POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO Y OSCAR DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE CASAS DE DON ANTONIO (CÁCERES).
La Enfermería estuvo situada en la calle Olmo, donde actualmente se encuentra el convento de Monjas Jerónimas, que utilizan como iglesia conventual la capilla que tenía la Enfermería.
Fue construido en el siglo XVII, sobre otras dos mansiones más antigua de los linajes Pereros, Aldana, Porcallo, de la Cerda o Sotomayor-Bravo. Según don Miguel Angel Ortí Belmonte, en su obra Fundaciones benéficas de la Provincia de Cáceres anteriores a 1850, “el actual colegio de las Carmelitas fue en su origen la enfermería de San Antonio del convento de San Francisco. El Ayuntamiento cedió a los franciscanos en el año 1659 un solar en la calle del Olmo, donde construyeron su hospital para 30 enfermos. El sostenimiento de las camas de los enfermos corría a cargo de la nobleza cacereña, que colocó azulejos talaveranos con sus escudos de armas encima de las puertas de entrada de las celdas, conservándose todavía hoy bastantes, y son de una gran belleza y de valor heráldico. A las familias que sostenían las camas las llamaban alcobistas. La desamortización trajo la pérdida de la enfermería, los edificios religiosos pasaron a la mitra, quien la cedió en 1889 a las madres Carmelitas de la Caridad, para colegio de niñas”1.
En la Enfermería eran internados los frailes que habitaban el Real Monasterio de San Francisco de Cáceres. Dado lo malsano del sitio en que se edificó el Monasterio antes citado, necesitó la comunidad un local en el que venir a curarse de la enfermedades que la acometían (principalmente paludismo y tercianas, enfermedades frecuentes por estar su convento ubicado en las insanas orillas de la ribera), y el Ayuntamiento, al igual que hizo antes con los terrenos para el convento, les donó a guisa de limosna, en 1659, un solar en la calle del Olmo, para construir un hospital, con una capacidad de 30 enfermos.
Sobre cada una de las puertas de sus celdas se destacaba un escudo de armas, y la familia a quien pertenecía estaba obligada a mantener al religioso doliente que lo ocupara, hasta que la enfermedad remitiera.
Este convento quizá tenga hoy la mejor colección de emblemas sobre azulejos policromados de toda la provincia de Cáceres. En las celdas del piso bajo hay un escudo cuartelado de Ovando-Solís-Rol-Becerra; un escudo cuartelado de Ovando-Solís-Cárdenas y Vargas; un escudo cuartelado con las armas de Golfín-Del Águila-Carvajal y Portocarrero; un escudo cuartelado de Carvajal-Roco-Moscoso y Godoy; un escudo cuartelado de Becerra-Monroy-Saavedra-Pimentel y Menchaca; un escudo cuartelado de Ovando-Solís-Zárate (por los Rol)-Aldana; un escudo cuartelado de Aponte-Ulloa-Zúñiga-Córdoba (marquesado de Torreorgaz); un escudo partido de Cabrera, cortado de Vega y Del Barco; y otro con el blasón de don Gabriel de Saavedra2.
También aparecen el escudo de la ciudad de Cáceres, con los cuarteles cambiados y, a la derecha, el de la Orden Franciscana. En la portada del convento hay dos blasones, uno acuartelado en cruz con las armas de Cabrera, Aldana, Calderón y Del Barco, y otro de Sotomayor, partido de Bravo.
Exclaustrados lo frailes sirvió de casa rectoral al cura de la Parroquia de San Mateo hasta 1889, en que el Diocesano la dio para casa residencia a la Hermanas Carmelitas de la Caridad, dedicadas a la enseñanza, quienes la denominaron ‘Colegio de Santa Cecilia’, para instrucción de la juventud femenina. En la actualidad este convento está regentado por la comunidad de monjas de la Orden de San Jerónimo.
Es una construcción de mampostería y sillería. En su fachada se pueden ver tres escudos: el de la ciudad de Cáceres, con un león y un castillo al revés del orden habitual, el de la Orden de San Francisco, y el de Felipe V.
La capilla es de un solo tramo de nave y presbiterio rectangular. Se cubre la nave mediante bóveda de cañón con lunetos, y la capilla mayor con cúpulas semiesférica sobre pechinas.
Lo más atractivo de la construcción en la decoración pétrea de placados barrocos que cubre los muros y las bóvedas, en la actualidad encalada. Tiene una serie de dependencias en su entorno: celdas, salas, etcétera, que, en su mayor parte son posteriores al siglo XVIII, época de la construcción de la ermita. Destaca el bello patio al que daban las celdas de los enfermos llevando cada una de ellas en bellos azulejos los escudos de las casas nobles por cuya caridad estaban dotadas.
Se conserva en el presbiterio un retablo barroco de hacia 1720, de un cuerpo articulado de tres calles con columnas salomónicas; tan solo restan las tablas pintadas en el banco. Hemos de destacar que el pintor Francisco Mendo Montejo, activo en la ciudad de Cáceres, fue el autor del ciclo dedicado a exaltar milagros de San Antonio de Padua, un conjunto de cuadros que existían en la enfermería del mismo nombre, dependiente del convento de San Francisco, y que hoy se encuentran en el convento de San Francisco.
En total son seis cuadros, de los cuales cuatro presentan escenas únicas y son del mismo tamaño, mientras que los otros dos se componen con dos narraciones dispuestas verticalmente, y que pertenecerían a un retablo; de hecho, los historiadores locales Sanguino y Pulido pudieron leer en una de la cartela de uno de los cuadros la fecha 1678 y los apellidos del autor, ‘Montejo’, aunque hoy solo se aprecia en uno de los cuadros, concretamente en el que representa a San Antonio resucitando a un muerto, una firma ilegible en la que puede distinguirse “ont-fatiebau /Cáceres”3.
En el ciclo dedicado a San Antonio de Padua que se encuentra en el convento de San Francisco destacamos las siguientes obras: San Antonio resucitando a un muerto; San Antonio salva al albañil que cae del andamio; el milagro de la mula que se arrodilla ante la Sagrada Forma; San Antonio expulsando a los demonios, doble escena con milagros de San Antonio donde aparecen varios personajes que reparten pan a varios niños, mientras que en la zona inferior aparece la imagen del santo en un altar rodeado por un grupo de fieles que acompañan a un ciego, cuyos ojos llevan en una bandeja; y doble escena con milagros de San Antonio, de la misma características que la anterior, presentando la zona superior a un grupo de mujeres rezando ante el santo, y en la zona inferior varios frailes trayendo a un moribundo a la iglesia donde se venera su imagen, obras de cierta calidad artística4.
El edificio fue utilizado tras la Desamortización de Mendizábal como casa rectoral. En 1889 pasó a ser colegio de enseñanza de las religiosas Carmelitas, y actualmente pertenece a las religiosas Madres Jerónimas.