BIBELOT
POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La cúpula de cristal contenía una montaña con casas sumergidas en glicerina; al agitarla provocaba en su interior una ventisca de mil demonios, y las virutas de hueso blanqueaban los tejados. Yo arrimaba mis ojos hasta sentir más escalofríos que María Gravrilovna (cuento de Pushkin), cuando resolvió largarse de casa en plena tempestad para ir al encuentro de su Vladimir Nikoláyevich, que hacía lo propio bajo la nevasca.
Qué decir de la primera secuencia de “Ciudadano Kane”, cuando Orson Welles abrió la mano y dejó caer su infancia, que se hizo añicos en el suelo, con su trineo.
Sumergido en otra cúpula, un gato con agallas toca el saxo. Así yo. Y nunca falte una farola.