POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
De aquel antiguo manto que la mujer llevaba en España e incluso trasladó, en el siglo XVI, a la América colonial de los criollos, se pasó a un elegante tocado de blonda, chantilly o tul, al que se le llamó mantilla.
Sin embargo, tendríamos que atrasar nuestro recuerdo a ese tiempo de caballeros cuando cubrían sus monturas con una especie de manta pequeña, al que algunos trovadores llamarían mantilleja o mantille. No hay que olvidar por tanto que, siendo medieval, moderna o contemporánea, esta prenda va a ser clave en el tocado femenino para engalanar parte de su riqueza decorativa, de ahí que en momentos solemnes, la mujer asistiera tal y como decían las crónicas, “… a misa con peineta y mantilla”. Ahí quedó su uso.
Nos dice la RAE que es una “Prenda de tela fina o calada, especialmente seda, tul o encaje, que usan las mujeres para cubrirse la cabeza y que a veces cae sobre los hombros y la espalda; suele ser de color blanco o negro y llevarse en festividades, en Semana Santa, para ir a los toros o como complemento de algunos trajes populares o de fiesta”.
Por eso Cuenca, hoy en día de jueves santo, se ha cubierto de mantilla, negra para la razón de duelo, la de Cristo crucificado, dejando el blanco para la Resurrección, porque ha querido recrear su espíritu entre el añorado sentimiento de esa mujer elegante en su presencia sin olvidar que todo se rige en la serenidad del encanto.
Y lo ha hecho posible un proyecto, una idea, un crear ante el deseo de esperanza y modernidad, que viene de la mano del diseñador de moda, Eduardo Ortega, conquense, joven comprometido con la innovación y estudio de nuestro modo de vestir para entender el modo de vivir.
Su formación universitaria se la prestó Andalucía, allí donde pueden comprenderse los hábitos tradicionales de la sociedad española, la misma que ha sabido encontrar entre las tonadilleras y el baile, la sensación de sentir la moda, masculina y femenina, como parte de una idiosincrasia entre elegancia, utilidad, sencillez y prestancia. Sevilla y Málaga fueron sus claves en formación para las Bellas Artes, la Historia, el Turismo, la Gastronomía, Gestión de Protocolo, el Diseño y la Moda, como ese sentimiento y causa, y ahora Cuenca, su ciudad y tierra donde revive, día a día, recordando a su añorada madre Teresa García, la que quiso marchar al Cielo demasiado pronto, a la que pétalos de rosas adornaron, ayer Miércoles de pasión, cubriendo a esas imágenes de la Semana Santa pasional de la ciudad de las Hoces.
Por eso, en este jueves santo 2022, Cuenca sentirá el peso y la razón de blonda en mantilla negra, por calles y callejas, por iglesias y parroquias, por capillas y retablos, a una y otra hora, en el resurgir del mundo del silencio donde la imagen en presencia y encanto, marcará un antes y un después.
Eduardo Ortega lo ha hecho posible con un nuevo hilo de costura de vida, igual que hizo, en la historia del cuento, la princesa costurera, de “la montaña del Fénix del Cielo” cuando al llevar un par de zapatos de color rosa, de tela flexible y sólida a la vez, se podían ver a su trasluz, esos movimientos de dedos a través del pedal de la máquina de coser.
Así lo ha hecho este joven costurero, diseñador, modisto o artista del tejido, al poder dejar ver bajo la blonda de la mantilla más calada posible, el sentimiento y la belleza de la mujer conquense, la que ríe y llora según lo hacen las piedras de sus hoces, la que viste y calza al compás del viento que mece sus pinos, entre dolomías rocosas, aguas transparentes del Júcar o rascacielos patrimoniales de San Martín o San Miguel.
Una idea en una Semana Santa esperanzadora, deseada después de luto pandémico, una Semana Santa que serpentea inigualable entre sus callejas, a ras de puente de San Antón o por la puerta de Valencia, Plaza Mayor o Carretería, en subida y bajada, sin descanso mientras las tulipas serpentean a ras de casquijo y piedra por empedradas curvas que ascienden al cielo de Cuenca.
Hoy, jueves santo, las iglesias de Virgen de la Luz, El Salvador, Madres Concepcionistas, San Esteban, Esclavas o Blancas, Benedictinas y Catedral, servirán en sus oficios religiosos la presencia de la mantilla negra, tal y como reza su cartel publicitario, porque Eduardo ha querido hacer diferente algo común, o porque en la novedad de la tradición está la estampa de lo nuevo y el sentimiento conquense a la vez. Tradición, Religión, Pasión o Moda, confabulan en el camino de la Cuenca de hoy. Su madre estaría orgullosa.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/393965/la-mantilla-por-miguel-romero-saiz