POR MARI CARMEN RICO NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE PETRER (ALICANTE)
Tal día como hoy, pero del año 1951, hace ahora 71 años, tuvieron lugar en Petrer dos acontecimientos excepcionales, la inauguración del mercado municipal y del nuevo ayuntamiento. Dos hechos importantes en la historia de Petrer que supusieron mejoras en la vida administrativa y cotidiana de petrerins y petrerines.
El 5 de octubre de 1951 fue un día singular para Petrer. Dos días antes de la festividad de la patrona, a las 6 de la tarde, se inauguró la nueva casa consistorial y el mercado de abastos, proyecto realizado por los arquitectos alicantinos Juan Vidal y Julio Ruíz Olmos. De esta obra existe en el Archivo Municipal un documento de certificación de obras perteneciente al Proyecto de Reforma y Ampliación de la Casa-Ayuntamiento de Petrel, firmado por los citados arquitectos con fecha de diciembre de 1950.
Cuando se realizó la ampliación del ayuntamiento, por desgracia desapareció la antigua fachada modernista y quedaron definitivamente unidos los dos edificios -el del Ayuntamiento y el de la vivienda colindante perteneciente al conde de Elda. En dicha reforma se habilitó el mercado municipal en lo que hasta entonces había sido el almacén de abastos. Mercado que posteriormente se amplió ocupando los huertos que lindaban con la Bassa Fonda, a espaldas del edificio. El Ayuntamiento permaneció en pie hasta el año 1976, año en el cual fue derribado para levantar el que actualmente conocemos. Perdiendo así el sabor añejo y rural del primer edificio o cuanto menos la magnificencia de la arquitectura franquista del segundo.
El acto de inauguración contó con la asistencia de numerosas autoridades entre las que se encontraba el alcalde Nicolás Andreu, el oficial mayor del Ayuntamiento Paco Antón Simó, destacando también la presencia del gobernador civil de la provincia, Jesús Aramburu Olarán. El edificio fue bendecido por el sacerdote Jesús Zaragoza.
Mientras que se construyó el nuevo ayuntamiento las dependencias municipales se trasladaron a las escuelas Primo de Rivera, concretamente a la parte izquierda, la parte de los chicos. Antes de la construcción de este mercado en 1951 que se ubicó en los bajos del nuevo ayuntamiento y que se inauguró el mismo día que el mercado, éste se celebraba en la plaça de Baix los jueves y domingos y allí se colocaban los puestos de frutas y verduras, Los puestos de venta del pescado se situaban en los bajos de las gradas de la iglesia debido a la proximidad de la fuente. También se vendía ropa para el hogar: sábanas, toallas, delantales y los vendía un hombre natural de Albatera, que vivía en Elda, el tío Llagañós y el puesto ambulante de tebeos y libros de Manolo el de Manduria que puso a principio de siglo XX. El continuador de esta “parada” fue Casildo Máñez que siguió vendiendo prensa y cómics a la puerta del ayuntamiento.
Dando a la plaça de Baix por la puerta izquierda vidriada se entraba al mercado de abastos, la del Ayuntamiento era toda de madera. La plaza, como solíamos llamarla, tenía dos partes, ubicándose en lo que hoy es el Derrocat las frutas y hortalizas. En su interior entre otros puestos estaban el de Julia la Manca (comestibles), las carnicerías de Rosita, la de Pepito Laliga y la de su primo José María Laliga el Roig, Rogelio Román Romana (comestibles), Tisteta el de Morregales (comestibles) y al subir las escaleras Víctor Montesinos y Mercedes Román (comestibles). Enfrente estaban las tres pescaderías: Asunción la Rollera que sustituyó a su cuñada Adela Brotons que antes tenía el puesto fuera en la plaza, Anita y Dolores la Nicasia, la madre de la Pope, las carnicerías delos hermanos Higinio y Marcelo Verdú, y la de Doloretes Brotons regentada por sus hijas Lola y Reme las del Serio. La recovería de María Martínez Muñoz María la Recovera, Antonio Maestre y su mujer Enoé Llobregat, el puesto de comestibles de Regineta Brotons, Armando Payá el Bacallà y algún otro.
Fuera dando a lo que hoy conocemos como plaça del Derrocat estaban las fruterías y verdulerías, entre las que se encontraban la de Natalia Maestre, Rosalía, Remedios la Serafina, Martina la de Virgilio y Luis el Alguacil. Fuera había un puesto de azafrán que venían desde Novelda.
El mercado tenía un total de 50 puestos y en un principio la gente no acudía mucho al mismo a pesar de lo “moderno y novedoso” que era. Y ello, era debido que el resto de las tiendas de Petrer abrían también los sábados y los domingos y, la gente, prefería acudir a las mismas como lo habían hecho siempre. Ante esta falta de afluencia al flamante y nuevo mercado y la queja de muchos placeros el alcalde, Nicolás Andreu, optó por cerrar los domingos el resto de los comercios del pueblo y que abriese sólo el mercado municipal, de este modo se arregló el asunto.
