“CONSUELOS Y ESPERANZAS” EN GUADALUPE (EXTREMADURA), DEL OBISPO EXTREMEÑO ANTONIO SENSO LÁZARO (MONTÁNCHEZ 1868-ASTORGA 1941)
POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Agradezco a fray Vidal Rodríguez López (OFM), director de la Revista Guadalupe -revista que se edita desde 1916- la publicación en su número 880 de mi artículo “Consuelos y esperanzas” en Guadalupe, del obispo extremeño Antonio Senso Lázaro (Montánchez 1868-Astorga 1941, al que dedican siete páginas.
“Consuelos y Esperanzas para Guadalupe”. Así daba nombre al artículo (publicado en Guadalupe el 1/IX/1907 y transcrito y publicado en la Revista Monasterio de Guadalupe en 1957) que el entonces Rector del Seminario Conciliar de Madrid, Antonio Senso Lázaro, escribió para la Revista Guadalupe. Publicación hecha en el contexto de la campaña por la causa restauradora que precisaba la Real Casa de Santa María de Guadalupe, junto con la propagación de su devoción. Se había dado un paso importante reciente con la declaración eclesiástica concedida por el Papa Pío X, mediante el rescripto Beatissiman Virginem, celebrándose gozosamente la proclamación como Patrona de Extremadura.
El presbítero montanchego Senso Lázaro, principiaba Consuelos y Esperanzas describiendo las tierras extremeñas: “En una edad que todavía la Historia no llama antigua, fue muy conocida y celebrada como la que más fuera, y ciertamente ninguna otra lo fue tanto, una dilatada región de la península ibérica. Grande y nobilísima por la nobleza de sus hijos, como grande y noble nación de que formaba parte, supo de tal modo hacer valer su grandeza, que los laureles con que se entretejió en aquellos días la envidiada corona de España, no fueron otros laureles que los nacidos, criados y formados en los huertos y majuelos (en su acepción tierras de viñas) de nuestra amada Extremadura.
Extremadura amamantada a los pechos de la insigne y gloriosa Castilla, por algunas partes áspera y brava como Asturias, y llana y fértil por otra como los mismos campos castellanos, porción de España que en los últimos años de los siglos medios no era mejor ni peor que las demás de la monarquía, llegó sin embargo a ser en el siglo XVI sinónima de nación española: una hija que había adquirido toda la robustez y había heredado todo el valor y todas las virtudes de la propia madre. Fuera de España, España era Extremadura, fuera de España el extremeño era el español…Diríase que si un día España había dado el ser a Extremadura, bien pronto Extremadura devolvió a España su heroísmo legendario y su nobleza esclarecida y su hidalguía bien probada; que si España dio el ser a Extremadura, España no vivirá después sin Extremadura, ni sería grande sino por Extremadura, y cuando faltaran a Extremadura sus grandes virtudes características, faltarían también seguramente a España”.
NOTA. Próximamente daré a conocer el artículo “El pontificado del obispo extremeño Antonio Senso Lázaro en la diócesis de Astorga (1913-1941)”, publicado en el número 18 de la Revista Pax et Emerita (archidiócesis Mérida-Badajoz). Os dejo un adelanto: “Cuando la villa de Montánchez pertenecía a la diócesis de Badajoz, un joven, natural de ella, Antonio Senso Lázaro (1868-1941), llegó al Seminario Conciliar San Atón para recibir formación, porque había percibido la llamada a la vocación del sacerdocio. Tras su ordenación, fue canónigo, muy joven, de la catedral de Badajoz, aprobando después una canonjía en la catedral de San Isidro de Madrid. Se licenció en Teología por el Seminario San Ildefonso de Toledo y en Derecho canónico y civil en la Universidad Central. Designado Rector del Seminario matritense, impulsó las obras del nuevo edificio, dejando en él un recuerdo imborrable.
En julio de 1913 fue preconizado obispo de la Diócesis de Astorga. Consagrado en septiembre, llegó a la catedral de Astorga a finales de diciembre. El obispo Senso tomó por lema “Perfice gressus meos in semitis tuis” (Perfecciona mis pasos en tus caminos). Su pontificado abarcó veintiocho años de trabajo pastoral. En su misión, se fijó enseñar, santificar y regir. Priorizó sus afanes en el Seminario, la formación del clero, los colegios, la enseñanza, Acción Católica y las situaciones sociales con predilección por los necesitados. Fue un incansable visitador por ásperos caminos que lo llevó a las parroquias de los arciprestazgos de la diócesis asturicense. Falleció en 1941, en Astorga, su primera y única diócesis, a la que amó con entrañable cariño y con el postrer suspiro de su alma”.
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