POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Pasó el tiempo y en 1935 tuvimos la desgracia que murió nuestro padre, tras una larga enfermedad y también, dato curioso, justo un mes antes, dejó este mundo su amigo Gregorio Garrido, padre de la que con el tiempo sería mi esposa, y también carpintero.
Continuaba pasando el tiempo, y en el aspecto político-social todo se iba deteriorando hasta que llegado el fatídico año 1936 estalló la guerra civil, tan negativa para todos y también para la Librería Segarra. Pasados unos meses tuvieron que incorporarse a filas mis dos hermanos, quedando yo solo en el negocio. Poco después a consecuencia de una caída y convaleciente de una enfermedad, me surgió una grave lesión en la rodilla izquierda y ese diagnóstico me recluyó en casa. Por lo que mi hermana María tuvo que incorporarse a la Librería. Dada la situación iban quedando pocas existencias pues la escasez hacía estragos. Tuvo gran habilidad para “trapichear” con ciertos artículos, efectuando cambios por otros especialmente alimenticios, que solían traer gentes de los cortijos, por lo que fue muy meritoria su actuación, haciendo frente para salir adelante.
Yo dentro de la desgracia, tuve la suerte de tener un médico excelente, creo que exiliado, que no solo me curó la enfermedad infecciosa, sino que nos apercibió a tiempo de la gravedad de la rodilla, de la que sané, aunque casi tres años después. Este fue el motivo de no ir a la guerra (mi quinta se la llevaron poco antes del finaly también de no tener que hacer, acabada la guerra, una larguísima “mili” como tuvieron que hacer mis compañeros.
Por fin, acabada la contienda, regresaron mis hermanos incorporándose a sus trabajos en la carpintería y librería, respectivamente. Mi hermana a sus labores caseras junto a mi madre.Yo continué con mi tratamiento de baños de sol y calcio (cuando se encontraba) y las muletas para caminar, hasta que poco después en Madrid, tras haber estado tres meses de escayola por el doctor Tera, un especialista dijo que mi rodilla estaba curada y que podía caminar; que no podría doblarla totalmente, pero que se notaría poco y efectivamente así fue.
Algo después, perdido el miedo, volví a mi trabajo entre libros y papeles, y ya por mucho, por muchísimo tiempo.
En 1940 nos trasladamos a vivir en una casa, alquilada de la plaza, que empezó a llamarse del Generalísimo, donde mudamos igualmente la librería ya que era en la misma acera dejando el pequeño local que evidentemente fue un periodo de interinidad.
Durando la nueva ubicación que duró veintiún años, siendo los diez primeros muy difíciles, durante los cuales Miguel alternaba su profesión de Agente comercial de enero de 1936, según consta en su Carnet Profesional, que conservo como recuerdo por deferencia de mi cuñada Rosario.
La práctica de las representaciones, hacían viajar a mi hermano, Miguel, con mucha frecuencia, en aquellos primeros tiempos de postguerra, solo a poblaciones de la comarca y cuyo ámbito ampliaría posteriormente, debido a las muchas y buenas casas que representaba.
Esta actividad le dio la oportunidad de ofrecer después los artículos de nuestro negocio, preferentemente de papelería, que en cierto modo llegó a ser, a finales de la década y durante los cincuenta, como un pequeño almacén, sirviendo los artículos más corrientes a su clientela.
Uno de los pueblos que más visitaba, era Beas de Segura y como consecuencia de esas visitas, conoció a la que después sería su primera esposa y madre de sus tres hijos.
Transcurridos los peores años, ya en 1948, el anterior al que yo tenía decidido para contraer matrimonio, consideramos oportuno, ante la nueva situación establecer un acuerdo, privado, pero muy válido sobre el que basar nuestra tácita asociación, asesorados por el ilustre notario Don José Espina Manzano.
El resultado fueron unos doce años de perfecto funcionamiento y durante los cuales tuve ya un protagonismo casi total. Ya que Miguel se dedicó plenamente a sus representaciones, que ampliaba con distintos depósitos de mercancías para distribuir, que también compatibilizaba con su mucha atención a la finca agrícola de su esposa en Beas de Segura, siendo naturalmente por su exclusiva cuenta ambas actividades. Su aportación al negocio común consistía en pasar los pedidos que servíamos a varios puntos de la comarca, que preparábamos y él solía llevar la mayoría de las veces.
Seguimos marchando bastantes años, pero que muy bien, y nuestros hijos naturalmente creciendo, lo que al menos a mí me hacía pensar…
Iniciada la década de los setenta, llamada posteriormente “prodigiosa”, me decidí proponer a mi hermano en evitación de futuros problemas, el que me traspasara su parte de negocio, y lo hice por escrito, ya que siempre se me ha dado mejor la pluma que la lengua y con este principal argumento: ¿Crees tú que nuestros hijos como primos, podrían continuar como nosotros lo hemos hecho hasta ahora como hermanos?.