Por lo que respecta a las pescaderías, hasta la su construcción en 1951 estuvieron ubicadas en distintos lugares del pueblo. Entre ellos, en 1935 estaba en la casa de Ramón Maestre en lo que hoy es el edificio del Maracaibo, también estuvo en la plaça de Dalt esquina con Gabriel Brotons y hasta que se abrió este mercado estuvieron bajo de las gradas de la iglesia. Así aprovechaban la proximidad del agua de la fuente que estaba empotrada en las mismas. Adela, Anita la Nicasia, la madre de Pope y Moll vendieron pescado en este lugar.
Una novedad del recién inaugurado mercado fue en la que estaba empleada cafetería especie de bar que puso Maruja Navarro, la madre de Carmelo el Carnicero y que estuvo poco tiempo, ya que la época no era muy boyante que digamos. La gente apenas tenía para comer en sus casas y no iba a ir al bar a desayunar. Eran tiempos difíciles. El bar ocupaba la primera caseta a la derecha, según se entraba desde la plaça de Baix. Justo enfrente, ocupando la primera caseta por la izquierda estaba el puesto de ultramarinos de Ana María la Somereta.
Cuantos y cuantos recuerdos traen estas imágenes a los más mayores. Yo todavía recuerdo atravesar los domingos el mercado, tras salir de misa, y ver a Camelia en su puesto de verduras, o a Tista el de Morregales y a su mujer, mi tía Matilde, en su puesto de ultramarinos, entre muchos otros. Algunas mujeres aprovechaban el mismo domingo para comprar el puchero para hacer el suculento cocido. Hemos de tener en cuenta que, en los años 50 y 60, e incluso 70 las neveras no estaban generalizadas en las casas.
Si cerramos los ojos por un momento podemos imaginar el trasiego de las carretillas repletas de los más variados productos para vender: frutas y hortalizas, comestibles o ver pasar a los dueños de las carnicerías con la parte de un cordero al hombro para despiezar y con cubos de metal, repletos de género, cubiertos con impolutos paños blancos, y como los vendedores alzan sus voces para llamar la atención de los compradores.
También podemos ver barrer y limpiar toda esta gran superficie a Manuel Asensio López, Manolo el Barrendero, y escuchar el ruido de su escoba. Trabajaba todos los días del año desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde y sólo libraba un día, el 1 de enero, que además coincidía con su onomástica Este empleado municipal además de barrer el mercado, se encargaba de poner los tableros de los puestos, sobre todo de los que venían de fuera. Entre sus funciones se incluía encargarse de la limpieza de todo el pueblo, barriendo sus calles y ocupándose de remojar la Explanada que todavía no estaba asfaltada, era de tierra, para que la gente pudiera pasear, sobre todo en verano. Su yerno Luis Beltrán Antón Chicharra vendía lotería por las mañanas en la plaza, a lado del puesto de verduras y frutas de Pedro y Natalia. Por la tarde la vendía en el Café de Panets. Antes trabajó en la cerámica de Millá, lo jubilaron por silicosis y a partir de ahí se dedicó a vender lotería.
En la memoria de los mayores están los guardias municipales el tío Pepe Leal Pa i oli, Tomás Aguilar que se encargaba de cobrar a los puestos y del repeso en 1953 y hasta la década de los 60. Otro municipal, el tío Juan Bautista Navarro el Pájaro, ingresó en la plantilla municipal en 1953 y se encargaba de vigilar el mercado de abastos por las noches. También cobraba las cuotas de los puestos Luis Payá, hijo de Andreuet el del Sit, que trabajaba en el Ayuntamiento, era consumero. Las labores de conserje las realizaba Gabriel Pérez el Monfortero y ejercía sus funciones desde la zona en que se concentraban los puestos de verduras y, a ratos tocaba el clarinete.También estaba de guardia en el edificio municipal dessde las 3 de la tarde a las 10 de la noche.
El latir, los ruidos y los olores, en definitiva, la vida, están presentes en estos recuerdos del desaparecido mercado. Su pervivencia fue de 22 años ya que el nuevo mercado municipal de abastos, situado en la calle Luis Chorro, lo inauguró el 27 de enero de 1973 el gobernador civil de la provincia, Mariano Nicolás. Fue el mismo día que se constituyó la Mancomunidad Intermunicipal del Vinalopó. Por lo que respecta al nuevo ayuntamiento lo inauguraron los reyes Juan Carlos y Sofía el 3 de diciembre de 1976.
Esta crónica quiere rendir tributo a todas las personas que dieron vida a este mercado y por tanto a Petrer. Cuánta vivencia y cuántos recuerdos hay detrás de cada uno de los puestos y de las mujeres y hombres que le dieron vida. En estos momentos en que no tenemos mercado en el centro histórico echamos de menos el bullicio y la vida que dan a los pueblos cuando éstos funcionan. Aunque eso si, tenemos el de La Frontera como el mejor referente. Un mercado muy concurrido que nos llena de orgullo por el buen hacer de sus comerciantes que ofrecen a sus clientes la máxima calidad en los productos. El bullicio y la buena acogida que ha tenido siempre hace que una visita al mismo valga la pena.
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