hores,
y ahora vuélveme la espalda.
Y mientras Polonia lo recogía la xana desapareció por el fondo oscuro de la cueva. Marchó Polonia con el bulto pa casa, pero no pudo resistir la tentación y miró lo que llevaba en el mandil, y grande fue su sorpresa cuando comprobó que lo que allí había eran piedruques de carbón. Enfadada, las tiró a la sebia y marchó con el mandil encantáu.
Al día siguiente, Polonia volvió a mirar el mandil y quedó de una pieza cuando vio que los cachinos de carbón que habían quedado prendidos entre les costures saltaron transformados en pequeñes chispes de oro. Aunque ya había pasado la hora señalada por la xana, la desgraciada muyer fue a buscar el carbón que había tirado a la sebia, pero no encontró nada y quedóse con les ganes de ver el carbón transformáu en oro.
Diz el rumor popular que la misteriosa y bella xana durante años siguió lavando la colada por la noche, después la tendía en el prau a la luz de la luna y al amanecerín se ponía a filar. Todos los guajes de la zona estaban bien encamentados de casa para que no pasaran por allí, pero los más intrépidos, con los nervios a flor de piel, cruzaban corriendo a toda velocidad por delante de la cueva aventurándose a que en cualquier momento se encontrasen de frente con la xana.
FUENTE: CRONISTA