POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ).
El 25 de diciembre de 1796, como un precioso regalo de Navidad para sus padres, la gaditana prerromántica Frasquita Ruiz de la Larrea Aherán (1775-1838) y el hispanista hamburgués, Juan Nicolás Böhl de Faber (1770-1836), nació Cecilia en la pequeña aldea de Morges (Suiza). Fue vecina de Chiclana de la Frontera durante varios periodos de su vida; una vida que en lo íntimo y personal fue larga, intensa, azarosa y no exenta de dificultades. La educación y el ambiente en que vivió sus años juveniles la convirtieron en una escritora de vocación temprana, aunque no llegase a decidirse a publicar hasta muchos años más tarde con el sobrenombre de Fernán Caballero. Escribió durante el periodo romántico, cuando estuvo casada con el marqués de Arco-Hermoso (1822-1835). Aunque sus escritos son de carácter costumbristas reflejan emociones y sentimientos arraigados en el Romanticismo. Precisamente, el profesor Montesinos, en su ensayo sobre su figura lo destaca como algo “fundamental para la compresión” de su arte, y el profesor Andrés Soria, dijo: “Permaneció fiel en lo esencial a sus primeras creencias románticas”. Ello unido a su herencia paterna –Juan Nicolás fue introductor del Romanticismo en España– “deriva ese velo de idealismo sentimental”; sentimentalismo germánico que Fernán Caballero añadirá a sus relatos y novelas como una realidad evocadora, costumbrista, de una sociedad andaluza idílica. Quizá por ello, Fernán Caballero no llegó a profundizar en el espíritu andaluz; en la realidad trágica de la vida del pueblo andaluz. Ello no es óbice para que por influencia de su madre amase a España, a Andalucía y a los andaluces.
Cecilia vivió en nuestra ciudad épocas de felicidad infantil, alegrías juveniles y tristezas de madurez. Conoció la villa y la sociedad chiclanera. De sus estancias en ella surgirán –en el transcurso de su obra– numerosas referencias, pues describió en su relatos y novelas: lugares, personajes, dichos y costumbres. Cecilia, ya entonces convertida en escritora –en Fernán Caballero– bebió de su cultura, tradiciones y paisaje. En su libro, “Cuentos andaluces”, en el relato titulado: “Escenas populares andaluzas” comienza describiendo a la villa chiclanera, así: “El pueblo de Chiclana, distante dos leguas de la ciudad de San Fernando, está separado por las albinas y pantanos que son los naturales baluartes de aquella población. Aunque pueblo de campo, es grande, y está asentado sobre dos alturas, entre las que pasa el río Liro [Iro]. Muy progresista en invierno y muy moderado en verano (…). Este pueblo campestre es notable por su buen caserío (…) su campo es hermoso y, sobre todo, variado”. Del mismo modo, escribió una de las menciones más sugerentes a nuestro Iro: “El río Liro, como un cuchillo de plata, divide a la ciudad en dos mitades…”.
Tampoco se olvidó de recopilar refranes, motes, dichos y canciones. En el libro de cuentos antes citado puso en boca de unos tertulianos: “De Medina son los zorros, / de Vejer la pompa vana, / de Conil los desechados, / los borrachos de Chiclana”. Y la famosa coplilla: “Para alcarrazas, Chiclana. / Para trigo, Trebujena. / Y para niñas bonitas / Sanlúcar de Barrameda”. De todas sus novelas en las que de algún modo hace referencia a Chiclana destaca “No transige la conciencia”. Pero al margen de todas estas, y otras referencias, ha dejado constancia de anécdotas y relatos orales que no llegó a publicar o que le sirvieron de base argumental para otros.
Hoy traemos uno de esos relatos que el periódico monárquico “La Discusión” publicó, el viernes 23 de diciembre de 1859, y que Fernán Caballero contó alguna vez: “En el pueblo de Chiclana fueron alojados cuatro soldados en una casa de pobres, y tan pobres, que habiendo venido del campo enfermo su dueño, murió sin dejar a su infeliz familia con que enterrarlo. Hízole, pues, el entierro de por Dios; pero aun así necesitábanse cuatro hombres para llevar el cadáver al cementerio, a los que era necesario remunerar tan triste y molesta faena. La pobre viuda, que ni aún eso tenía, lloraba amargamente. “Patrona, por eso no se aflija V. más de lo que está, que nosotros lo llevaremos” dijeron compadecidos los buenos soldados, y cumpliendo su oferta tomaron sobre sus hombros al desvalido cadáver y se encaminaron al Campo Santo.
Mas quiso el acaso que en el tránsito se encontraron a uno de sus jefes, y siendo contra ordenanza que hagan los soldados trabajos ni faenas que no sean del servicio sin la competente autorización, el oficial les dijo: “Qué es eso, acaso ignoráis que lo que hacéis está prohibido? –Señor, contestó uno de los soldados, no puede ser que nos esté prohibido hacer obras de misericordias, y por obra de misericordia sin retribución alguna, la hacemos”. El oficial calló, y los dejó continuar su santa tarea”.
Más que un relato fue un significativo hecho real de aquella Chiclana de mediados del siglo XIX.
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana.
Bibliografía:
-BNE. Hemeroteca Digital. La Discusión, periódico monárquico. Año decimosexto, nº 4.659. Madrid, viernes 23 de diciembre de 1859.
-CABALLERO, F. (1966): «Cuentos andaluces». Estudio y edición de Andrés Soria. Colección Aula Magna. Gráficas Oviedo. Madrid.
-NAVARRO GONZÁLEZ, A. (1974):» Fernán Cabello y la narrativa andaluza.» Ediciones de la Caja de Ahorros de Cádiz.