POR MARI CARMEN RICO NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE PETRERN (ALICANTE)
En esta ocasión daremos a conocer esta vía urbana que nace en la calle Independencia y llega hasta la ermita del Cristo. Tiene un trazado especial ya que unas empinadas escalinatas la unen con el carrer Nou y un tramo baja hasta la calle de San Bonifacio.
El nombre de esta calle estrecha y empinada nos habla de la advocación y devoción al Santísimo Cristo de la Sangre del Monte Calvario y data de inmemorial. La ermita fue construida en 1674 y en ella los petrerenses veneramos la sagrada imagen desde hace más de 300 años. Aparece como Santo Cristo en el padrón de vecinos de 1875 y como Santísimo Cristo en el de 1889. Más adelante, en 1931, durante la República, se rotuló como Jaime Vera (1859-1918), nombre del médico y político que fue uno de los fundadores del Partido Socialista Obrero Español (1879). Esta denominación se mantuvo hasta 1939 y tras la Guerra Civil se recuperó su nombre primigenio.
Por todos es conocida la arraigada devoción que la villa de Petrer profesa al Cristo. Su imagen se halla en la ermita dedicada a su advocación, sita detrás de la ermita de San Bonifacio. Anualmente, su imagen se baja el último viernes de junio a la parroquia de San Bartolomé en vía crucis, aunque en 2019 se bajó en romería. Este año se bajará en procesión y el Cristo estará acompañado por la Sociedad Unión Musical. Tras los nueve días de la novena, el primer domingo de julio se sube procesionalmente a su santuario recorriendo la calle que lleva su nombre. Así lo hemos hecho siempre a excepción de 2020 y 2021 que, debido a la pandemia, no hemos podido conmemorar la fiesta como estamos acostumbrados a hacerlo. En 2020 no se bajó la imagen por la pandemia y en 2021 se bajó tomando medidas de seguridad, bajando un día antes el jueves 24 de junio y subiendo el lunes tras el novenario.
Durante el año, de octubre a junio, se celebra la Santa Misa en su ermita todos los viernes. Desde la plazuela es desde donde mejor se divisa todo el magnífico paisaje del valle.
En las primeras décadas del siglo XX la fiesta tenía un sabor especial, la calle del Cristo se engalanaba y vestía con ramas de baladre y las fachadas de las casas ofrecían muy buen aspecto. El suelo se alfombraba con plantas aromáticas para acoger la procesión y los fieles lanzaban pétalos de rosa al paso de la imagen. Cuando llegaba la fiesta era costumbre subir a tomar el aperitivo a la replaceta de la ermita, José María el Zurdo regentaba por aquel entonces el café El Terròs en la plaça de Dalt y se montaba una especie de barra y preparaba las célebres palomas con anís seco y helados en imponentes garrafas de madera. La placeta de la ermita se convertía en una terraza de verano donde acudían parejas y familias a tomar el aperitivo y por las noches se transformaba en pista de baile, durante las verbenas amenizadas por la banda de D. Manuel Alemany, «el Maleno». A pesar que la replaceta no es muy grande estaba a rebosar y los vecinos de la calle ofrecían a los visitantes sillas que se encargaban de limpiar y dejar relucientes para que éstos estuvieran cómodos. Los bailes de els castanyetes también fueron muy populares y tenían como protagonistas a Pura la Ballaora, Mari Pepa la Ermitaña, la Senyoreta, Pepe l’Agutzil, Rafael el Quintet y su mujer, entre otros.
Durante los años 20 y 30 del pasado siglo la labor de la mayordomía se reducía al trabajo de Carmelo Poveda, que organizaba rifas, alguna lotería y que propuso crear una hornacina con una pequeña figura del Cristo que paseaba por los hogares petrerenses. En la actualidad esta imagen está en el segundo altar de la ermita, según entramos a mano derecha. La calle del Cristo era entonces un remanso de paz donde se trabajaba, se comía, se charlaba en comunión con los vecinos. En fiestas, se vestía de una alegría mayor a la cotidiana gracias a los bailes y a las cucañas organizadas por Carmelo. Para los más pequeños se hacían también competiciones de carreras con un cirio encendido. Juegos y pasatiempos sencillos que servía para divertir a los niños y no era necesario gastar dinero ya que los premios eran o bien un racimo de uva o cualquier otro fruto que daban nuestros campos y huertas. Los convites de pasas caseras en la calle también estaban a la orden del día. Durante la Segunda República, las fiestas se dejaron de celebrar de 1931 a 1933, y se retomaron en 1934-1935 para desaparecer hasta después de la guerra.
A finales de los años 40 del siglo pasado y en la década de los 50 la labor organizativa de la fiesta recayó en la Peña “El Gallito” que unió a una veintena de petrerenses en pro de la tradición y de la historia local. En algunas ediciones festivas de los años 50, se recuperó la tradición del «enramat» en el que colaboraba todo el vecindario, desde los más grandes a los más chicos. Se hacía casi siempre con baladre y en muchas ocasiones estaban hasta altas horas de la madrugada engalanando las calles. La convivencia vecinal en los festejos incluía los bailes, las cucañas, las comidas festivas y una curiosa tradición: las guerras de carretillas o «cordà» entre los vecinos.
En 1958 se constituyó una mayordomía, que trabajó incansablemente durante treinta años, conmemorando en 1974 el tercer centenario y a partir de entonces, las fiestas, que siempre se habían desarrollado en la ermita, se trasladaron a la parroquia de San Bartolomé perdiéndose todo el carácter popular de los actos celebrados en el santuario del Monte Calvario.
