POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
-Es gratificante que te reconozcan en tu propia tierra -declaró el homenajeado como si se refiriese a su entrevistadora y a la tierra de ella.
Debió emplear la primera persona del singular:
“Es gratificante que me reconozcan en mi propia tierra”.
O un genérico:
“Es gratificante que a uno le reconozcan…”.
Si el homenajeado fuera un sujeto poderoso cabría el plural mayestático:
“Es gratificante que nos reconozcan en nuestra propia tierra”.
Los anglosajones lo llaman royal we; Carlomagno empezaba sus cartas: “Nos, Carolus…”. También, paradójicamente, podría utilizarse este pronombre como plural de modestia, para quitarse importancia, o sociativo, implicando a los oyentes y a la propia entrevistadora.
Pero es confuso el “tu” no deíctico, invasor, impersonal, pragmático pero no sintáctico, encubridor y antipático más que empático. Cuando Bécquer escribió “Poesía eres tú” no quiso decir “Poesía soy yo”, ni “Poesía somos nosotros” aunque clavemos en él nuestra pupila azul; se dirigía a su musa, Julia Espín. Cuando Cernuda dijo: “Tú justificas mi existencia; si no te conozco no he vivido”, no hablaba de sí mismo sino del joven Serafín Fernández Ferro. Cuando Cirlot dijo: “Las estrellas son sombras donde tú resplandeces”, no aludía a su propio resplandor sino a la actriz Rosemary Forsyth.
Otra cosa sean los versos de Victor Hugo: “¡Ah!, ¡insensato que crees que yo no soy tú!” y de Antonio Machado: “No es el yo fundamental eso que busca el poeta, sino el tú esencial”.