POR JOSÉ LUÍS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CADIZ).
El pasado 5 de julio se han cumplido 209 años del natalicio de nuestro insigne poeta y autor dramático, Antonio García Gutiérrez. Como cada año, un recordatorio no debe faltar para quien encumbró el Romanticismo en España; en el pasado tan querido y hoy olvidado, salvo honrosas excepciones como el grupo teatral “Taetro”, con su tradicional homenaje en la plaza donde está su busto, y Pepe Verdugo Saucedo en las redes sociales. Vaya pues, nuestro homenaje anual, al autor de “El trovador” recordando este año su periodo en el país hermano de México.
Bien entrado el mes de diciembre de 1844 nuestro autor embarcó rumbo a La Habana en busca de nuevas metas literarias. En Cuba permaneció más de un año dedicado al periodismo. Sin embargo, pronto cambió de destino y partió hacia México en la fragata “Tránsito” de la que desembarcó en el puerto de Veracruz y de allí a Yucatán, a la ciudad de Mérida, donde se instaló con la intención de escribir un poema épico sobre Hernán Cortés y la conquista de Nueva España. El periódico “Registro Yucateco” le dio la bienvenida, pues hay que decir que don Antonio era conocido y querido en México gracias al yucateco Justo Sierra O´Reilly, escritor, historiador –miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística–, periodista y político. Anteriormente le había publicado dos poemas: “Para el álbum de una señorita”, y “Soledad”. De ahí devino una amistad que permaneció entre ambos hasta la prematura muerte del mexicano, en 1861. Junto con él también hemos de señalar a Vicente Calero y Quintana Zagarzazú. Todos ellos construyeron “una verdadera y sincera amistad hermanada por nuestra sangre común y la literatura”.
Pronto estrenó el chiclanero un nuevo drama en el teatro de Mérida: “La mujer valerosa”, editado meses después en la imprenta de Jerónimo Castillo y Cía., de la misma ciudad. De aquella primera estada en Yucatán nacerá, en La Habana, un nuevo drama: “Los alcaldes de Valladolid”. A pesar del éxito, el chiclanero volvió a La Habana a principios de agosto, pero antes de su partida las autoridades meridanas le ofrecieron en su honor un banquete de despedida. A los postres, el presidente de la Asamblea, brindó por el poeta y este le respondió con un brindis: “Por el progreso de la ilustración y de la civilización de los pueblos, a la buena inteligencia y amistosas relaciones entre España y los países que un día formaron parte de su monarquía, a la paz y prosperidad de una y otros”.
Quizá por trabajo, quizá por añoranza no tardó García Gutiérrez en volver a Yucatán. En mayo de 1846 estrenó “El secreto del ahorcado”, la segunda parte de “Los alcaldes de Valladolid”, un drama dedicado a Manuel Barahona y al general Francisco Peraza, gobernador de Yucatán, que sería años más tarde presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
En esta segunda etapa en Mérida colabora como maestro en un grupo de jóvenes poetas y dramaturgos. Uno de ellos, José Antonio Cisneros, estrenará en el teatro San Carlos de la capital, una obra intitulada: “Diego el Mulato”. En su edición impresa, el autor se la dedicará a él y a Vicente Calero en prueba de sincera amistad. Del mismo modo, participó activamente en la asociación “La Lonja Meridana” fundada en septiembre de aquel mismo año. Su acogía fue extraordinaria, pues le consideraban como “el precursor del auge literario mexicano” en esta región.
En este periodo, nuestro vate, escribió un romance satírico que lleva por nombre: “El duende de Valladolid. Tradición yucateca” basada en una hermosa leyenda ocurrida en 1560 –aunque se inspiró en el “Informe contra idolorum cultores del obispado de Yucatán”, de 1639 –; y un sainete basado en su famoso drama romántico “El trovador”, escrito en andaluz, –una de las primeras obras escritas en nuestro dialecto– titulado: “Los hijos del tío Troneras”. Se lo dedicó a su amigo Buenaventura Vivó y se imprimieron dos ediciones.
Al llegar el año de 1847 un grave ataque de los Estados Unidos de América a la soberanía de la nación mexicana, acabó en una injusta guerra en la que los Estados Unidos Mexicanos tuvieron que ceder una gran parte de su territorio al ingrato y desleal vecino del Norte. En agosto encontramos a Antonio García Gutiérrez en la batalla de Churubusco. El poeta mexicano Guillermo Prieto lo relata así: “Al amanecer del 20 de agosto (…) en una hondonada de la loma, tendido en el suelo, en mangas de camisa muy ensangrentada, se encontraba un joven como de veinticinco años (…) Un hombre lo atendía con diligencia cariñosa (…) y reconocí en el cirujano a mi amigo Antonio García Gutiérrez: –Antonio ¿qué es esto? ¿qué haces aquí? ¡Guillermo, mi raza, mi raza…!”.
Solo por esta desprendida y humana conducta ya fue importante el viaje de nuestro poeta a tierras mexicanas. [Saludos cordiales y un fraterno abrazo para México].
Publicado hoy, 14 de julio, en el Periódico de Chiclana. pp. 18-19.
Bibliografía:
-ARAGÓN PANÉS, J. L. (2011): “Antonio García Gutiérrez, crónicas para una biografía”. Impresión Alograf S.L. Chiclana de la Frontera.