POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Sabido es que el Año Nuevo comenzó a festejarse el 1.º de enero hace relativamente poco tiempo, dado que fue el papa Gregorio XIII quien así lo dispuso en 1582 para todos los países católicos (España, Italia y Portugal fueron los primeros) al inaugurar el calendario en vigencia, que sustituyó al juliano y al que se fueron sumando casi todos los países, siendo Rusia la última en incorporarse, ya en 1917.
Así se ajustó el desfase de no contar que cada año es exactamente la suma de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. De modo que el desfase acumulaba ya diez días de error y se corrigió quitándole al mes de octubre de 1582 diez días, pasando del jueves 4 de octubre al viernes, 15 de octubre, e implantando los años bisiestos.
Al modificar el calendario romano se le añadió a febrero un día más cada cuatro años, decidiendo intercalarlo entre el quinto y el sexto día antes de las calendas, así le llamaron “bis sextus dies ante calendas martias”, o sea “segundo día sexto antes de las calendas de marzo”, pasando a llamarse “bissextus” (bisiesto) el año que contenía ese día añadido.
Sabido es también que unos 1.412 millones de chinos celebrarán el inicio del nuevo año el próximo día 22 de enero.
Será el año 4721 según el calendario chino, en un cómputo que parte desde el año 2698 antes de Cristo; esta vez será el año del conejo que representa la longevidad, la prosperidad y la paz, y que es el cuarto animal del zodiaco chino, según un ciclo de doce años.
El año nuevo chino se inicia en el día de la luna nueva más próximo al día equidistante entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera del hemisferio norte.
Una historia muy curiosa es el orden de los animales para dar nombre a cada año chino. La leyenda más extendida cuenta que el emperador de Jade organizó una carrera entre animales y otros seres para elegir a los que le acompañarían y protegerían a su llegada a la puerta celestial.
Esta competición la ganó la rata, que se subió a lomos del buey (que quedó segundo) y cruzó primera la meta. A estos dos le siguieron el tigre y el conejo y por detrás llegaron, en este orden, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. ¿Y el gato? Se quedó fuera porque también subió al buey junto a su gran amiga la rata, pero ésta le traicionó empujándolo cuando pasaban por el río, de ahí su histórica enemistad…
Entretanto, unos 1.800 millones de musulmanes (el 25% de la población mundial) estrenarán año al atardecer del día 18 de julio; será el año 1445 de su era y -como se rigen por el calendario lunar islámico- cada año se inicia 11 ó 12 días antes que el año anterior.
La fecha recuerda la Hégira o migración que hizo el profeta Mahoma desde la ciudad de La Meca a la de Medina en el año 622, migración provocada por los que en La Meca estaban en contra de la nueva religión que Mahoma enseñaba: el Islam.
Los musulmanes consideran a Mahoma como el último de los profetas de la larga cadena de mensajeros de Dios, entre cuyos predecesores se cuentan Abraham, Moisés o Jesús de Nazaret.
Por otra parte el año nuevo judío conmemora la creación del primer hombre según la Torá (texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo hebreo).
Los judíos iniciarán su año 5784 al atardecer del día 15 de septiembre, puesto que para el calendario hebreo la Génesis o creación del mundo tuvo lugar el 7 de octubre del año 3761 antes de Cristo.
Y así otras civilizaciones -como es el caso de los 1.150 millones de hindúes- (el 15% de la humanidad) siguen sus tradiciones y costumbres.
Bien es cierto que no solo unos 2.400 millones de cristianos (32% de la población mundial) cambiamos de año el 1.º de enero, puesto que nuestro calendario rige -al menos comercialmente- en buena parte del mundo, cualquiera que sea su cultura o religión.
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