POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
-(La ruta jacobea por el interior de la comarca centro-oriental de Asturias)-
Cuando en 1949 el profesor Uría Ríu -en un minucioso trabajo sobre las peregrinaciones a Santiago- trazó el camino costero que recorría la cornisa cantábrica a su paso por Asturias, ya dejó constancia de que esta ruta -bien documentada desde la Edad Media- incluía dos variantes, una estrictamente ribereña y otra por la depresión prelitoral hasta Oviedo.
Los concejos de Parres, Cangas de Onís, Piloña y Nava, hasta Pola de Siero conformarían un eje vertebrador y -al mismo tiempo- generador de unidades de población, actividades económicas y fenómenos sociales, culturales y religiosos muy característicos.
No sólo afluían a este eje de comunicación los romeros que –desde Ribadesella- se internaban en el valle por Margolles y Triongo para salir a Arriondas y que -según el profesor Uría Maqua- éste era el camino más transitado por los peregrinos procedentes de la zona oriental, sino que estas tierras de Parres acogían por su parte más meridional a los romeros procedentes de Liébana que –tras pasar por Cabrales, Covadonga y Cangas de Onís llegaban a San Pedro de Villanueva.
Cuando el párroco de Borines D. Diego Francisco de Peón Valdés, el 13 de marzo de 1774, responde a una encuesta que le remitió el geógrafo Tomás López, afirma que “los caminantes seguían el camino real principal que va de la villa de Cangas a Oviedo, todo llano a excepción de tres o cuatro repechos de poca consideración”.
En el Concejo de Parres hay cierta posibilidad de que se utilizase también el camino a media ladera que unía Cuadroveña, Nevares, Castiellu, Sorribes, Cereceda, Miyares, Pintueles, Lodeña, Coya y Nava. Pero lo más probable es que se siguiese el fondo del valle, bordeando el río desde Cangas de Onís, la Vega (con su documentada “modesta venta”), el monasterio benedictino de San Pedro de Villanueva, Arenas de Parres, Romillín, Romillo, Sta. María de Viabaño, el coto de Llames -donde estaba el monasterio de monjas benedictinas de San Martín-, hasta llegar a tierras de Piloña -en las inmediaciones de Villar de Huergo- para llegar a Los Llanos (donde había otra venta, poco antes del río Tendi).
De modo que en nuestro concejo coincide con el que llamamos “Camín de la Reina”, el cual fue acondicionado -sobre una milenaria calzada romana- para la visita que Isabel II realizó a Covadonga el 28 de agosto de 1858.
Por restos arqueológicos, estudios toponímicos y el contraste con las escasas fuentes documentales, se puede adivinar un trazado que algunos aún llaman “camino francés”. Como afirmaba recientemente el historiador, subdirector del RIDEA y gran conocedor de estas rutas, don Andrés Martínez Vega, el santuario de Covadonga tuvo notable importancia durante siglos en esta ruta jacobea medieval. Aquellos peregrinos conectaban Santo Toribio de Liébana -con visita obligada al cuerpo del santo y al Lignum Crucis- con Covadonga, de camino al gran relicario que guardaba la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo.
Ribadesella tiene una importancia especial, porque es bifurcación de dos caminos, uno por el interior y el otro por la costa, el del interior iba por Margolles y Triongo, donde se encontraba el monasterio de Sta. Eulalia y San Vicente.
En uno de los 56 tomos de la monumental obra “España Sagrada” se lee textualmente: “Monasterium Santa Eulalie E. Triungo, secus flumen Seliam quod fuit amite Xemene Regine”, aunque no parece probable que esta reina Jimena fuese la esposa de Alfonso III, en el siglo IX.
De Triongo se llegaba a Arriondas, donde el río Piloña desagua y es afluente del Sella. Por el gran valle del Piloña, el Camino pasa por Soto de Dueñas, Sevares y Villamayor, donde floreció un monasterio benedictino del que se conserva el hermoso ábside de la iglesia, del siglo XII.
En Infiesto -a cinco kilómetros- hubo hospital en el siglo XVI, edificado por Pedro García, cura de San Juan de Berbío, y puente medieval para cruzar el río Piloña.
El santuario mariano de la Virgen de la Cueva, situado a las afueras de la villa, sobre el río de la Marea, fue desde antiguo lugar de peregrinación y -según Uría- se creó en torno a él una cofradía de naturales de aquellas montañas para defender a los vecinos del lugar y a los extranjeros de paso de los agravios de infieles, malhechores y ladrones.
El Camino continuaba hasta Pola de Siero, pasando por Nava, donde tuvo asiento un priorato de benedictinas, del que quedó la iglesia. Tras pasar por Noreña, llegaba a Oviedo.
No se pretende aquí abrir ninguna polémica, pero se da por hecho y confirmado que el Camino del Norte también pasaba por el interior del oriente asturiano -además de por la zona litoral-.
Sin embargo, en la Consejería de Cultura, esta ruta jacobea no está aun suficientemente catalogada, algo que sí ocurre con el Camino de la Costa.
Nadie pone en duda la autenticidad de la ruta costera, pero es lógico que también se viniese por el interior.
En resumen, que siguiendo las hospederías monásticas que ofrecían posada a los peregrinos que caminaban a Santiago de Galicia, visitando a San Salvador de Oviedo, la ruta jacobea asturiana iba paralela a monasterios y abadías.
La ruta sería la siguiente:
Santa María de Tina, San Salvador de Celorio, San Antolín de Bedón, Santa Eulalia y San Vicente de Triongo, San Pedro de Villanueva, Sta. María de Covadonga, San Martín de Soto de Dueñas, San Pedro de Villamayor, San Juan de Berbío, Hospital de Qués, San Bartolomé de Nava, Siero, Noreña, Catedral de Oviedo, San Salvador de Cornellana, San Pedro de Tineo, Santa María la Real de Obona, San Miguel de Bárcena, Hospitales de Allande y Grandas de Salime, Sta. María de Villanueva de Oscos y -por último- llegar a la vecina provincia de Lugo.