ASÍ ME DA LAS GRACIAS
Sep 13 2014

POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Erase una señora, frecuente viajera a Francia, que tenía a su servicio a una empleada que para ella era algo así como su mano derecha. En uno de los viajes compraron una gatita de Angora a la que llamaron madán (madame).

Pasado un tiempo quisieron cruzarla con una gato, también de Angora, y al conocerse los «presuntos novios» la pelea entre ellos fue épica.- Visto el suceso dijo la sirvienta: ¡Ay, señora; paezme que la madán ye mesié (monsieur).

Pues algo parecido me sucedió a mi en el «Rastro» gijonés.

Quise comprar un limonero de calidad garantizada, me vendieron un árbol precioso, lo planté, creció, floreció y vi que sus frutos eran esféricos, grandes, turgentes… ¡Dios mío!, me dije, en vez de un limonero me vendieron un «pomelero» y esos frutos, que no limones, son POMELOS.

Le tomé manía al árbol; era como un algo no deseado, y él, por llevarme la contraria cada vez me regalaba mejores frutos.

Este año su osadía generosa llegó al límite : me ofrece pomelos de casi medio kilogramo cada uno.

Yo discuto con él, le riño, le afeo que su zumo está contraindicado para ciertos medicamentos que debo tomar… Y el, ni caso.

Ayer fui a recolectar unos pomelos para regalar a unos amigos y me pareció sentir que me hablaba: «Anda, me decía, sácame una foto y cuélgala en tu muro; me gustaría que tus amigos me conozcan. Ya ves que yo intento devolver el bien por el mal que tu me deseas».

¡Serás cara!, le contesté, No cites a San Mateo, cap. 25 .

Y él, agitando sus ramas a carcajada plena, dijo riéndose de mi: ¡Otra vez te volví a engañar! Estaba cantando el salmo «ubi charitas et amor, ibi est Deus» (donde hay caridad y amor, ahí está Dios).

Ayer aprendí que los árboles también tienen su corazoncito.

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