POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
Un viaje al pasado es el que he realizado hace pocos días llegándome hasta la orilla del gran Tajo, en la parte más meridional de la provincia de Guadalajara, donde sobre un cerro amesetado al que llaman “de la Muela” permanecen ocultas desde hace siglos las ruinas de una ciudad romana, la que llamaron Caraca en los escritos de Plutarco y los Itinerarios latinos. Un viaje que recomiendo para palpar el rumor de la historia más pretérita de nuestra tierra.
A la ciudad romana de Caraca se llega sin mayor dificultad desde Driebes, bajando por un camino de tierra en buenas condiciones hasta la misma orilla del Tajo, alcanzando el breve llano que se extiende ante la nueva ermita de la patrona del pueblo, la Virgen de la Muela. Allí se encuentran, además, dos espacios que dejan entrever los últimos hallazgos del proceso de investigación arqueológica al que están sometiendo el entorno: se trata de un par de tumbas pertenecientes a la necrópolis del lugar, y que han sido datadas como de época visigoda, y unos grandes sillares que formaban parte de una calzada romana, concretamente la que de Complutum llevaba a Segóbriga y luego a Cartago Nova, y que daban consistencia al enclave de Caraca.
Los arqueólogos directores del plan de excavaciones, que comenzó en 2016, y que continúan durante los veranos gracias al apoyo de la Diputación Provincial de Guadalajara, son Javier Fernández Ortea y Emilio Gamo Pazos. Rodeados de un consistente equipo de apoyo, y con elementos modernos de prospección como los drones y un georrádar 3D con antena multicanal, han conseguido algo esencial, que sabemos es preludio de muchos otros hallazgos: la identificación y planimetría de esta ciudad que extendió su vida entre varios siglos antes de Cristo, y la tercera centuria de nuestra Era. Creada y mantenida por los iberos, concretamente el pueblo carpetano, puesta sobre una eminencia del terreno dando vistas al amplio valle del Tajo, fue conquistada por el Imperio Romano, y transformada en municipio con todos los derechos del ius latii para sus habitantes, que se manifestaron colaboradores de la civilización latina.
Hasta ahora se ha conseguido lo fundamental: tener el plano completo de la ciudad, de sus estructuras y espacios relevantes. Sabemos así que Caraca tenía un amplio foro, que centraba las dos vías esenciales de un burgo latino, el cardo y el decumanus, en torno a los que se desarrollaba el tejido urbano en formato ortogonal. Además estaba provista de baños públicos, de un gran espacio de mercado, y de muchas viviendas, así como una posible basílica sobre la que se levantó la única huella construida que ha llegado hasta nuestros días, la arruinada ermita de Nuestra Señora de la Muela. La ciudad recibía agua potable de un manantial que nace junto a Driebes, y que llegaba a la ciudad gracias a un acueducto de 3 kms. de longitud, del que se han encontrado restos.
Calculan los arqueólogos que Caraca alcanzaría a tener una población de en torno a 1.800 habitantes. Por algunas huellas encontradas, se presupone que participaría en las “Guerras Civiles” romanas apoyando a Sertorio, aunque esto es un poco aventurado narrar, antes de que en las excavaciones futuras puedan ir apareciendo huellas materiales, objetos, inscripciones y emblemas que decanten la actividad de sus habitantes. En todo caso, piezas de arte ya se encontraron, en unas primeras catas que desde perspectivas particulares se realizaron en 1945, y que con la denominación conjunta de “el Tesorillo de Driebes” se llevó al Museo Arqueológico Nacional, y allí en Madrid de exponen ahora, como testimonio de esa presencia carpetana y romana en nuestra tierra. El río Tajo vuelve a ser testimonio palpitante de la vida y las comunicaciones de la península, y aunque los romanos, como antes los fenicios, griegos y púnicos, y más tarde los bizantinos y aún árabes, fijaron su mayor interés en las costas, la forma de adentrarse en el interior elevado de la península hubo de ser siguiendo las orillas de los grandes ríos y sus cómodos valles anejos.
Un pueblo con pálpito romano
Desde el hallazgo de las primeras ruinas de Caraca, la población alcarreña de Driebes ha cambiado un tanto su fisonomía. Ha mejorado en todo: limpieza, detalles urbanos, apertura de plazas y fáciles accesos de circulación rodada. Su estructura es la misma que desde la Repoblación en que se levantó. La iglesia es moderna, y sin arte alguno, pero las pequeñas plazas, centradas de olivos, las rectas cuestas, algunas nuevas construcciones como la Casa de la Cultura dedicada a Aurelio Pérez, y la blancura de sus edificios y tapias ha venido ahora a sumar el interés de un verdadero “Museo al Aire Libre” que a fecha de hoy se compone de unos 80 grandes murales, hechos con la técnica del graffiti urbano, pero con un tema común y monográfico: la memoria de Roma entremezclada con los elementos de nuestro día a día. Hay así verdaderos cuadros que rememoran a legionarios, a vestales, a emperadores y ciudades como Pompeya, con letreros en latín, y sorprendentes interpretaciones de “lo clásico” sobre las vallas de los corrales de Driebes. Un concurso anual que patrocina el Ayuntamiento, concede en cada convocatoria premios a los memores murales, que ya quedan permanentes para su admiración.
Solo por darse una vuelta a través de estas salas descubiertas que son las calles de este pueblo alcarreño, ya merece la pena llegarse hasta aquí, cosa que es fácil de hacer, bien desde Mondéjar, por carretera que sale desde la espalda del Instituto y Centro de Salud, atravesando viñedos y olivares, dejando a un lado la finca de Manuel Vidrié, o bien desde Albares/Almoguera, por carretera que antes pasa junto a Mazuecos.
Desde hace pocos años Driebes se ha convertido en un pueblo con buena “movida” cultural y festiva. No solo en las celebraciones de su patrona, la Virgen de la Muela, sino con sus encierros, sus concursos de murales y muchos otros atractivos urbanos que sorprenden a quien va allí por vez primera. Entre ellos, el cerro de la Yesería, donde hay una vieja cueva de posibles eremitas, y ahora un gran mural que da viveza y relieve a la montaña. Pero también la vieja Fuente de las Mulas, rehabilitada con un sentido moderno, y muchos otros detalles.
Por eso recomiendo planificar ya un viaje a Driebes, aunque sea para echarle un primer vistazo. Además, hay sitios donde poder comer. O sea, que sin dudarlo, y desde ya, todos a Driebes.