NOCHE DE FUEGOS, DÍA DE BOLLO

«EN OVIEDO NO HABÍA FIESTA SIN EL PAN DE LOS POBRES, QUE PARA RECOGERLO TENÍAN QUE DOCUMENTAR QUE LO ERAN», DICE CARMEN RUIZ-TILVE, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD

Los fuegos brillaron en la noche de San Mateo. / PIÑA

Los fuegos brillaron en la noche de San Mateo. / PIÑA

Templada noche de fuegos artificiales para casi terminar un San Mateo que este año acaba en lunes festivo. El parque de Invierno se llenó anoche de miles de ovetenses apenados por despedir unas fiestas en las que ha reinado el buen tiempo, salvo alguna excepción. Sin lluvia San Mateo parece que no es tanto. Un agua premonitoria de lo que viene, la llegada del otoño dentro de dos días. Pero antes, un poco más de fiesta. Hoy es el día grande de una semana larga, que más o menos coincide con la Perdonanza. Que se celebre, por tanto, el día de hoy no es casualidad. Tampoco el jolgorio que se les daba la bienvenida a los peregrinos que llegaban a la Catedral para obtener el perdón de sus pecados. Todo comenzó cuando el Papa Eugenio IV otorgó una bula en 1438.

Hay documentos en la Catedral de 1537 que hablan de una procesión que recorría las calles de la ciudad. Un siglo más tarde se instauró el 7 de septiembre como la «fiesta de la traslación» en honor a la patrona de la ciudad y de la diócesis, Santa Eulalia de Mérida. Unas fiestas a las que San Mateo acabó imponiéndose.

Las fiestas, evidentemente, no siempre fueron así. De hecho, el modelo actual apenas tiene 30 años. Los fuegos artificiales, por tanto, tampoco. Los festejos «fueron intermitentes», y también la forma de celebrarlas: «Un alcalde decía un año que mucho, otro año que poco…», explica Carmen Ruiz-Tilve sobre la dificultad de apuntar una fecha exacta a la del comienzo de los fuegos artificiales.

Uno de los primeros programas que se conservan data de 1866. En 1894, San Mateo se prolongó el 17 al 23 de septiembre. Por esa fecha, los festejos empiezan a organizarse. Ese año, cuenta el Ayuntamiento en su página web que para los niños, en el Campo San Francisco hubo juegos infantiles, «se quemaron fuegos artificiales y una jira campestre remató los festejos».

En el siglo XIX, «ya hubo mucha tradición en Oviedo de fuegos y voladores. Gustaban mucho» lanzarlos y ver el espectáculo posterior, corrobora la cronista oficial. Solían hacerlo por Santa Eulalia. En el Archivo municipal los recibos y pagarés más antiguos de fuegos artificiales durante las fechas de San Mateo datan de 1857. Las fiestas de 1883, por ejemplo, tuvieron los fuegos artificiales como plato fuerte. Dice el Ayuntamiento que la tradición se instauró en 1920.

Desde luego, desde el primer San Mateo que organizó la SOF, en 1948, a partir de cuando puede empezar a considerarse una fiesta más o menos como la actual, el programa festivo incluye además de actos religiosos y deportivos, la feria taurina, el reparto del bollo, las verbenas y actuaciones de pago y los fuegos artificiales.

Seguro que eran distintos a los de ahora. La técnica también tiene que ver en lo que ayer iluminó el cielo. Sin ir más lejos, el disparo es digital, para lanzar 28.000 luces. El escenario «permite dar rienda suelta al diseño y crear dos espacios de fuegos simultáneos y paralelos», explican desde la empresa encargada, Pirotecnia Pablo. También es el responsable de que una intensa humareda tapase la mayor parte del espectáculo. Un respiro en la fiesta que nada más terminar el artificio regresó al casco Antiguo.

Aquel 1948 no tenía chiringuitos, pero sí motivos de celebración. Se conmemoraba el 1.100 aniversario de la consagración del palacio del rey Ramiro I, Santa María del Naranco. Miles de romeros y autoridades asistieron a unos actos completados con una «gran cabalgata» y autoridades. La mujer de Franco, Carmen Polo, fue la madrina y participó en buena parte de los festejos. También, en el reparto del bollo. 5.000 bollos sirvieron «para que el Campo de San Francisco se convirtiese en una monumental romería campestre», recoge el libro sobre el medio siglo de la SOF.

En esta ocasión serán tres veces más, 15.000, y sus respectivas botellas de vino, y el escenario para su distribución entre los socios de la de festejos, la plaza de España. Los del bollo ni es exclusivo de San Mateo ni se le puede poner origen en el calendario. Durante siglos San Mateo fue «una fiesta pequeña», poco más que las gaitas y la sidra. Las celebraciones de Oviedo «eran el Salvador, que tenía su cofradía, y Santa Eulalia de Mérida», explica la cronista.

Lo del reparto del pan, «sin chorizo, aunque a veces con un poco de carne», siempre ha sido una tradición de la ciudad. «En Oviedo no había fiesta sin el pan de los pobres, que para recogerlo tenían que documentar que lo eran», dice Ruiz-Tilve. Incluso para la inauguración del teatro Campoamor. El escritor que le da nombre, «que debía ser muy suyo», no vino al acto. «Se quedó en Cádiz, pero mandó dinero para comprar 1.000 panes».

La tradición más arraigada de hoy ha quedado reservada, por tanto, a la Catedral, donde se cierra la Perdonanza y vuelve a bendecirse el Santo Sudario en el altar durante la misa mayor. Tras la ostensión, la tela volverá a su urna de la Cámara Santa después de un periodo expuesta a los ojos de curiosos y fieles que quizá hayan cumplido los requisitos y obtenido el perdón de sus pecados.

Todavía queda mañana para que los más animados cierren conciertos y chiringuitos. Y los habrá, seguro.

Fuente: http://www.elcomercio.es/ – Ana Salas

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