POR JOAQUÍN MUÑOZ CORONEL, CRONISTA OFICIAL DE CORRAL DE CALATRAVA Y POZUELO DE CALATRAVA (CIUDAD REAL)
Partimos de la base de que cuando decimos “Navidad” en España, gastronómica y festivamente hablando nos estamos refiriendo al periodo (‘navideño’, claro) que va comprendido entre el Día de la Inmaculada, y el de los Reyes Magos en enero. Prácticamente un mes (menos dos días), durante el cual cambian las costumbres y el modus vivendi de los ciudadanos. Lejos quedan ya aquellos ‘aguinaldos’ que solían repartirse hace décadas entre los profesionales especialmente agobiados en estos días (empleados de limpieza y basura, porteros, carteros…), que incluso nos hacían llegar sus propias tarjetas deseando una Feliz Navidad. Pese a ello, los ‘aguinaldos’ de la población infantil siguen existiendo, y cuesta poco dinero llenar con un poco de ilusión, los bolsillos o mochilas de los más pequeños…
En su conjunto, la del periodo navideño es una secuencia que se repite indefectiblemente cada vuelta completa del calendario, y que transforma profundamente la vida cotidiana y laboral de grandes y pequeños. Las luces, los regalos, la música y alegría -y también a veces los excesos culinarios-, conforman la hoja de ruta del último mes del año, y los primerísimos días del siguiente. Pero todo el espacio festivo y civil, se ve enmarcado por dos acontecimientos religiosos: el nacimiento de Jesús, y la Adoración de los Magos. Entre ellos, uno exclusivamente social: la salida y entrada del año, la Nochevieja y el Año Nuevo.
Un simple cambio de hoja en el calendario, pero que tan profunda repercusión tiene en nuestras vidas desde todos los aspectos imaginables. Porque el ser humano se mueve por ‘años naturales’, en el transcurso de los cuales todo se sucede, la vida y la muerte, la felicidad y el desamparo, la salud y la enfermedad… Familias que crecen, y familias que menguan inexorablemente. Y luego están los deseos, cuyo propósito siempre es ambicioso para el año que nace, aunque resulte casi irreconocible y distante ya en el año que muere…
TIEMPO DE ADVIENTO…
Las celebraciones (al fin y al cabo, el periodo navideño es en su conjunto una gran celebración) marcan la vida cotidiana. Primero con la llegada del Adviento, muy especialmente celebrado en la Europa central y del norte (cuyos calendarios de Adviento se han popularizado mucho últimamente entre los más pequeños). Adviento es el periodo que señala el comienzo del año litúrgico cristiano, y que comprende las cuatro semanas anteriores a la Navidad. Comienza el domingo más próximo al día de San Andrés, que celebramos el 30 de noviembre. Podríamos decir que el Adviento es con respecto a la Navidad, similar a la Cuaresma con respecto a la Semana Santa, el paso o preparación previa. Aunque el desenlace final sea diametralmente opuesto.
El adventus Redemptoris, ‘Advenimiento’ o “Venida del Redentor” es nada menos que el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Cuyo origen parece proceder de la Alemania protestante del siglo XIX, cuando los niños encendían una vela cada día, desde el primer domingo de Adviento hasta la Navidad, solemnidad que litúrgicamente se denomina Natividad, y que celebra el nacimiento de Jesús.
Y he aquí las cuatro grandes figuras bíblicas del Adviento: Isaías, el profeta por excelencia del Adviento, uno de los cuatro profetas mayores del Antiguo Testamento (9:6), y, ya en el Nuevo Testamento, María de Nazaret, su esposo José, y Juan el Bautista.
La gastronomía de la Navidad y otros excesos. Castilla-La Mancha, una mesa bien surtida.
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