¡COMO HEMOS CAMBIADO!
POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES).
La pasada noche del 8 de septiembre, como ya viene siendo habitual desde hace unos años y coincidente con la celebración del día de Extremadura, tuvo lugar la tradicional entrega de las medallas de oro de la villa a las personas, instituciones o colectivos que, a juicio de la corporación municipal, en este caso presidida por el alcalde Carlos Caro, han hecho los suficientes méritos por su pueblo para que tengan dicho galardón. En el presente ejercicio, tres fueron los distinguidos, uno personalmente, el sacerdote de la iglesia de La Asunción Juan Manuel García, y las otras dos se otorgaron al colectivo de pastores arroyanos, presentes y pasados, y, por último, a la biblioteca municipal que magníficamente dirige nuestra amiga Esther Cordero Aparicio.
Un acto de lo más entrañable y de puro reconocimiento por una labor bien hecha. Estamos ante una situación que no siempre ha sido así, de ahí el título de este pequeño artículo de ¡cómo hemos cambiado! Obviamente, lo hemos hecho para mejor, para mucho mejor, diría yo. No siempre en Arroyo de la Luz, aunque todavía se le denominaba del Puerco, hemos tenido ese comportamiento tan «democrático» hacia según qué actitudes y hacia según qué profesiones.
Y es que, contábamos no hace tantos días, que en Arroyo a lo largo de nuestra historia hemos tenido un colectivo de pastores que eran básicos en el devenir de la localidad, importantísimos para la conservación de nuestros campos y muy especialmente de nuestra magnífica dehesa boyal. Una profesión a la que se han dedicado un buen número de nuestros antepasados. Labor intachable que en época no tan lejana no fue de la misma manera apreciada por nuestras autoridades. Sin ir más lejos, existía una asociación de pastores en la villa en el año 1936 llamada La Cabaña. Una agrupación con sus estatutos, su normativa y a la que pagaban religiosamente las cuotas sus muchos asociados. Aquel mismo año, las autoridades del momento no le otorgaron medalla alguna, ni la nombraron para bien, ni le hicieron reconocimiento alguno, lo que hicieron fue desmantelarla totalmente, ya que le fueron requisadas por la fuerza las algo más de mil pesetas que con enorme esfuerzo habían logrado reunir.
Algo similar ocurrió aquel mismo año de 1936 con el fomento de la lectura, con el desarrollo del saber y el de conocer. En Arroyo teníamos una magnífica librería en la calle Corredera que regentaba Librado Collado Pallero. Un establecimiento muy bien considerado en la villa y al que acudían numerosos arroyanos ávidos de cultura. Pues en aquel mismo año no a todos los arroyanos le parecía bien que se leyera, que el pueblo se instruyera o que se vendieran libros que ellos entendían como «peligrosos». De ahí que, finalizando el mes de julio de 1936, y de manera similar a como hemos visto en alguna que otra película, la librería Collado fue asaltada por una «jauría» de sus propios paisanos. Todos los libros y revistas que allí había fueron sacados al centro de la calle y posteriormente en un «aquelarre» vergonzoso se le prendió fuego. Y si aquello todavía no era suficiente, su dueño fue detenido, juzgado y encarcelado en prisión durante diez largos años.
Por eso, bienvenidos esos galardones, ¡cómo hemos cambiado!, y mi más cordial enhorabuena a los premiados.
