POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
En las Hurdes, en 1913, escribió don Miguel de Unamuno que los peores poblados eran Martinlandrán, La Fragosa y El Gasco. Decía don Miguel que “al atravesar El Gasco, me asomé a la puerta de un casuco. La carita, fresca como una rosa y brillante como un lucero, de una niña, hacía resaltar la hórrida y sucia negrura de aquella zahurda”. Aquellos hurdanos solo añoraban el vivir mejor, pero nunca fuera de las tierras que habían levantado con tanto esfuerzo y trabajo.
EL GASCO
Es una de las pocas aldeas que ofrecen al visitante la posibilidad de descubrir lo que fue, durante mucho tiempo, el modo de vida tradicional hurdano. Fue honda la huella que dejó en Unamuno estas tierras abandonadas y olvidadas, puesto que se contagió de sus problemas y de sus gentes y sus textos y los de Legendre propiciaron que años más tarde el doctor Gregorio Marañón y Alfonso XIII acudiera en visita oficial.
A raíz de la visita del monarca se fundó el Patronato de Las Hurdes para mitigar sus múltiples males, que eran humanos en sus aspectos más denigrantes: promiscuidad entre individuos, promiscuidad entre hombres y animales, raquitismo, bocio, cretinismo y una innumerable secuela de males sociales.
BUÑUEL Y LAS HURDES
En 1933, Luis Buñuel hizo la película “Las Hurdes, tierra sin pan”, un documental antropológico sobre la dura vida que llevaban los habitantes de una región paupérrima. Esta región, Las Hurdes, era una región con graves problemas de enfermedades endémicas como el bocio y el paludismo, debidas a la pobreza, la falta de higiene y el hambre. La intención de Buñuel era tanto didáctica como de crítica social y política hacia un país que permitía situaciones de pobreza tan extrema y además no las reconocía.
Sin duda, en nuestro tiempo existen dos posibilidades a la hora de visitar Las Hurdes, seguir con la venda puesta en los ojos y salir a buscar Las Hurdes míseras y extremadamente pobres del documental de Buñuel “Tierra sin pan” de 1933 o caminar con una mirada nueva y sin prejuicios para abandonar definitivamente el blanco y negro y ponerle color a una visita que siempre deja una profunda huella.
UN MAR DE SIERRAS
El sentido mágico y absolutamente legendario de esta comarca del norte de Cáceres se encuentra en su mar de sierras, en perseguir las curvas pronunciadas de sus cinco ríos, en acariciar la pizarra de su peculiarísima arquitectura negra superviviente en pueblos y alquerías o en olfatear brezo y flor de jara para después encontrar la miel en los platos bien generosos que se sirven.