POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA.
La Cofradía del Cristo de la Esperanza celebra su estación de penitencia en un multitudinario Domingo de Ramos.
En siete días creó Dios el mundo de estos nazarenos de color esperanza, como siete pasos sacó este domingo a la calle el cortejo verde y oro, la procesión de Domingo de Ramos que propone en tallas de espléndida factura la entrada del que será Cristo en Jerusalén. Lo aclama la multitud sobre la popular burrica, hacia donde los más pequeños dirigen sus miradas sorprendidos. Muchos de ellos, tras dos años de pandemia sin procesión, ni recuerdan este paso ni siquiera la generosa acción de entregar caramelos.
Es posible que el mismísimo San Juan andara alguna vez a la puerta de la parroquia de San Pedro. Porque en su Apocalipsis, escrito en aquella isla donde acaso añoraba el tradicional tintineo de las tulipas, advertía de que «había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos».
En todos los templos de la cristiandad se proclamó este domingo la Pasión de Cristo, que incluye el relato de la triple negación de San Pedro. Sólo unas horas después, Murcia tuvo el honor de presenciar la misma escena, pero mucho más plástica y sabrosa, salida de la gubia del inmortal Salzillo, en la talla del apóstol que suplica perdón mientras a su derecha un gallo parece aguantar su cuarto canto.
El gallo, tan hermoso que nunca se conoció en Jerusalén uno mejor criado, atento lo mira, como si renegando protestara: «¡No te entretengas Perico, que en tres cuartos de hora justos tenemos que estar en la Catedral!».
Y eso piensan sus estantes, los que clavan los pies de hierro en el suelo, como puntales con suela de esparto, que mucho gimnasio hace falta, señores, para levantar tanto peso si le falta aliento al alma. Y el alma del nazareno murciano, cuando la Pasión la reclama, lo único que echa en falta es que esta Semana Santa no se alargara hasta junio, y que en lo alto de la carreta del Corpus se colocara una Dolorosa, con permiso del Cabildo.
Cuando el tercer paso inclina su cabeza de buen Nazareno y se asoma a Murcia quisiera el atardecer fundirse en sus cantoneras y en el oro de su túnica, en la corona dorada que mancilla su cabellera.
Nuestro Padre Jesús, envuelto en la melodía de la marcha pasionaria que se derrama por la ciudad antecede al evangelista Juan, la mano apoyada en el vientre, adelantando un paso y con la palma de la Domenica de Ramos en la mano, tal que estandarte que palidece anunciando que Ella se acerca: la Virgen de los Dolores, recién levantada del pie de la Cruz, eleva sus ojos al cielo. Parece que María, resplandeciente sobre los brazos de luces y la túnica y manto bordados en oro, camina altiva porque sabe que la cofradía está de fiesta.
«¡Al toque, al toque y pa’lante!», suspira José Ignacio Sánchez Ballesta, con la seguridad de siempre pero esta vez con más emoción, el presidente de esta Esperanza de palmas que en la tarde nazarena, desde Jara Carrillo a San Pedro, va proclamando que son los hermanos del celo.
Del Celo por la Salvación de las Almas, como concluye el largo nombre de la cofradía; de la salvación de aquellos que han olvidado que en Murcia, cuando resuena una marcha, cuando el Arrepentimiento despliega sus velas estofadas de morera no hay quien aguante un suspiro.
Según avanza la procesión, marcados sus horarios hasta el segundo, una multitud de jóvenes y ancianos, familias cargadas de niños y antiguos nazarenos alfombran el camino con suspiros de admiración. Espectacular adorno floral el del Cristo, cuya cruz mana rosas que van cubrieron la tarima.
FUENTE: https://www.laverdad.es/semana-santa/murcia/tunicas-verdes-pedro-20220410193701-nt.html#