POR JOSÉ ANTONIO CALVO GÓMEZ, CRONISTA OFICIAL DE BURGOHONDO (ÁVILA)
Allí estaban, reservados, silentes, despistados, como si nuestras luchas de historiadores no tuvieran nada que ver con ellos: “Papeles pertenecientes al cardenal de Trexo”.
Así rezaba el escueto rótulo del cartapacio conservado entre los valiosos fondos de la Embajada Española cerca de la Santa Sede, en la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat, de Roma.
Desde hace años, buscábamos alguna noticia del cardenal Gabriel de Trejo y Paniagua, nacido en Casas de Millán, Cáceres, en 1562.
Sabíamos que, después de 1549, con la aprobación de los nuevos estatutos del monasterio de Santa María, los abades ya no vivían en Burgohondo. En su lugar, ejercían los priores de la comunidad, que gobernaban las nueve navas del Alto Alberche en un ritmo de celebraciones que, en muchas ocasiones, han llegado hasta nosotros. La historia de los abades del Burgo, por tanto, había que ir a buscarla un poco más allá.
Sabíamos también que el cardenal de Trejo, sucesor de Miguel de Briciaños, fue abad de Burgohondo desde 1617 hasta su muerte, que tuvo lugar en Málaga en 1630. También sabíamos que el 2 de diciembre de 1615 había sido creado cardenal de la iglesia romana de San Pancracio y, en 1621, trasladado a San Bartolomé en la Isla Tiberina.
Por eso entendíamos que en Roma podríamos localizar cierta documentación sobre su vida y ministerio. Pero la búsqueda se había vuelto infructuosa y, durante años, apenas encontrábamos noticias sueltas, algunas incluso incoherentes en fechas y protagonistas.
El dato que faltaba, y que nos permitió llegar a sus diplomas, era el siguiente. El 9 de junio de 1625, fue nombrado arzobispo de Salerno, en el reino de Nápoles, entonces bajo el gobierno del rey de España; y, en 1627, de Málaga.
Sabemos que llegó a Madrid el 10 de enero de 1627. Lo más interesante es que, al regresar de Italia, se realizó un exhaustivo inventario de sus bienes y papeles, y se depositó entre los fondos de la Embajada Española donde, finalmente, hemos podido localizarlo.
Después de años de búsqueda, ahora podemos hacernos una imagen algo más completa de este personaje que, como decimos, fue abad de Burgohondo entre 1617 y 1630.
Gabriel de Trejo fue hijo de Antonio de Trejo Monroy y Francisca de Sande Paniagua, y nieto de Francisco de Trejo y María de Monroy, por su padre, y Pedro Fernández Paniagua de Loaisa y María de Trejo, por su madre. Su familia, como él, procedía de Casas de Millán, en el concejo de Plasencia, que les pertenecía en señorío.
Un hermano suyo, Antonio de Trejo, ministro general de los franciscanos, fue nombrado obispo de Cartagena en 1618; y el segundo, Pedro de Trejo, antes capellán mayor de las Descalzas Reales, ejerció como abad de los canónigos regulares de San Isidoro de León.
En su juventud, el cardenal de Trejo estudió en Salamanca, como colegial del Mayor del Arzobispo, donde se licenció en Leyes y, seguramente, también en Cánones. Luego ejerció como profesor en las cátedras de Instituta, Código y Vísperas.
Su relación familiar con la mujer de Rodrigo Calderón, favorito del Duque de Lerma, le valió cierta promoción en la Administración. En 1607, pasó a la Chancillería de Valladolid para ejercer en la fiscalía y, en 1608, fue nombrado oidor, es decir, juez de la audiencia regional.
El 22 de agosto de 1609, Felipe III le entregó el hábito de la Orden de Alcántara y, el 13 de noviembre, le nombró fiscal del Consejo de Órdenes.
Desde 1610, ejerció también como miembro del Consejo de la Inquisición y, desde el 24 de julio de 1613, del Consejo de la Cámara. Esto le obligó a renunciar al Consejo de la Inquisición y a una capellanía que regentaba en las Descalzas Reales de Madrid. Después de su etapa italiana, de 1625 a 1627, el 24 de marzo de 1627 fue nombrado presidente del Consejo de Castilla, cargo en que permaneció hasta 1629.
El 28 de abril de 1627, fue designado arzobispo de Málaga; pero no se incorporó a su sede hasta el 16 de enero de 1630, después de que el Conde Duque de Olivares le obligara a trasladarse a la ciudad andaluza. Murió poco después, el 12 de febrero, y fue enterrado en la catedral malagueña.
En diciembre de 1631, se libró un curioso pleito entre el deán y el cabildo de Málaga contra sus albaceas porque no querían hacerse cargo de los gastos de su entierro. Según su testamento, conservado en el archivo de la catedral andaluza, el cardenal dejó 50.000 ducados para financiar diversas obras de caridad, la redención de cautivos y el cuidado de los niños expósitos.
Confiamos en que la transcripción de estos 62 diplomas complete esta primera imagen que nos hemos podido hacer del cardenal Gabriel de Trejo y Paniagua, abad de Santa María la Real del Burgo entre 1617 y 1630.
FUENTE: JOSÉ ANTONIO CALVO GÓMEZ