POR MIGUEL ROMERO SÁIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA, VILLAR DE DOMINGO GARCÍA Y CAÑETE (CUENCA)
Decía Roberto Juarroz que “la poesía tiende a lo imposible, pero nos hace posibles” y verdaderamente, la poesía nos hace sentirnos mucho más libres en tiempos de opresión, guerras, pobreza y epidemias.
Alejandro MIchan dice en su reflexión sobre la poesía que “… tengo que admitir que, desde una experiencia personal, la poesía es una forma de conocimiento, quizá la forma más integral y más profunda de conocimiento que conozca. La ciencia, por ejemplo, tiene límites que la poesía es capaz de rebasar en la posibilidad de conectarse con los saberes del mundo y de la vida, porque la poesía no solamente incluye el saber, desde el punto de vista racional, sino que incluye también el sabor desde el punto de vista de saborear la experiencia vital; y en ese sentido, cuando uno conecta con un poema de manera profunda, creo que explicarlo no sirve para quien nunca lo ha vivido.
Eso me ha revelado que la vida misma tiene una dimensión poética. La poesía no es una materia de colegio. ¿Es difícil acceder a esa dimensión poética? Dadas las evidencias, habría que decir que sí. A la mayor parte de los seres humanos les es negada, pero ¿por qué los poetas parecen ser seres de otro mundo?
Este pasado sábado, en el Centro de Mayores de San Pedro, se escucharon versos de gran calado; por un lado, poemas de “Barrio Alto”, libro de Enrique Domínguez Millán, también de “Memorial de afectos” de Acacia Uceta, esposa del periodista, y luego, poemas propios de José Luis Serrano, de Paz López, o incluso de Carlos Solano. Y digo esto, porque cuando la palabra se dimensiona en un espacio bello porque sí, como es ese edificio de portada barroca, con balconajes de madera, blasones de linajes y rejas de antaño, uno se siente especialmente bien. Si a ello añadimos la voz y música de Violeta Parra o de Rizos, interpretado por Josema Martínez, incardinando un acto emotivo, lleno de recuerdo y de nostalgia por lo perdido, pero vivo por lo sentido, nos hace más felices y si cabe, más libres.
Por eso, estoy convencido que nuestros dos homenajeados lo escucharon desde su púlpito celestial, en el Universo o en las estrellas, porque saben que esas voces provocaban sentimiento. Su hija Acacia Domínguez y su nieta Acacia Sánchez Domínguez, allí presentes, lo sintieron entre lágrimas y felicidad.
Un bonito momento en un especial rincón donde la cultura en Arte y Pasión estaban presentes. Luego, palabras de salutación que ahora expondré y una placa de artista del barro, como lo es Antonio Hernansanz, para mantener perenne ese recuerdo de dónde vivió un conquense humanista.
Esto dije y esto mantengo:
“Por eso, este Premio Nacional de Radiodifusión, hijo del cuerpo como un servidor, que vivió entre tricornios gran parte de su infancia, periodista imperecedero -ahí están sus páginas actuales en la Tribuna- ganador del «Antena de Oro» y Caballero de la Orden de Cisneros -entre otras-, fue tan grande de cuerpo como de alma.
Aprendí y sigo aprendiendo. Compartí con Acacia –su esposa- su verbo fácil y su esplendorosa pluma literaria y compartí con Enrique, su bonhomía, su grácil compostura, su grandeza en el sentimiento, su especial finura para dejar sentir -a fuerza de esa ampulosa barba que le dignifica- lo que todo hombre sabio y sencillo ha de provocar entre las gentes de este mundo que le tocó vivir. Sencillamente, un lujo. Su hija y nieta son la viva estampa de su condición solemne.
En sus “Cantos de Soledad”, en el 2007, dedicado a su esposa Acacia, a la que tanto quiso y con quién tanto compartió, expresa su nostalgia de no haber publicado más. Por eso han dicho que: «El gusanillo por dar a conocer parte de una producción que hasta hace poco mantenía como escondida en el armario recorre el cuerpo de este escritor y periodista …»
Él dijo: «…siempre he buscado hacer una poesía clara, sencilla, que pueda ser entendida sin grandes dificultades por el lector. Esto sin olvidar, naturalmente, el cuidado del lenguaje, de la expresión, del estilo. Y siempre he creído también que la poesía tiene que decir algo: no la concibo sin mensaje. Creo que todos tenemos la necesidad de expresarnos con un mensaje a los demás»
En 1983, en el Toro de Barro y Pliegos del Hocino, publicaban «Íntima Dimensión»:
«Hay una dimensión que yo domino
donde las rosas son inmarchitables
donde no puede descender la noche
ni resbala una lágrima
ni es ya morada de dolor alguno».
El Instituto de Estudios Conquenses para el Patrimonio y las Humanidades (IDEC), junto a la colaboración y financiación de la Fundación Global Caja lo hicieron posible. Un homenaje necesario, al que también quisieron estar presentes Aula Poética y Ágora, y esos músicos como Josema y el Rizos, baluartes de generosidad en todo cuanto acontece y se les pide.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/408803/poesia-a-la-carta-por-miguel-romero