POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
Quiero traer aquí a colación, citas de mis admirados filósofos, tanto los ilustrados franceses como los decimonónicos hispanos. Todos hablan de la Pasión, como vocablo eterno, fundamental y decisivo para afrontar proyectos en las sociedades modernas.
Juan Manuel Martín nos expresa claramente que “…igual que la naturaleza de un caballo de carreras es correr, y cuando corre se llena de vida, nosotros tenemos corazón, y cuando sentimos pasión nos llenamos de vida.
Cuando estamos apasionados por algo, o por alguien, todo cambia de color. Es como si el arcoíris estuviese permanentemente encima de nosotros. La vida se hace ligera, chispeante y profundamente satisfactoria. Es por ello que siempre se ha dicho que los enamorados son gente feliz.
Vivir con pasión significa que en nuestra vida estén presentes personas, experiencias y actividades que nos apasionan”.
Y en todo ello, me recuesto con admiración y sentimiento en la Semana de Pasión de un pueblo al que quiero como mío, al que he dedicado tiempo para conferenciar bajo los pilares de su historia y al que me siento unido por familia y por mantener el orgullo de ser el Cronista Oficial, sin olvidar que hiciera antaño un pregón de fiestas: Villar de Domingo García.
Hablar de este lugar es contar anécdotas donde la historia dejó su huella. En su inventario internacional, su villae romana de la pedanía de Noheda, donde el complejo de mosaicos de época tardoimperial, más importante de occidente, mantiene viva la esperanza de ser un referente patrimonial indescriptible. En la localidad del Villar de Domingo García, sus gentes, honestas, generosas, hospitalarias y excepcionales, te reciben y te ofrecen sus excelentes viandas regadas por ese buen vino, cosechado por ellos mismos en las numerosas cuevas que adornan el lugar.
Su iglesia parroquial de la Asunción, reformada y ampliada entre los siglos XVII y XVIII alberga numerosas piezas esculturales de alto valor espiritual y artístico, destacando la talla de su Nazareno, originario de un taller de la Ventosa, y su Yacente, maravillosa obra de los talleres alcarreños, que tiene su albacea en esa Hermandad de la Vera Cruz, una de las más antiguas de España.
El Cristo en la Cruz, maravillosa obra de la imaginería barroca, San Miguel, la Virgen del Rosario (patrona y madre) y el sepulcro, adintelados entre los arcos y crucería de su estructura como templo de bella estampa de campanario robusto.
Casas de buena hechura, casonas antiguas, algunas de corte palaciego, calles y callejas, el Ayuntamiento y la antigua Posada del Villar, “parada y fonda” de los coches de caballos que hacían el tratamiento postal entre estos pueblos del señorío de Torralba. De la posada queda su recuerdo, nacida en el siglo XVI y que estuvo en funcionamiento hasta los años 60 del siglo pasado, en sus dos plantas y altillo, con patio central y portón de entrada, estructura que sería derribada en la década de los 80.
Y si dejas el camino del Rebollillo, pasando casi por la casa de mi sobrino Oscar, llegas a las cuevas, icono del buen vino y de las merendolas de antaño. Todo un lujo.
Y es que en este lugar del Villar de Domingo García, hacen una buena Semana Santa, pasional como bien se describe, más que nada porque sus hermanos, nazarenos de negro hábito y capuz, dan la herencia de aquellos franciscanos que dieron vida a la más primitiva hermandad de la Edad Media.
Ellos organizan los Pasos que deben de salir, asisten a los necesitados, transforman la Pasión en un acto de sentimiento, en el que jóvenes (algunos niños) y menos jóvenes asisten a sus voluntades y responsabilidad como los primeros.
Un lujo verlos procesionar, sirviendo al tiempo, sacando en su jueves de dolores y en su viernes de muerte, por el sacrificio en la Cruz del redentor, todo en un todo, con sentimiento y esa pasión que iniciaba mi artículo. El Viacrucis, luego el Santo Entierro, al final, la Resurrección.
Estandartes, banderas, horquillas, banzos, nazarenos, cinco pasos, silencio, campanilla que advierte, canciones en base de Salve, niños portando tulipas, escapularios, oraciones, sentimiento, todo lo que un pueblo, metido de lleno en la Alcarria conquense, sabe hacer y dejar sentir.
La ermita del Santo Cristo de la Calzada donde se produjo la bendición de ramos te advierte de este pueblo tiene algo especial. Y lo tiene porque los Arribas, Martínez, González, Parrilla, Ballesteros, de Julián, García y un sinfín de apellidos, te reciben con ese cariño de familia más que de amigo, su casa es tu casa y su pueblo es tu pueblo.
Una Semana Santa especial para una gente especial.