Referente a esta vía pública hay una canción popular un tanto triste sobre las desavenencias amorosas de una pareja de novios vecinos de la misma, Luis el Gat y Encarna la Obispeta. Encarna dejó a Luis porque apareció un antiguo pretendiente que le gustaba más. Se casó con él y se fueron a vivir a Francia. Al enterarse los compañeros de trabajo de Luis al verlo tan apenado le dedicaron una canción que recogió en su día Vicent Navarro y que comienza así: “El carrer del Cristo, està tot banyat…”
Sorprendentemente en esta calle también hay una cueva que siempre ha estado habitada. Tras pasar la subida al Altico inmediatamente hay un pequeño ensanche desde el cual se accede a ella. Fue propiedad de Carmen la de la Cueva y en la actualidad pertenece a un joven vecino que la rehabilitó. En el actual n.º 23, Carmelo Poveda construyó entre 1920-21 un horno que dejó de funcionar en 1933 al trasladarse a la calle Antonio Torres. También en las escalinatas que la comunicaban con el carrer Nou estuvo durante casi dos décadas (1956-1973) la academia Virgen del Remedio, colegio privado regentado por Evaristo Pla Medina. En esta calle hubo una fuente hasta los años 70 y estaba situada en la esquina de la del Cristo con la de San Bonifacio.
El Cristo, año tras año, es una fiesta muy particular para los petrerenses. Una fiesta de carácter eminentemente religioso en la que destaca la fe que todo el pueblo siente por el crucificado que aguarda la visita de los fieles en su pequeña ermita. Las fiestas siempre se han vivido de una forma especial en esta vía urbana y la alegría de las personas que habitaron en ella y la habitan siempre se ha fundido con la devoción al Cristo. Los vecinos han participado muy activamente como costaleros, han cumplido con la tradición, han apoyado con sus donativos y siempre han estado dando soporte a la mayordomía en todas sus tareas. Año tras año sigue viva la implicación, las ganas y la colaboración de los vecinos para que todo salga perfecto. Esta calle es singular porque nos conduce a un lugar muy emblemático, la ermita, donde la imagen del Cristo nos aguarda para que compartamos con él nuestras alegrías y nuestros temores. Una calle que como todas las del nuestro casco histórico hay que cuidar porque forma una parte muy importante de nuestro trazado urbano y de nuestra idiosincrasia como pueblo.
Hasta hace muy poco tiempo las mujeres mayores mantenían vivas todas las historias y vivencias. Estas vecinas fueron y, algunas de ellas todavía son un pozo de sabiduría y grandes conocedoras de las tradiciones y anécdotas de estas fiestas. Hoy muchas de ellas han cambiado su lugar de residencia: como Carmen la del tío Bernabéu, Minerva la de Pelele y Luis el Rojo y su mujer Gloria y otras como Carmen la Zurda, Remedios la Seba, Filiberta Francés la de las Olivas, Carmen Poveda la Morena, Joaquina Poveda y Dolores la del Aguatzil y Paquita la de Garrinxo, entre otras, vivieron allí siempre.
En los años 90, se renovó completamente la mayordomía y se intentó recuperar el antiguo sabor popular de las fiestas, al incluir pasacalles de nanos i gegants, el disparo de morteretes y la música de la dolçaina y del tabalet, reviviendo, además, los ánimos festivos del vecindario.
En los primeros años del siglo XXI era Eleusis López Deltell, vecino de la calle, el principal artífice a la hora de organizar a los vecinos para celebrar la fiesta. Con el transcurrir de los años Eleusis dio pasó a José Miguel Barceló y se siguieron manteniendo esos almuerzos de convivencia y de relación con la Colla El Terròs y con la Agrupación Gent de Nanos. En el año 2007 entró a formar parte de la Mayordomía Mensi Ivorra consolidándose de este modo aún más el vínculo. Al año siguiente pasaron a formar parte de la Mayordomía José Vicente Romero y David Ferris que siguieron manteniendo ese encuentro con la calle y el dialogo con los vecinos. Personas fundamentales a la hora de comprometerse de una forma muy intensa y entroncar a la Mayordomía con la calle fueron, entre otros, Antonio Fuster, Javier Montesinos y Andrés Payá.
Además de la calle del Cristo hay una travesía que también lleva su nombre. Ésta se inicia en la de San Bonifacio y continúa, tras cruzar la del Santísimo Cristo, en las escalinatas de la calle Altico y acaba en el Merendero. Aparece por primera vez como tal en el padrón de habitantes de 1965, no figurando en el anterior, correspondiente a 1960. Probablemente, con anterioridad se denominó a toda la calle Santísimo Cristo.
La vida en la calle del Cristo se ha transformado, al igual que en la mayoría de las calles del pueblo. Y, como hemos apuntado, en la actualidad son muchos de los vecinos de siempre que ya no viven en ella. A pesar de ello sigue latente el saber que pertenecen a una de las callejuelas con más sabor a tradición, a fe y a fiesta del casco histórico de Petrer.
Desde estas líneas me gustaría lanzar un deseo y es que la participación vecinal siga creciendo y que los cuartelillos, el de La Alegría y Emirs, se impliquen también en esta fiesta secular. Hoy, cuando han pasado 348 años de la entronización del Cristo en su ermita han cambiado algunas cosas, pero la devoción perdura gracias a los fieles petrerenses, a la mayordomía y a los vecinos de la calle. La devoción y la tradición permanecerá por siempre jamás a pesar de los continuados vaivenes del oleaje de la historia. Este año podemos seguir con la tradición y ojalá podamos mantenerla siempre.
Para saber más sobre el Cristo os invito a consultar el libro “325 años de devoción al Santísimo Cristo del Monte Calvario en Petrer” (1999) dirigido por la periodista Patricia Navarro Díaz, así como todas las revistas publicadas, con motivo de su festividad, desde el año 1949 hasta 2022 sin interrupción. Todo ello en bibliopetrer.petrer.es
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