Durante algunos meses tuvimos diferentes ratos de diálogo sobre el tema y finalmente llegamos a un acuerdo firmado por ambos y los principales miembros de la familia, con la solución económica, inventario y valoración, siendo la mitad de cada parte; se señaló el porcentaje de indemnización por la cesión de su parte y la modalidad de los pagos.
Encontré local para mi nueva instalación con la Librería (de todos conocidos) y Miguel continuó con el que teníamos e instaló su “Centro de Representaciones”, que muchos recordarán, dando de esta forma al traste con el dicho que estos casos acaban mal, puesto que lo fue bien.
Vecindad con la Cultura
(Diferentes motivos me llevaron a ser vecino, con la Librería de Juan Antonio Segarra. Mis padres se habían quedado con el Bar la Terraza, y tuve que ayudarles varios años. Por las mañanas tras preparar todo lo necesario, casi a diario charlaba con Juan Antonio, compraba el diario “Pueblo” y leía interesado las crónicas y entrevistas de Tico Medina y Raúl del Pozo. En 1961 y 1962 Tico Medina, estuvo en Villanueva con motivo de la Fiestas del Aceite, y lo conocí personalmente. Juan Antonio me guardaba diversas reediciones de los clásicos Julio Verne, Charles Dikens, Daniel Defoe…Libros de éxito como “Edad prohibida” de Torcuato Luca de Tena, “La mujer de otro” o “Los renglones torcidos de Dios”; José María Gironella, Pio Baroja, Ernest Henmigway…
Posteriormente fue el momento de los fascículos de Salvat, y Juan Antonio me animó, logré los doce Tomos de la Enciclopedia Monitor, que encuadernaba con gran maestría Juan de la Cruz Fernández, en la cercana imprenta Campos. Después llegaron, también en fascículos los seis tomos de la Historia de España del Marqués de Lozoya, la colección de 100 libros de Salvat, con la colaboración de Radio Televisión. Puedo decir que Juan Antonio era una enciclopedia viviente, charlar con él de cualquier tema, era una lección magistral de la vida en cualquiera de sus aspectos..Después llegaría el cambio de actividad y la despedida de la vecindad, pero no de visitar la Cultura)
Tuve que vender un quiñoncito, que poseía procedente del patrimonio familiar, para mejor hacer frente a mi nueva situación y me apresté con mucha ilusión y dedicación en el inicio de la nueva singladura de la Librería Segarra, que dada mi larga experiencia, ya no partía de cero. En la anterior ya lo hacía prácticamente todo, que no solo era abrir, vender y cerrar, sino también hacer pedidos, escribir cartas, facturar, despacho personal con viajantes, que en ocasiones acababa de madrugada.
No puedo , ni quiero, dejar de recordar con inmensa añoranza, la inestimable ayuda que me prestó en esos primeros años de independencia, mi queridísima y “ ausente” esposa en distintas ocasiones, y muy especialmente en épocas navideñas, en que una vez acostados nuestros tres hijos, nos bajábamos a la Librería y previa limpieza general, reformábamos el escaparate o efectuábamos una exposición en todo el local, incluso en el suelo, las vísperas de festivos…No fueron únicas esas ayudas, por supuesto.
Pasados unos años más, en que la Librería había iniciado su mayor línea ascendente, mi hijo Joaquín, acabada su escolarización optó por incorporarse junto a mí al trabajo de nuestro negocio (Juan Miguel, el mayorhacía sus estudios en la SAFA de Úbeda y Lola Mari, la menor se escolarizaba en Cristo Rey) lo que no me pareció mal, puesto que trabajo íbamos a tener mucho, ya en plena década de los sesenta, la de mayor desarrollo en nuestra actividad, a la que naturalmente siguieron los setenta y ochenta de continuada expansión, pese a la cada vez mayor competencia, que por otra parte siempre la hubo y en ocasiones, muy desleal…
Y como a cada “quisque” me llegó la hora de la jubilación y según tenía proyectado, desde el primer día de cumplir los sesenta y cinco la titularidad de todo y en todos los sentidos pasó a mi hijo Joaquín.
Lo que es actualmente la Librería Segarra, obviamente es de todos conocido y la mayor parte del mérito en cuanto a su nueva ubicación e instalaciones es, naturalmente de mi hijo Joaquín puesto que su plena dedicación ha dado estos frutos…
José A. falleció el día 17 de enero del año 2009.
Agradecimiento: ”Casi unas memorias de Juan Antonio”, facilitadas por su hijo Joaquín.
Fuente: M.L.F.