DESDE MI TORRE MUDÉJAR: 457. ÁLVARO DE STÚÑIGA, EL DUQUE DE ARÉVALO

POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)

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Es curioso, hace tiempo que tengo interés por escribir unas líneas sobre los Stúñiga, la familia del Duque de Arévalo Álvaro de Stúñiga, y ha tenido que ser al hilo de un viaje corto pero ilustrativo en el que me surgió la oportunidad y el momento.

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Este domingo hemos viajado, como es nuestra costumbre, la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Arévalo y algunos amigos más para visitar la exposición EUCHARISTÍA de Las Edades del Hombre, en esta ocasión como bien saben, en la ilustre ciudad de Aranda de Duero. Y nos pusimos en camino en una mañana radiante, un viaje organizado y muy bien organizado. La mañana la empleamos en ver una población muy bella de nuestra Castilla, Peñaranda de Duero, castillo, palacio, colegiata y un conjunto urbano muy cuidado.

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La espléndida colegiata de Santa Ana, de grandes proporciones es un bello edificio con bóvedas de crucería, muchos relicarios procedentes del palacio, y un museo en la sacristía muy notable.

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El castillo ducal el lo alto del cerro presidiendo el caserío, un casco urbano muy cuidado y característico de arquitectura popular, en este caso piedra y entramados de maderas, y casas blasonadas que crea un ambiente muy atractivo. Aún en esta época del año vemos muchos balcones con floración abundante.

El palacio es una gran obra renacentista, con magnífica fachada y ventanas platerescas, y grandes escudos entre heraldos descabezados y un busto de Hércules, la figura mitológica tan abundante en las tradiciones de la fundación de muchas de nuestras ciudades, también Arévalo. De este magnífico palacio restaurado destaca su gran patio de arcos semicirculares en el piso bajo y rebajados en el superior, con hermosa balaustrada y medallones. Los artesonados son de los que llaman la atención por su delicadeza de labra, por sus dimensiones y por que, aún siendo renacentistas con decoración de “candeleros” y grutescos, tienen elementos mudéjares. También destacan sus estucados a lo nazarí.

Y el tema que me llamó la atención, los escudos de los Avellaneda  y Zúñiga por todas partes. El primer Duque de Peñaranda de Duero, uno de los miembros de la familia Zúñiga, era pariente, quizás primo de nuestro Álvaro de Zúñiga, el primer y último Duque de Arévalo. Era esta casa de los Stúñiga una familia oriunda y emparentada con los reyes de Navarra que llegaron a Castilla entre la nobleza más encumbrada en el s. XV.

Su apellido se castellanizó resultando el de Zúñiga. Nuestro Duque, una merced de Enrique IV que le nombró en diciembre de 1469, por agraviar a su madrastra Isabel de Portugal, la reina viuda de Juan II y la madre de nuestros cercanos infantes Isabel y Alonso. Fue un agravio el que sintieron los nobles castellanos porque con este nombramiento “se hacía con ella mayor que todos”.

Isabel ya siendo reina no tardó en iniciar la reversión de Arévalo y su Tierra para su madre, que se produjo en julio de 1480, que pudiéndolo hacer por decreto, lo hizo negociando y compensando al Stúñiga, que desde entonces fue uno de sus más fieles servidores.

Álvaro de Stúñiga inició reformas en el castillo, una fortaleza que sería el símbolo de su poder nobiliario, el mismo que después reformaron los Reyes Católicos que lo convierten en castillo artillero. Parece que también, como el resto de sus parientes del momento, quería construir un palacio ducal que según indicios quiso situar en lo que después sería el Colegio de Santiago de los Jesuitas.

Lo que suponemos pudo haber sido y no fue, un ducado tan efímero como ganado a mañas, que no tuvo herederos, un solo poseedor que, eso sí, desde entonces fue por elevación Duque de Plasencia.

En Aranda, pues… exposición, magnífica y recomendable, cordero, morcilla, vino y bodega y… hermandad y camaradería, ¡entre amigos!

 

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