POR DOMINGO QUIJADA, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA
A principios de semana hemos conocido el programa de actividades de las fiestas de San Miguel. Ahora vamos a conocer la historia de las propias fiestas, con varios siglos de antigüedad pero, lógicamente, muy transformadas desde sus inicios, al pasar de la ganadería a la albañilería, la artesanía o la alimentación. El texto es, cómo no, de Domingo Quijada, Cronista Oficial de Navalmoral.
Desde los tiempos más remotos, las comunidades vivenciales y productivas, dadas sus creencias y mentalidades, procuraban acogerse a la protección de alguna divinidad o tradición que les amparara ante tantas vicisitudes aciagas a que estaban sometidas, ya fueran climáticas, epidémicas, bélicas o similares.
Así, de acuerdo con las actividades predominantes de dichas sociedades, recurrían a fenómenos físicos, ancestrales o religiosos imperantes en su época. De ese modo, los hortelanos imploraban a San Gregorio, los agricultores a San Isidro y, consecuentemente, la lista sería interminable.
Pero ahora deseamos centrarnos en una de esas dedicaciones básicas para el devenir de ciertos pueblos que, como en el caso que nos ocupa, sus orígenes se remontaban al aprovechamiento agropecuario al medievo debido a los condicionantes edafológicos y poblacionales del Campo Arañuelo.
Por eso, desde que se funda La Mesta, trazan por aquí la Cañada Real y acuerdan una serie de convenios de arriendos y aprovechamientos de sus dehesas, al tiempo que los diferentes estamentos implicados en dichas actividades pecuarias buscan el amparo de todo aquel personaje suficientemente avalado por tradiciones o decisiones popularmente avaladas.
Es por lo que, en ésta y en otras muchas zonas con semejantes labores antaño, se fijaban en aquellos santos protectores del ganado: en unos casos se acogían a San Blas (cuya lista es interminable), en otros a San Sebastián (caso similar) y en algunos también a San Miguel; y siempre en base a análogas circunstancias, las ya señaladas antes y que, en este último caso, resumimos a continuación:
Según las Sagradas Escrituras, ante la rebelión de Lucifer, el arcángel San Miguel formó parte del triunvirato que capitaneó a los ángeles buenos contra los malos. Por eso, la Iglesia lo venera como protector frente al mal, como centinela: el que habrá de pesar las almas el día del Juicio… De ese modo, se le representa con espada y balanza, matando al dragón o armado de escudo y lanza.
Tal vez por ello, esa labor de vigía tuvo algo que ver con su relación pecuaria, con la devoción que los ganaderos le tenían. Lo cierto es que las dos fiestas que se asocian a este santo (la del 29 de septiembre y la del 8 de mayo -que conmemora la «Aparición de San Miguel») están relacionadas con la trashumancia del ganado en nuestro país, cuando bajan de la sierra -la primera de ellas- y cuando regresan -la segunda-.
Como decíamos, también imploraban los ganaderos a San Blas, desde tiempos muy remotos (en el siglo XVI ya se le veneraba en Navalmoral, tal vez porque, según la tradición, en tiempos del emperador romano Licinio (316 d. C.) por negarse a renunciar a su fe fue desollado con peines de acero de los que entonces utilizaban para la carda o limpieza de la lana y finalmente decapitado); y a San Sebastián, quien vivió unos años después que el anterior (pero en ese mismo siglo), al que debido a esas mismas creencias cristianas, le llevaron al circo para ser devorado por las fieras; pero éstas le respetaron (por lo que fue admirado por ganaderos…), para ser más tarde asaeteado, como generalmente se le representa.
Centrándonos en el tema en cuestión, la devoción a San Miguel así como la feria en su honor en septiembre, es muy antigua en nuestra localidad debido a las circunstancias agropecuarias ya reseñadas de Navalmoral. Así, en el siglo XVIII ya existía, de acuerdo con los datos que obran en nuestro poder, aunque es más que verosímil su celebración en fechas anteriores.
Como muestra de ello, uno de los barrios más emblemáticos de Navalmoral, el del «Perchel», se denominaba así hasta finales del siglo XIX, cuando llegan los ferroviarios y le cambian el nombre ante la presencia de una simpática malagueña que procedía del barrio malacitano de ese mismo nombre, «El Perchel».
Se pierde y se recupera
Sin embargo, debido a la crisis económica que imperaba en esa época, con continuas epidemias ganaderas y frecuentes guerras o insurrecciones militares que diezmaban la cabaña ganadera, en los inicios del mencionado siglo XIX desaparece, posiblemente con la Guerra de Independencia. Incluso en la primera mitad de esa centuria no hubo ninguna otra Feria en Navalmoral, si exceptuamos la de San Marcos, en la dehesa de su nombre.
Pero, el 28 de noviembre de 1875, la Corporación, que presidía el alcalde Domingo Rodríguez Gómez, acuerda recuperar la Feria de San Miguel. Pero a finales de ese siglo, y con la crisis de las guerras coloniales, vuelve a desaparecer la feria durante una breve temporada.
Hasta que el 29 de septiembre de 1903 de nuevo vuelve a celebrarse en Navalmoral la Feria de San Miguel, aunque con el nombre de «Feria de Otoño». Hablando de esta Feria, nuestros antepasados tomaron esta festividad como hito de referencia que condicionaba la economía agraria: arriendos, contratos, transacciones, préstamos, etc. Pero también aprovechan esos días de trato para comprar lo necesario, intercambiar productos y «darle gusto al cuerpo».
Ubicación variable
En cuanto a su ubicación, fue muy variable a lo largo de los años, según las circunstancias, desde los Caños Viejos (anterior Plaza de Abastos y actual Teatro del Mercado), pasando por la dehesa del Espadañal, La Parrilla y el Canchigordo. Hasta que la crisis agropecuaria de los años 70 acaba con la feria, siendo dedicado el último espacio que ocupaba a la ubicación de los colegios que en esas fechas se edificaron en Navalmoral; el Campo Arañuelo y el Sierra de Gredos, además de otros organismos públicos.
La recuperación definitiva tuvo lugar en 1983, de acuerdo con la promesa del nuevo alcalde de entonces, Javier Corominas, con actos muy llamativos. Pero lo que no se recupera es la feria de ganado. Aunque resucita e incorpora otras actividades con gran éxito, como el Concurso de Albañilería, el de Artesanía, Feria Agroalimentaria y otras similares en los años siguientes.
A partir de entonces la progresión ha sido espectacular, como podemos valorar a través de los diversos actos programados en las últimas ediciones, y que están en el recuerdo de todos. Así está la situación actual. Y, como es natural, su futuro es fácil de adivinar: la Feria de San Miguel será la que nosotros -con nuestro apoyo y asistencia- y nuestras autoridades -con las gestiones oportunas- queramos.
Felices fiestas…