POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
El sábado día 5, en la tarde-noche, y dentro de las actividades culturales de la segunda “Noche en blanco”, fui invitado a participar en un recorrido por el centro de la ciudad para comentar el contenido de una parte de las rutas históricas napoleónica y fenicia, a un nutrido grupo de personas de diferentes lugares de España, así como de la propia ciudad de Chiclana.
La tarde, pasada las ocho y con una buena temperatura, era ideal para este tipo de paseos. Iniciamos la “Ruta napoleónica” frente a la iglesia Mayor (Bien de Interés Cultural) que fue utilizada como cuartel de la caballería imperial francesa cuando aún se hallaba en construcción. Junto a ella, la Torre del arco del reloj, emblemático edificio civil que, además de dar las horas, sirve de campanario a la iglesia por la falta de sus dos torres, aún sin construir. Bajamos hasta la plaza de Jesús Nazareno donde rendimos homenaje a los habitantes de la villa que, entre 1810 y 1812, sufrieron las consecuencias de la ocupación por el ejército invasor: usurpación de libertades, bienes, caudales, e incluso la vida. La siguiente parada en la plaza del actual Ayuntamiento; una donación del cargador á Indias y gran benefactor de la villa, Alejandro Risso (1729-1809). En este edificio pernoctó José Napoleón Bonaparte I (1768-1844) durante su estancia en la población, el 19 de febrero de 1810. Frente al edificio consistorial, la calle dedicada a a nuestro paisano, Antonio García Gutiérrez (1813-1884), poeta y dramaturgo, autor de “El trovador”. Seguidamente hicimos parada junto a la iglesia y parroquia castrense de San Telmo, en la calle Magistral Cabrera (1762-1827) –figura importante en Cádiz durante el asedio francés, e hijo ilustre de Chiclana– sirvió al Ejército como capellán de los Voluntarios de Cádiz. Fue gran protector de los pobres y sabio naturalista. En la misma acera de la iglesia recordamos su origen y su función sagrada; describimos el sepelio y posterior enterramiento del general francés Senarmont (1769-1810) fallecido en Chiclana, en la batería Villatte, en octubre de 1810. También contamos la historia de uno de los alcaldes ordinarios de la villa en aquellos años, Ambrosio Muñoz y su familia. Entorno a las 9,30 horas finalizamos el recorrido en la plaza de España junto a la casa de Frasquita Larrea (1775-1838), precursora del romanticismo en España, y testigo fiel de aquellos avatares, además de hospedar en su casa al general francés, Villatte (1770-1834).
A las diez de la noche, con los últimos rayos de Sol sobre el río Iro, iniciamos la “Ruta fenicia” desde el anfiteatro de la Alameda del río, cercano al Puente Grande, donde se halla ubicado uno de los dioses Reshef-Melkart –laminados en fibra de vidrio con resina por Antonio Aparicio–. Tras la introducción histórica de Fenicia y sus navegantes cruzamos la avenida Reyes Católicos para contemplar el río en su parte oriental en la que se aprecia, en esas horas nocturnas, el color plateado de sus aguas. Como escribió Cecilia Böhl de Faber: “El río, como un cuchillo de plata, divide a la ciudad en dos partes: La Banda y El Lugar”; el río también reminiscencia de aquel otro, caudaloso, de hace tres mil años por el que los fenicios navegaron y desembarcaron justo en este lugar. En la parte más alta fundaron, sobre un antiguo asentimiento, una ciudadela amurallada, su hogar. Hoy la zona es conocida como Cerro del castillo del Lirio, pues en época andalusí sus habitantes construyeron una torre para la defensa de la aldea que estaba yerma, incluso en 1303 cuando el rey Fernando IV (1285-1312) la entrega a Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno (1256-1309). Desde abajo del cerro; desde la misma avenida, damos una breve explicación para conocer la importancia del yacimiento fenicio y los hallazgos arqueológicos hallados allí y en sus alrededores.
Volviendo sobre nuestros pasos –río abajo–, un breve paseo por la alameda disfrutando de una suave brisa de poniente en la noche clara –blanca– de Chiclana. Después, pasmoa el río y nos vamos a La Banda a través de la pasarela del Puente Chico. Casi a pie de puente nos encontramos con otro dios Reshef-Melkart que, bajo sus pies nos ofrece un racimo de uvas, señal que fueron los fenicios los que exportaron las primeras vides a nuestro territorio. No puede faltar en este punto del itinerario hacer referencia a los viñedos y bodegas de Chiclana y su importancia en la economía de la ciudad hasta bien entrado los años setenta del pasado siglo. El último de los dioses Reshef-Melkart nos presenta unas monedas y la referencia a la pesca del atún, a las almadrabas, y al cultivo del olivo, otro elemento fundamental de su cultura que introdujeron en esta tierra.
En aquel punto, junto al puente del VII centenario, reflejo toponímico de otros siete siglos de historia, terminamos nuestro segundo paseo.
Publicado hoy día 11 en El Periódico de Chiclana, pp. 18-19