ANTONIO SÁNCHEZ DEL BARRIO, ES CRONISTA OFICIAL DE MEDINA DEL CAMPO (VALLADOLID)
El próximo jueves, 1 de diciembre, el historiador vallisoletano Antonio Sánchez del Barrio (Medina del Campo, 1960) leerá su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, con el título ‘Fuentes gráficas para una ciudad imaginada. Arquitecturas perdidas de Medina del Campo’. Con medio centenar de libros y ensayos a sus espaldas, y más de un centenar de artículos en catálogos de exposiciones, obras colectivas, revistas científicas y divulgativas de todo el país, el director de la Fundación Museo de las Ferias y subdirector de la Cátedra Simón Ruiz de la Universidad de Valladolid echa la vista atrás en esta entrevista con Ical para recordar la labor realizada en las últimas décadas en favor del conocimiento, la difusión y la conservación del patrimonio, una tarea que le hizo merecedor, por unanimidad, del Premio Trayectoria Artística Provincia de Valladolid 2019, que recibió el pasado año.
¿Cómo fueron sus primeros encuentros con la Historia?
Cuando era niño, con siete o nueve años, recuerdo que mi padre me llevó al Museo del Prado. Es la primera vez que soy consciente de haber llegado a un lugar realmente increíble. Para un niño que vivía en un pueblo pequeño como Medina, ir a Madrid y al Museo del Prado fue muy impactante. Tengo recuerdos fugaces de unos espacios grandísimos y me sorprendió mucho ver de cerca cuadros de Velázquez tan famosos como ‘Las Meninas’ o ‘La rendición de Breda’. Luego, cuando estaba estudiando el bachiller, recuerdo que me impactó mucho un profesor de Historia del Arte que tuve, un carmelita que daba las clases de una manera muy particular; y también me influyó mucho el padre Paco, un profesor de dibujo que tuve.
¿Cuándo descubrió que la Historia era su camino profesional?
Conocer a Joaquín Díaz marcó para mí un antes y un después. Podría decirse que ha sido mi maestro y mi mentor. Luego he tenido otros, pero siempre le estaré eternamente agradecido por todo lo que me apoyó y me ayudó. Yo había estudiado tres o cuatro años de Arquitectura, pero en ese momento ya estaba estudiando Historias. Un día le llamé, le conocí y empecé a ayudarle con la ‘Revista de Folklore’ y con todo lo que estaba haciendo. En esa época se estaba creando el centro etnográfico dependiente de la Diputación, estábamos en la calle Santiago y yo era una especie de meritorio: daba charlas en los pueblos sobre aspectos de cultura de tradicional, arquitectura popular, danzas de palos, fiestas… Con él aprendí muchísimo, estuve haciendo muchas cosas hasta que se creó el centro etnográfico Joaquín Díaz en Urueña, donde entré como subdirector. Luego ya se creó la Fundación Joaquín Díaz y con él estuve once años allí, en Urueña, en la primera etapa de mi vida profesional.
En esos años además participó en un ambicioso proyecto para inventariar los bienes patrimoniales de la Diócesis de Valladolid. ¿Cómo surgió aquello?
La Junta, el Arzobispado y el Ministerio se pusieron de acuerdo para inventariar todo el patrimonio artístico que tenía la Diócesis, primero en las parroquias y luego también en los conventos. Me metí en el proyecto junto a Luis Isusi, Manuel Arias y José Ignacio Hernández, y durante unos diez años a partir del 95 estuvimos recorriendo toda la provincia, entrando en las clausuras y en todas las iglesias, inventariando todas las obras que pudieran ser objeto de robo o de daño, reflejando su estado de conservación, fechándolas y dándoles una cronología. Fue una época de un aprendizaje enorme, sobre todo porque las personas con las que iba sabían mucho. Yo ahí aporté lo que pude y guardo un recuerdo estupendo.
Tras su etapa con Joaquín Díaz se embarcó en el Museo de las Ferias. La idea de un museo para la villa era como un viejo anhelo. Se había hablado muchas veces de ello pero nunca había cristalizado…
Sí, hubo varios intentos que no prosperaron. En los años sesenta hubo ideas para dedicar las Casas Reales a un museo de Isabel la Católica pero no se logró. En nuestro caso, siendo persistentes y creyendo en el proyecto, al final salió. Y el Museo de las Ferias creo que ha supuesto, para Medina, un antes y un después en cuanto al tratamiento de su patrimonio y de su historia. No solamente de patrimonio, sino en cuanto a investigaciones históricas, con muchas publicaciones, conferencias, cursos y otras propuestas que se han desarrollado a lo largo de estos años aquí.
¿Cuál fue el germen del proyecto?
Se comenzó a plantear tras la excelente acogida que tuvieron dos exposiciones que se organizaron en la Iglesia de San Martín: ‘Raíces y efemérides’ en 1992 y ‘Mercaderes y cambistas’ en 1998. Las autoridades de Medina, en los tiempos de Crescencio Martín Pascual, me propusieron hacer un proyecto para crear un museo, donde se pudieran reunir los fondos del Archivo Municipal y otros conjuntos documentales. Yo planteé la necesidad de dar forma a una fundación para que se pudiera gestionar con solvencia. Así nació el proyecto de crear la Fundación Museo de las Ferias, con el Ayuntamiento, que la preside, la Diputación, la Junta de Castilla y León y la Universidad de Valladolid. El Museo se puso en marcha en el año 2000 y un año después echó a andar la Fundación.
