POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El paraje de «los Tollos» estaba salpicado de barracas, refugios, cobijos, chamizos, cuevas y alguna casa dispersa.
Los hermanos Juan y Antonio (Los Segundinos), pasaban largas temporadas en ellas y, durante el invierno, se marchaban a sus casas de Ulea, concretamente a la calle Nueva.
Grandes personas, trabajadores honestos y, como ocurría con frecuencia en aquella nefasta época «iletrados».
Sin embargo, su tesón y el afán de sacar a su familia adelante, les hicieron expertos cultivadores de sus tierras y de las que trabajaban a jornal.
Aunque no eran muy proclives a participar en grandes reuniones- carecían de un léxico apropiado- un buen día Juan yerno del tío Julio Carrasco y padre de Juanón, se acercó al lugar en el que se celebraban reuniones, bajo el almendro de la finca de la familia Ríos, en donde hablaban los agricultores y ganaderos de la comarca de «los tollos»
Allí acudió Juan, con su atuendo de labrador- pantalón de pana, blusa oscura, esparteñas, barba de 15 días y sombrero de paja; además de su bolsa con el almuerzo.
En la primera ocasión en que acudió, se comportó como un educado oyente pero, en la siguiente, salió al estrado, al amparo del Almendro y habló de las cavas de la tierra en la huerta uleana y, en especial, la del paraje de los tollos.
Con un hablar sereno, como el que domina la materia, expuso como se realizaban tradicionalmente las cavas, tanto de tierra como de láguena, describiendo las célebres cavas de «fleja», de «San Juan», «la majenca» y de rascado, en otoño, para matar la abundante alfalfilla que cubría las tierras.
Era costumbre que la cava fleja fuera muy profunda, teniendo que dar una azada y repetición para ahondar mas profundo.
Con su lenguaje habitual, pero como un verdadero sabio de la agricultura uleana, se quitó el sombrero y con gran énfasis, confesó que esa costumbre era un completo error ya que el segundo azazo se llevaba por delante gran parte de las raíces de los árboles, tentáculos por donde se asimila el agua y las sustancias nutritivas que precisan los naranjos y limoneros, para estar sanos, frondosos y dar abundantes cosechas y, además, de calidad suprema.
Todos los cánones de nuestros antepasados quedaron en entredicho. Me di cuenta que los contertulios se miraban entre sí, un tanto contrariados.
Sin embargo, pasado el tiempo, se comprobó que Juan «el Segundino» tenía toda la razón y, durante mucho tiempo, se denominó «Técnica moderna de la cava fleja, de Juan el Segundino». Para los agricultores del paraje de los Tollos, había surgido un verdadero experto en cavas.
En ocasiones posteriores acudió con su hermano Antonio y, ambos, que parecían hermanos gemelos, formaron parte de aquel lugar de encuentro bajo el almendro de la familia Ríos. Verdaderamente nos habíamos encontrado con un sabio de la agricultura, aunque fuera iletrado.
El comunicado final fue el siguiente;» la cava fleja era una tradición en toda la huerta uleana, pero resultaba nociva para los árboles».
FUENTE: EL CRONISTA