POR BIZEN D´O RIO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE LA HOYA DE HUESCA
Si cualquiera de nuestras gentes que habitan este territorio se viera en la necesidad de elegir entre los múltiples símbolos navideños, sin duda elegiría el belén, porque para la inmensa mayoría de las familias representa la rememoración del nacimiento de Cristo y la cultura de nuestro pueblo, de nuestros antepasados.
Pero esta escenificación sencilla escueta del nacimiento, esa imagen del niño casi desnudo expuesto al rigor del invierno, es también la esperanza de un mañana mejor, es todo algo más que unas figuritas simples de barro, madera o resina plástica, y la prueba más contundente de la importancia del belén en la decoración festiva de los hogares del Somontano es que, a pesar del auge del árbol de navidad, éste no ha conseguido desplazarlo y prácticamente llegan a convivir ambos, pues todas las familias que ponen árbol de Navidad también colocan al pie, junto a su tronco, estas figurillas representativas del nacimiento de Jesús.
Los antecedentes del belén los encontramos en numerosas manifestaciones pictóricas existentes en el rico patrimonio de esta tierra, y como antecedente más remoto, en la Catacumba de Priscila, que aparece por primera vez la Virgen con Jesús en brazos. El inventor, el creador de esta costumbre fue Francisco de Asís, quien pidióal Papa Inocencio III permiso o licencia para instalar un nacimiento en el bosque de Greccio.
Si bien, Francisco lo hace con espíritu subversivo, profético, pues con esta representación se dirige a los poderosos, a los teólogos de la época bien instalados en este mundo, a cada uno de los cristianos que viven por aquellas fechas odios, divisiones, rapiñas y violencias y les muestra a aquél Dios desvalido del pesebre, desnudo, pobre, pero abierto a todos.
Pero Francisco también inventó esta representación del Nacimiento para llamar la atención a los herejes de su época, a los cátaros sobre todo, haciéndoles ver, que Dios no es solamente espíritu puro, sino carne y sangre del hombre, que se encarnó en nuestro barro y lo ha glorificado y santificado para siempre. De su mano, la cristiandad medieval tan criticable en muchos aspectos, pero tan exacta en otros, comprende que Cristo se ha encarnado y el cristiano medieval llega a tutearlo, a olvidarse de la distancia infinita de su Persona divina y puede establecer una cercanía al verlo niño en el pesebre.
En nuestra tierra, será el barroco quien se encargará de impulsar aquella tradición medieval, que llega hasta nuestros días y precisamente lo hace, con la exquisita sensibilidad de los artistas cristianos de ese tiempo, que pintan y labran retablos en catedrales, colegiatas y parroquias para mostrarnos este momento del nacimiento de Jesús, pero, lo hacen acompañados además en un perfecto maridaje, por la delicadeza y expresión de un grupo de poetas que compone villancicos y albadas, profundos y populares, como Dña Ana Abarca de Bolea, la poetisa del Somontano, Abadesa de Casbas de quien celebramos el IV centenario de su nacimiento, que termina su “Albada al Nacimiento” con estos versos…….
En fin, nació en un pesebre
Como Llucas lo dizió,
No se enullen si len dicen,
Que en las pallas lo trobón.
FUENTE: B.D.M.