NOTICIA QUE CITA A HERMINIA PERNAS OROZA, CRONISTA DE BURELA (LUGO)
No es fácil hablar sobre la guerra. Es un problema cuando hablas con alguien que está compartiendo tu dolor, y es un desafío verdadero si tu interlocutor vive en paz mientras tú estás experimentando algo horrible que no se expresa con palabras.
Ayer, el Instituto de Ensino Secundario Monte Castelo, en Burela, me invitó a otro encuentro con sus alumnos para que yo hablara sobre la guerra en Ucrania. La charla fue la clase final en la asignatura de historia que enseña Herminia Pernas Oroza. El tema de la clase fue el fenómeno de la guerra en el siglo XX. «Todo empezó un 24 de febrero… » estaba escrito en la primera diapositiva de la presentación que los alumnos, jóvenes de 15 años, habían hecho después de leer sobre la guerra en libros, periódicos y algunos textos míos en La Voz de Galicia. «Y poco a poco fuimos informándonos, pero no como un trabajo extra porque de repente, la guerra se nos coló sin querer en nuestros temas de clase: en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda, en la Guerra Fría… y sin poder ni querer evitarlo, siempre había una referencia a Ucrania». Las últimas palabras testimonian que la guerra de Rusia contra Ucrania es la tragedia que ahora toca a todos los que saben empatizar.
Los debatesPara mí, la parte más emocionante fueron los debates, porque la clase de ayer fue mi primer encuentro con los lectores. A los alumnos les interesaban más la vida cotidiana y las cosas simples. Algunas de sus preguntas son las mismas que yo me hago a mí mismo. Por ejemplo, ¿cómo es vivir un día durante la guerra? Traté de explicarles que todo depende del lugar en el que te encuentres y del oficio que desempeñes. Si eres soldado en el campo de batalla, tu día no será igual que el de un civil en la retaguardia. Son cosas obvias, pero un poco difíciles para la gente que no ha conocido la guerra. Algunas preguntas me parecieron muy simpáticas, como las que me hicieron sobre el fútbol o la música popular. La vida sigue, a pesar de la guerra, y el fútbol y la música también siguen, les respondí yo. La charla se acabó, los alumnos se fueron, y nos quedamos cuatro —la directora del colegio, la profesora de historia, la periodista y yo, el ucraniano que escribe sus testimonios en español— cara a cara con la pregunta: ¿qué podemos hacer nosotros, hombres y mujeres de letras, para salvar a nuestros alumnos y lectores de la barbaridad y del absurdo sangriento que está hundido el mundo?Y aunque no encontramos la respuesta, nos despedimos convencidos de que haremos otras reuniones en el futuro para que nuestros alumnos y estudiantes hablen más sobre la guerra y sobre muchas otras cosas, para que se conozcan y aprendan a comunicarse. Las conversaciones nunca serán fáciles, pero vale la pena tenerlas, porque su fruto es amor, el antídoto de la guerra.