ANTONIO PÉREZ CRESPO CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA
Las actividades de este obispo, que llegó a cardenal, son tan amplias y variadas que dos de sus biógrafos las enumeran a modo de sistemática: Díaz Cassou, en 1895, lo describe como: 1. Guerrero. 2. Sabio: escritor de obras impresas y manuscritas. 3. Obispo: 4. Hombre. Y Juan Bautista Villar en 2005: el hombre, el sacerdote, el soldado, el virrey, el capitán general, el cruzado, el obispo, el reformador, el filántropo, el fundador, el mecenas, el empresario agrícola, el político y el cardenal.
El obispo Belluga en sus Visitas ad Límina sigue la sistemática tradicional en la forma de exponer la situación de su diócesis, observándose una progresiva evolución en sus planteamientos y en el conjunto de su exposición. La descripción que realiza de la vida en la diócesis de Cartagena en la que analiza el grado de formación de sus fieles, la situación de la Iglesia en general y el grado de preparación de los sacerdotes y órdenes religiosas ponen de manifiesto un nivel cultural muy bajo en todos los aspectos; la dispersión de la población murciana en pequeños caseríos, la existencia de centenares de ermitas y las dificultades existentes para su atención espiritual.
Se ha sistematizado una información de primera mano que nos ofrece el profundo contenido de una realidad cotidiana.
A. RELACIÓN DEL AÑO 1705.
Obispo Luis Belluga y Moncada -1704-1724-: El primer aspecto que destaca el obispo de Cartagena es la urgente necesidad de celebrar un sínodo en esta diócesis que desde 1588 -habían pasado 132 años- no se había celebrado, siendo en esa fecha obispo de la diócesis Jerónimo Manrique de Lara. Sobre este tema afirma: «Apenas hay regla por donde poderse gobernar…», y anuncia que en un plazo de dos años, al terminar su visita a la diócesis, podrá celebrar el sínodo después de haber visitado detalladamente todo sus territorios, anunciando que el sínodo lo organizará «a expensas propias para no agravar las fábricas». Esta visita previa le permitirá tomar luz de aquellas cosas que puedan remediarse. Inició su vista la mañana del 1 de octubre.
Los temas que más preocupaban al obispo, antes de iniciar la visita, eran los siguientes:
1. Los párrocos de esta ciudad y del obispado. Son muy pocos los que cumplen la estrechísima obligación de enseñar la doctrina cristiana que deben exponer los días festivos a sus feligreses. Esta situación se padece en todos los obispados del Reino, siendo muy difícil de solucionar. Con este fin publicó una amplia carta pastoral detallando las obligaciones de los sacerdotes, de los confesores, predicadores y párrocos, anunciando la publicación de un edicto para excitar a su cumplimiento, detallando las penas correspondientes en caso de incumplimiento.
2. El clero. Está muy relajado. Muchos clérigos, menores y presbíteros, prescinden del hábito, especialmente durante las tarde, y las noches; muchos tienen dos vicios capitales: avaricia y lujuria; otros, viven en comunicaciones torpes y adulterios sacrílegos; otros caen en el torpe vicio de la usura.
3. La Iglesia catedral y su fabrica. Es administrada por el cabildo, sin dependencia del obispo; tiene bastante y buena congrua para el sustento de sus prebendados y ministros, para el culto y divinos oficios que se celebran con loable culto y decencia.
B. RELACIÓN DEL AÑO 1712.
El 29 de septiembre de 1705 el obispo Belluga realizó su Visita ad Límina concretando algunos gravísimos asuntos referentes al cabildo de la Catedral.
Hacía 132 años que no se había celebrado un sínodo en la diócesis, y desde que se hizo cargo de ésta, inició su trabajo para poder reanudar esta importante actividad, que permite al obispo ponerse en contacto con la realidad diocesana.