¿Qué retos implicaba?
Era una oportunidad única de defender el patrimonio de tu localidad natal y dar visibilidad a un patrimonio histórico artístico muy importante, que estaba absolutamente olvidado, descuidado y perdido… Medina era la única población de Castilla y León que, pese a contar con un pasado tan importante, tenía su patrimonio tan disperso. Era absolutamente desconocido, más allá del Castillo de la Mota, la colegiata o el Palacio de Dueñas, y ni siquiera se sabía todo lo que había en los conventos. Eso hizo que, desde el Ayuntamiento, se potenciara una salvaguarda que querían asumir de primera mano. Con el Museo se conseguía que hubiera una institución permanente, donde profesionales que se dedican a ello y que tienen una formación pueden no solo encarar proyectos de restauración o de conservación, sino de difusión a través de exposiciones o de publicación de catálogos. Y estamos hablando de patrimonio, pero por otra parte está también la faceta histórica, con el Archivo Municipal en un primer momento y luego con el Archivo Simón Ruiz, que sería un capítulo importantísimo y aparte dentro de mi vida profesional, que nos permite entrar en otra división; por así decirlo, en la División de Honor.
¿Qué supuso la creación del Archivo Simón Ruiz?
Para mí es el gran archivo, el único que existe de un mercader de los tiempos de Felipe II en la segunda mitad del siglo XVI. Es algo único, y desde que conseguimos gestionarlo desde Medina se han hecho nueve diez proyectos importantísimos y pioneros, que ahí están. Yo creo que en eso y todo lo que tiene que ver con el patrimonio audiovisual, con la fotografía histórica, es en lo que me centraré en estos últimos años, sin descuidar todos los ciclos que tenemos en marcha con la Diputación de Valladolid.
Lleva más de treinta años trabajando en la preservación y difusión del patrimonio cultural, ¿cómo ha cambiado la visión del patrimonio desde entonces, a nivel de administraciones y de ciudadanía?
Muchísimo. Antes todos los trabajos de campo corrían por cuenta propia. En mi caso, cada vez que iba a los pueblos a recoger tradiciones o a grabar a señoras que me iban a contar o a cantar, tenía que buscarme la vida e ir en tren, o pedirle a un amigo que me acercara en coche, para grabarlo en mi casete. Hoy en día muchos de esos trabajos están auspiciados por las instituciones. La consciencia de la importancia del patrimonio que hay hoy en día antes no estaba tan difundida. Hoy está todo mucho más reglado y normalizado, de manera que cualquier actuación urgente se puede realizar con más agilidad. No sé si siempre se llega, porque el patrimonio que tenemos, no solo artístico sino de todo tipo, es tan enorme que es prácticamente imposible llegar a todo. Eso es una realidad incuestionable.
¿Quizá empezamos a ser conscientes de la importancia de nuestro patrimonio y de la riqueza que que puede suponer para los sitios donde está?
Sí, antes no había tantos medios como hoy en día para la intervención, y en paralelo se ha desarrollado la vertiente turística, más allá de la patrimonial, de la conservación, que hace que todo lo que se invierta en esto tenga una rentabilidad social, por decirlo así, que antes no era tan obvia. Además las nuevas tecnologías han influido mucho y permiten hacer todo tipo de análisis, de pigmentos, de infrarrojos… con todas las técnicas actuales.
Es académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de la de Doctores de España, y el próximo día 1 leerá su discurso de ingreso en la Real Academia de las Bellas Artes de la Purísima Concepción. ¿Qué supone la entrada en esa institución?
Un reconocimiento que no sé si merezco, pero que me hace estar orgulloso y encantado de incorporarme a la Real Academia de la Purísima, donde tengo muy buenos amigos, de muchos años. Creo que conozco a casi todos los miembros, y lo que espero es poder contribuir con lo que buenamente conozca a los progresos de las artes, que es el lema de la institución.
El pasado año recibió el Premio Trayectoria Artística de la Diputación, ¿es el momento de ir recogiendo los frutos tras décadas de trabajo callado?
Viéndolo así, me parece como si me hablaran de otra persona. Siempre he pensado que eso llegaba mucho después, cuando ya estás jubilado y con una carrera a punto de terminar, pero yo no me veo en una trayectoria acabada, sino con muchas ganas de nuevos proyectos. El Premio de la Diputación fue para mí una sorpresa por lo que es realmente, el reconocimiento a una trayectoria. Sí es cierto que en muchas ocasiones ha sido un trabajo callado, que no tiene ese reconocimiento exterior que tienen otros, pero a mí siempre me ha gustado trabajar tranquilo, hacer cosas y que salgan, no solamente estudiarlas y proyectarlas, sino que tengan una trascendencia social. Al menos es lo que he intentado.
¿Cuál es el mayor sueño que le queda pendiente en el tintero?
Creo que el Museo y la Fundación deberían tener una ampliación de espacios, porque el patrimonio que ha llegado fruto de donaciones y de depósitos de muchas personas y entidades es muy grande. Ahora mismo para los fondos documentales propios y para los que gestionamos necesitaríamos más espacio. Me consta que desde desde el Ayuntamiento ya se están dando pasos para esa ampliación, lo que no sé es el tiempo que llevará realizarlos. Yo creo que ese sería un poco el culmen, poder contar con unos espacios que nos permitan llevar a cabo proyectos que ahora no podemos sacar adelante.