POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Paco Carrillo Espinosa—Paquito para todos los uleanos—era el segundo de los siete hermanos Carrillo Espinosa; que pasó una adolescencia y juventud, totalmente diferente a la de los demás hermanos.
Estudiaba como todos los demás hermanos Carrillo Espinosa, pero, durante las vacaciones y los fines de semana, se escaqueaba cuanto podía y, de vez en cuando, nos acompañaba a la hora de realizar alguna tarea de la huerta.
Sí, en vez de de trabajar en «los tollos o en las huertas de la abuela o del jazminero»—las propiedades de mi padre—, tomó la decisión de dar clases particulares a los alumnos de Ulea que iban un poco retrasados en su aprendizaje.
Para tal menester contó con el Vº Bº del Sr. Alcalde; quien le proporcionó un aula de las Escuelas–en el callejón de las Maestras—para dar las clases a los alumnos un tanto rezagados.
Si alguna vez venía a las huertas del pueblo o a la de los tollos, lo hacíamos andando, ya que la única bicicleta que teníamos, casi siempre estaba averiada.
Durante el trayecto, hablábamos de toda la problemática de nuestra familia y, sobre todo de los estudios de los siete hermanos. Como es lógico, siempre estaba sobre el tapete, el futuro de la familia, debido a la grave enfermedad de nuestro padre y, además, de mi historia vivida en la cueva de Verdelena, con los abuelos Joaquín y Clarisa, durante siete años–desde 1942 a 1949–.
Paquito era un joven bien parecido, el más alto de todos los hermanos y, como no frecuentaba los trabajos de la huerta, tenía las manos lisas; al contrario que los demás que las teníamos encallecidas y, a veces, ensangrentadas. Todo ello le daban un aire bien distinto al de los demás hermanos; en una palabra «parecía ser de otra familia»
Un día, que íbamos a la finca de «Los Tollos», los dos, me hace «una paradiña» y, sonriendo, me dice: Joaquín, transitar por estos caminos tan estrechos y peligrosos— que parecen sendas para en ganado—, sobre todo para las personas mayores y, también para las bestias que transportan las frutas de las tierras de los tollos. En efecto: estos caminos son un verdadero peligro.
Además, seguía diciéndome: si no se arregla será la ruina para la agricultura y los agricultores de este bonito paraje…..Se queda un tanto pensativo y, de pronto, muy solemne, me dice:
¡¡Habrá que hacer algo!!
Pasados unos meses, me viene con una carpeta bajo el brazo y, sentados en el poyo de «los árboles grandes», me explica con toda clase de detalles el sueño de bastante tiempo atrás que comienza a ser una realidad.
Abre la carpeta y me enseña unos informes del Ayuntamiento, de los Guardas Forestales Mancomunado con El Estado y de la Directiva de la Sociedad de regantes «LA PURÍSIMA». Le miro con fijeza y, sonriendo, me dice:
He hablado con los gestores del Ayuntamiento de Ulea; con el fin de que me den la autorización que solicité hace unos meses. También con el Guarda Forestal de los montes del Estado, para que nos permita arrancar algunos pinos que están al borde del camino y, con la Directiva de la Sociedad de Riegos «La Purísima», para que nos autorice a cambiar de ubicación alguna de las tuberías del agua.
Siguió sonriendo y, como ya no me extrañaba nada de lo que cavilaba su cerebro, le dije: Paquito ¿lo has pensado bien?. Sí, Joaquín, me contestó. Ya he conseguido que me hagan un presupuesto del nuevo trazado del camino—que se quedará en una amplia carretera por donde circularán bicicletas, motos, carromatos, carros, coches y camiones de pequeño y medio tonelaje. Además, desaparecerá el peligro para los viandantes. A estos, se sumarán los presupuestos del nuevo trazado del camino—que quedará convertido en carretera—, así como el prorrateo de los gastos que estará en función de las tahúllas que tenga cada uno de los afectados. Y, si algún agricultor no tiene dinero, lo podrá pagar en peonadas, según se estipule. Me vuelve a mirar y con una tímida sonrisa me dice: Joaquín ¿cuento contigo?……… Entre los dos trabajaremos en el camino y no tendremos ningún gasto que abonar. Es más, podemos dar alguna peonada extra que nos la pagarán conforme se estipule,
Tras una pequeña pausa, le contesto:»te ayudaré en todo cuanto me necesites»; los vecinos de «Los Tollos» merecen vivir y trabajar en condiciones más humanas y con mayor seguridad vial. Nos dimos un abrazo e intercambiamos una sonrisa cómplice.
Cuando estaba todo preparado para comenzar tan magna obra, le digo: Paquito, ¿Por qué, no nos acercamos a almorzar, un día cualquiera, al Sanedrín bajo el amparo del almendro de la familia Ríos Torrecillas?. Yo te acompañaré y, de esa manera les expondrás el maravilloso proyecto que has preparado con tanta precisión y valentía, en beneficio de todos los agricultores y vecinos del paraje de los tollos. Con una sonrisa confidente, me dijo que lo haría. Yo hice de presentador y ayudante de dicho proyecto.
Así ocurrió, en el año 1960 y, como se le dio publicidad, a la hora indicada estaban presentes gran cantidad de tertulianos habituales y otras personas interesadas en saber como había gestionado tan intrincado proyecto.
Se explayó a su gusto contestando a cuantas preguntas le hicieron y, todos los presentes, estaban boquiabiertos escuchando a quien yo le denominé en su día «Ingeniero de Caminos», a pesar de que estaba estudiando la carrera de Medicina.
Al poco de subir al estrado, nos dijo que le habían dado toda clase de facilidades; tanto el Guarda Forestal, como la Directiva de la Sociedad de Regantes «La Purísima» y los gestores del Ayuntamiento de Ulea ; que habían conseguido una subvención especial del Gobierno Regional, destinado a «reparación de caminos rurales». En estos momentos prorrumpieron en un sonoro aplauso.
Paquito «el de Muebles», salió del Sanedrín como un atrevido uleano—como un héroe, diría yo— y, absolutamente todos los tertulianos le dieron la enhorabuena y le prometieron su colaboración.
La tarea se puso en marcha y, entre todos los que trabajamos en dicha empresa, reinaba la pretensión de conseguir realizar el proyecto de quien llamé Paco Carrillo Espinosa «Ingeniero de Caminos.
Se consiguió hacer una pequeña carretera que iba desde «La Rambla», a la altura de la finca de Rafael «el de la botica», hasta la explanada colindante con las fincas del Tío Julio Molina,»el carrasco», Francisco Rodríguez «el tío de la pipa» y Joaquín Carrillo «el de los muebles».
Además de la seguridad vial para los agricultores que la transitábamos, podían circular, motos, carromatos, carros coches y camiones de pequeño y mediano tonelaje.; además de los animales de carga. Allí, en dicha explanada—final del nuevo trazado de dicha carretera—podían maniobrar para dar la vuelta.
La carretera, que en un principio era de piedra y tierra bien apisonada; con sus cunetas para acoger el agua de lluvia, acabó siendo de asfalto y, afortunadamente; así sigue siendo.
Sí, esta obra inmortalizó a nuestro hermano Paquito
FUENTE: ELCRONISTA