1. Desde 1708 fecha de cese de la guerra en esta diócesis -se está refiriendo a la Guerra de Sucesión entre los pretendientes Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos-, visitó toda la diócesis, a excepción de un partido perteneciente a la orden de Santiago, que ni el obispo, ni sus predecesores han podido visitarlo, confiando en que la nunciatura autorice a los prelados estas visitas, aunque sólo sea para administrar los sacramentos.
2. Los curas de este obispado no predican la doctrina cristiana, y el obispo, aplicando las normas del Concilio, y aunque la ignorancia de sus gentes es digna de llorarla con lágrimas de sangre, ha compuesto un pequeño catecismo, del que ha impreso 30.000 copias para que lo repartan gratis a sus feligreses.
3. Más de un tercio del obispado está formado por casas dispersas, muy distantes de los lugares en que hay habitantes; tiene más de setecientas ermitas, en las que se dice misa los días de fiesta, aunque no puede obligar a los religiosos que dicen esas misas a que expliquen la doctrina cristiana. El obispo prohibió que en ninguna ermita se pudiese decir misa, sin explicar durante la misma la doctrina cristiana, bajo penas graves. Si algún sacerdote secular, o regular, la dijese debería explicar también la doctrina durante el ofertorio.
Mandó construir veintiuna iglesias, y agrandó y restauró otras muchas. En algunos pueblos las obras están terminadas; en otros, no, porque el Cabildo se niega a ayudar con los diezmos, y sería necesario iniciar un pleito en su contra, para conseguirlo. Mandó tejer los damascos necesarios de varias partidas de lienzos y repartirlos con equidad, entre las iglesias pobres, a costa de las rentas del obispo.
En todos los conventos calzados se ha impuesto una hora de oración. El colegio seminario mantenía dieciséis o diecisiete colegiales, que sólo servían de acólitos de la Catedral, y únicamente aprendían gramática. Al no existir Universidad en este reino, existía una gran falta de ministros hábiles para los curatos y las aldeas.
Ordenó que entrasen 46 colegiales para estudiar la sagrada teología. «Hoy tiene el colegio excelentes teólogos».
En todas las iglesias de la diócesis en las que hay bastante numero de clérigos, ordenó el obispo que todos los días de fiesta se digan vísperas, y asistan todos los clérigos, y se lea al pueblo media hora de un libro espiritual, y otra media platiquen los eclesiásticos.
«En esta diócesis había gran relajación en los vestidos; y adorno de hombres, y mujeres. En estas mayor por la desnudez de los pechos, y brazos, y bajos, llevando las basquiñas de forma que se descubrían los pies: el obispado sacó una carta pastoral demostrando la grave malicia de estos excesos, y un edicto prohibiéndolos con pena de excomunión mayor, y llamando a hombres, y mujeres a la moderación y honestidad cristiana, y lo mismo en quanto a los bailes y danzas, con lo que ha logrado una general reforma».
En esta diócesis no había casa de recogidas, donde se pudiesen encarcelar las “malas mujeres”, dándole éstas al obispo mucho que hacer por lo vicioso del país; no podía recoger las niñas huérfanas, que muertos sus padres andan por las calles pidiendo limosna, con muchas ocasiones de perderse. Recogió a estas rameras, encarcelándolas en una casa mientras el obispo fabricaba otra.
Hacía falta una Congregación del Oratorio, para el recogimiento y reforma de los eclesiásticos seculares. El obispo ha iniciado la construcción de una casa a estos fines. Existían montes de piedad de trigo, para ayudar a los labradores durante el tiempo de la siembra; unos, fundados por algunas personas devotas, encargándose de la administración el cura o alguna cofradía.
Bibliografía: Díaz Cassou, Pedro. Serie de los Obispo de Cartagena, edición facsímil, Publicaciones del Instituto Municipal de Cultura, Murcia, 1977. Irigoyen López, A. y García Hourcade, J. J. Visitas ad Limina de la Diócesis de Cartagena -1589-1901-. UCAM, Murcia, 2001. Villar, Juan B. El cardenal Luis Belluga. Colección Biografías Granadinas, segunda edición, Comares, S.L., 2005).
Documentalista: Soledad Belmonte